El lugar era bastante reducido, contaba con un living pequeño, se debía de comer en la cocina, además de que solo tenía dos habitaciones y un baño compartido.
Trataba de asimilar la idea de vivir con él, toda mi vida había vivido con dos chicos revoltosos casi de mi misma edad, pero, ahora sabía que probablemente vivir con mis hermanos era una cosa, y con él, otra completamente distinta. j***r, si tan solo no hubiese pasado nada entre nosotros, tal vez sería mucho más fácil de asimilar, no cuando el puto se negaba a salir de mi cabeza incluso cuando tenía sexo con mi novio.
Me remuevo con incomodidad en mi asiento, dedicándome a ver fijamente hacia el sushi frente a mí, podía sentir su intensa mirada sobre mí, motivo que me llevaba a ni siquiera tratar de levantar a mirarlo, cada vez que aquellos ojos color tormenta me veían, sentía que era capaz de traspasarme con ellos, razón por la que me resistía observarlo; ¿Qué pasaría por su mente? ¿Qué pensaba de todo este trágico reencuentro con la persona que jamás pensó volver a ver?
Él está en absoluto silencio, volviendo aún más incómodo el momento. A cada cierto minuto, notaba como levantaba una mano para llevar los palillos hacia su boca, a la vez de que dejaba salir pequeños ruiditos cargados de satisfacción.
—¿Vas a comer o no? —pregunta al final, tras ni siquiera haber intentado comer mi cena.
Aspiro lentamente para terminar por levantar la mirada. Aquellas pupilas hermosas se clavan en las mías de inmediato, logrando transportarme dos años atrás, justo cuando nos conocimos, las veces en las que reímos juntos mientras caminábamos por la playa, ambos fingiendo ser otra persona.
—No me gusta mucho el sushi —confieso al hacer una mueca.
—¡Oh! —exclama al morder su labio inferior antes de girarse para buscar algo en la cocina—, me sobró pasta del almuerzo, ¿la sirvo? —me pregunta al observarme otra vez.
—No quiero que llegues a sentir que soy una carga —digo al negar con la cabeza, bajo la mirada y observo los enormes trapos que me prestó, para poder esperar a que mi ropa se seque—, me diste tu ropa, me pagaste el taxi, compras comida… creo que ya he sido una gran molestia —chasqueo la lengua y sonrío al ver su expresión divertida marcada en su mirada—, creo que soy una roomie bastante complicada —expreso al arrugar la nariz.
Lo miro reír, para luego levantarse e ir a sacar un plato de uno de los cajones, abre el horno y pone un poco de pasta en él, para después ponerlo a calentar en el microondas.
—Entonces pasta —menciona al ignorar todo lo que dije—, no iba a dejarte morir de frío ahí afuera, después de todo —se encoje de hombros al mirarme de medio lado—, además, te debo el hecho de haberme convertido en un hombre, te quedaste con mi inocencia dos años atrás.
Hago un gesto despectivo con mis manos, tratando a toda costa no echarme a reír. Bajo la mirada al comenzar a sentir como mis mejillas se tornan calientes ante la pena que siento al escucharlo hablar de esa manera; con gran rapidez, las imágenes de esa primera vez invaden mi mente, la forma en que se sentía su voz sobre mi oído mientras se movía en mi interior, sus gemidos mezclándose con los míos y de fondo, el ruido de las olas contra las rocas, dando un aspecto a esa primera vez, mucho más romántico.
—No puedo creerlo, lo estás imaginando —expresa al echarse a reír.
—¡Cállate, Audrey! —digo al levantar la cabeza—, mejor dejemos ese tema en el olvido, no me siento cómoda que lo menciones con tanta naturalidad.
—¿Qué tiene de malo? —pregunta al no dejar de reír, para luego colocar el plato con la pasta frente a mí—, si fue una experiencia increíble, ¿no te parece? Lo hiciste con un extraño, ocultando tu identidad sin saber que ese extraño hacía lo mismo.
—Eres un imbécil —me limito a decir mientras niego con la cabeza.
—Eso no me lo decías cuando gemías en mi oído —me guiña un ojo a la vez que continúa sonriendo con malicia, lo que me provoca levantar una mano para mostrarle mi dedo medio—, queda en el olvido, listo, no volveré a mencionar la forma en que tus pupilas se dilataron justo cuando estabas llegando al orgasmo, o la forma en que tu cuerpo era recorrido por espasmos mientras me clavabas las uñas en la espalda —farfulle al levantar su mano en señal de promesa.
