Alek sexy ruso
Los años pasaron con gran rapidez, mis hijos crecieron y ahora, era consciente de que ya no tenía bebés, proceso que me aterraba en gran medida al no saber qué hacer con ellos con gran exactitud.
Ambos eran muy distintos, pero a la vez, especiales, el amor que se tenían el uno al otro, sobrepasaba todo, pero, aun así, sentía que no habían encontrado su felicidad.
Necesitaba que Paris dejara de pensar tanto en los negocios y que se dispusiera en vivir, y, ocupaba que Cyan aprendiera a ser responsable, que viera lo mucho que cuesta ganarse la vida y que dejara de derrochar dinero a diestra y siniestra, dinero que, a él no le costaba ganarse.
Me hundo en la silla de mi escritorio y tallo mi rostro con ambas manos, mientras gruño y analizo en lo que debía de hacer para tratar de que ambos cambiaran, aunque sea un poco, acerca del rumbo que llevaba su vida.
—¿En qué piensas tanto, tesoro?
Levanto la mirada en cuanto escucho la voz de mi hermosa esposa, quien, en definitiva, a pesar de los años, se volvía cada vez más bella. Mi bella chica de ojos grises se acerca a mí de forma sonriente, hasta detenerse tras de mí, donde comienza a masajear mis hombros con suavidad.
Muevo mi cuello y cierro los ojos, relajándome por completo ante el suave roce de sus dedos contra mi piel.
—Pienso en qué deberíamos de hacer con los chicos —confieso al suspirar—, siento que ambos necesitan una lección, ¿no te parece, mi cielo?
—Estoy de acuerdo —repone con tristeza—, temo que en algún momento nos llamen para que reconozcamos el cuerpo de Cyan en alguna morgue —ella calla, tal y como si estuviera analizando en algo más—, aunque, ¿Por qué la lección debería de ser para Paris también? Ella ha demostrado ser una chica responsable, mi amor.
—Paris necesita vivir, tiene una horrible obsesión con los negocios, y temo que su vida acabe solo en eso, si haberse tomado el tiempo de explorar, amar, equivocarse…
Una pequeña risilla sale de sus labios, por lo que, giro en la silla para quedar frente a ella.
—Ella es feliz tal y como lleva su vida, mi amor.
—Temo que llegue a arrepentirse de ello.
—¿Y qué propones?
—No lo sé, pero… ¿confías en mí? —cuestiono al ladear la cabeza.
Noto como su ceño se frunce levemente, traga saliva con fuerza, pero, al final, acaba por asentir con la cabeza.
—¿Qué tienes en mente, Alek Kozlov?
Tuerzo una sonrisa, a la vez de que la atraigo para sentarla sobre mi regazo.
—Tan solo ven y bésame, mujer. Que es lo único que necesito ahora —musito, para luego simplemente atacar sus labios.
(…)
Paris
—Sí, Francis, estoy llegando a la fábrica —camino de prisa, mientras estiro la falda que recae hasta mis rodillas, frunzo el ceño al mismo tiempo en que aprieto la mandíbula—, lo atenderé en un segundo, no te preocupes, bien sabes que siempre me encargo de esas cosas.
¡Maldita sea!
Aquella mañana tuve que prácticamente saltar de la cama, ni siquiera me había dado tiempo de tomar el desayuno con mis padres, pues, mi asistente me había comunicado acerca de un pedido que debíamos de enviar a Norteamérica con urgencia, y que, los encargados de ello, lo habían olvidado, por lo que, ahora todo el mundo estaba corriendo para preparar todos los chocolates que nos habían solicitado.
—Ya, yo hablaré con ellos para que nos den un par de días más. Yo me encargo, deja de estresarse por eso —mascullo al poner los ojos en blanco al percibir un serio ataque de pánico por parte de mi asistente—, tan solo recuérdame buscar los responsables de todo esto, pues asumirán las consecuencias.
Termino la llamada y me acerco a saludar al de seguridad en la entrada, quien, por alguna extraña razón, se interpone en mi camino.
—Allan, ¿sucede algo? —increpo al levantar una ceja—, tengo prisa.
—Lo siento, señorita Kozlova, pero, tengo órdenes estrictas por parte del jefe, de no dejarla entrar.
—¿Disculpe? —cruzo los brazos a la altura de mi pecho y apoyo todo mi peso en un solo pie—, no tengo tiempo para tonterías, tengo asuntos importantes qué atender.
Trato de pasarlo, pero, él vuelve a interponerse en mi camino.
—Allan, hazte a un lado —ordeno, pero él niega con la cabeza.
—Tengo órdenes de su padre de no dejarla entrar a la fábrica, hasta que vaya a la casa a hablar con él.
Muerdo mi labio inferior a la vez de que percibo una figura masculina, al acercarse a mí.
Philippe me observa de forma sonriente, mientras pasa una mano por su espeso cabello n***o.
—¿Sucede algo?
—Nada que te importe, en realidad.
—Señor Roussel, por órdenes del señor Kozlov, debe de hacerse presente a la oficina de la señorita Kozlova, y atender el asunto por el que Francis la llamó esta mañana.
—Como digas, Allan —responde el tipo al asentir con la cabeza, sin dejar de mirarme con notoria diversión—. Señorita Kozlova, pase un buen día —musita al pasar por un lado, aun sonriendo con ironía.
Me dedico a mirar a Allan con el ceño fruncido, tratando de transmitirle con ello toda la molestia que sentía hacia él justo en aquel momento. El alto hombre tan solo se encoge de hombros, a la vez de que levanta una ceja, en una clara señal de que no me dejaría entrar por más que lo pidiera.
—¿Por qué? —cuestiono al no comprender qué había sucedido.
—Eso debería de hablarlo con su padre, señorita.
—¿Qué se supone que deba de hacer ahora que a papá se le ha ocurrido jugar conmigo de este modo? —llevo ambas manos hasta mi cabello rubio, a la vez de que comienzo a sentir un leve ataque de pánico. Mi vida eran mis negocios, joder, ahora mi día estaría vacío si no lograba entrar ahí—. Maldita sea, Allan.
—Señorita, le aconsejo que hable con él, yo solo sigo órdenes, pues, de lo contrario, puedo llegar a perder mi trabajo.
Asiento con la cabeza hacia él, resignándome a dejar mis asuntos en manos de ese puto francés que solo le hizo falta haberse burlado en mi propia cara.
—De acuerdo, Allan, supongo que nos veremos en un rato —mascullo al girarme para volver a mi auto, dispuesta a ir a discutir esa extraña situación con mi padre—. ¡Demonios, papá! —gruño al golpear el volante con ambas manos—, ¿Ahora qué se te ha ocurrido?