CAPÍTULO NUEVE El piso era duro y frío. Había estado sentada allí durante días y a causa de ello, su espalda había quedado entumecida, y le dolía, además. No había nada confortable en el lugar. Era oscuro, olía mal y se sentía como un ataúd. Quizás este es mi ataúd, pensó. Quizás aquí es donde voy a morir. Este pensamiento hizo que quisiera comenzar de nuevo a dar alaridos, pero estaba demasiado cansada para llorar. Dudaba que hubiera suficiente humedad en su cuerpo para producir más lágrimas. Aunque el espacio era más grande que un verdadero ataúd, no podía ignorar la manera cómo el lugar la hacía pensar en una tumba. No estaba segura de cuánto tiempo había estado allí debido a la oscuridad. No tenía idea de si era de día o de noche. Podía haber estado allí durante dos días... o quizá