Audrey Kendall parecía una niña pequeña, emocionada por su primer día de clases, curioseando todo a su alrededor de aquellos amplios pasillos dorados en el edificio de comunicación. Casi podía ver como su mirada brillaba, haciendo contraste con las paredes, a la vez de que su sonrisa se ampliaba al casi girar en el centro del pasillo. Ahora, en definitiva, agradecía que ambos estuviésemos metidos en la carrera de comunicación, pues así, sencillamente podría tenerla cerca. Kendall Morgan resultaba ser el tipo de persona a la que, sin duda alguna, era difícil de olvidar. Con solo darle una mirada al abrir la puerta de mi departamento en esa tarde lluviosa, supe quién era, ese cabello rubio y esos hermosos ojos azul cielo, no a todo el mundo se le veía bien a como se le veían a ella. Esa