Entrecierro los ojos en su dirección a la vez que me dedico a tragar saliva con fuerza. Maldita sea, si el tipo recordaba cada instante a la perfección, al punto que, con solo esas palabras me hacía vivirlo otra vez.
—Te busqué por internet, jamás di contigo —dice al negar con la cabeza—, ¿Cómo iba a encontrarte si lo único que hacía era stalkear a todas las Kylie que aparecían? —interroga al echarse a reír—, y pensar que te encuentro de la manera más tonta: mojándote mientras me pides dinero para pagar un taxi.
Hago una mueca mientras trato de mirar hacia el otro extremo, no sabía que decir ante ello, ¿Qué también lo había acechado y que después de seis meses me di por vencida? ¡No! Claro que no, ya ni siquiera quería sacar ese tema.
—Si vas a quedarte aquí, mejor cuéntame de ti y tu aventura entre asaltos y pechos descubiertos —dice al final tras no conseguir que abriera mi boca.
—Audrey…
—Ya, ya. No volveré a decir nada —vuelve a decir al hacer como si cerrara sus labios con una llave para luego lanzarla lejos.
—Gané una beca para estudiar periodismo en Yale, la beca no cubría la residencia, así que debía de encontrar un lugar donde quedarme, fuiste la única persona que aceptó a una estudiante de primer ingreso. Al llegar, me robaron los ahorros de casi toda mi vida y ahora ni siquiera tengo como comunicarme con mi familia para decirles que estoy bien, fin —digo al encogerme de hombros.
—Tu vida sí que es un asco, que lástima que seas tan bonita y que la suerte no te sonría.
Saca su celular y lo coloca sobre la isla de la cocina, aquella sonrisa continuaba marcada en sus labios, mientras me señala su teléfono.
—Llama a tu familia, deberán de estar preocupados por no haberte comunicado antes. Y por el dinero no te preocupes, luego veremos cómo lo arreglamos.
Le regreso la sonrisa, comenzando a sentir una enorme gratitud hacia aquel gesto de su parte. Apenas y nos conocíamos e increíblemente parecía preocuparse por mi bienestar más que mis propios padres.
Lo tomo enseguida y marco el primer número que me viene a la cabeza, el de Malcom. Ahora que tenía a Audrey tan cerca, necesitaba escuchar la voz de mi novio para saber que todo estaba bien, que nada de lo que tenía con él iba a cambiar.
—¿Hola? —responde él.
—Malcom, soy yo, Kendall —respondo enseguida al sentir como me invade una gran felicidad al escuchar su voz.
—¿Kendall? ¿Qué ha pasado, mi amor? Me has tenido preocupado durante todo el día al no saber nada de ti.
—Perdí mi celular —le cuento al contener un sollozo—, me han asaltado apenas llegué y perdí mi dinero, Audrey me ha ayudado y me ha prestado su teléfono para hablarte —cubro el móvil para que el castaño frente a mí no logre escucharme, él levanta una ceja y sonríe, sin pretender perder de vista alguno de mis movimientos, incluso parecía estar disfrutando de mi plática.
—Al menos diste con tu compañera de piso —dice él, lo que me hace cerrar los ojos y tragar saliva con fuerza, tratando de evitar la parte de confesar que en realidad Audrey es un hombre—, ¿Necesitas que te mande algo de dinero, amor?
—No quiero molestarte, pero sí, necesito un préstamo. Prometo que conseguiré un trabajo y te pagaré lo más pronto posible, solo necesito algo para volver a acomodarme.
—Por supuesto, cariño, pásame un número de cuenta y te lo paso enseguida.
Muerdo mi labio inferior mientras cubro por completo el teléfono para volver a mirar a Audrey.
—Disculpa… Andrés, ¿será que le puedas preguntar a Audrey si me puede prestar su cuenta para recibir algo de dinero?
Él me mira con los ojos entrecerrados, abre sus labios como para decir alguna estupidez, pero al final termina por asentir con la cabeza.
—Por supuesto, Kendall. Enseguida le pregunto —responde al ni siquiera detenerse a ocultar la diversión que le provoca mi mentira.
—¿Quién es Andrés? —pregunta Malcom después de haberle pasado los datos de la cuenta de mi compañero de piso.
—Es solo el novio de Audrey, ella estaba en el baño, entonces me ha hecho el favor de ir a preguntarle —miento, trago saliva con fuerza y cierro los ojos al comenzar a odiarme por estar mintiéndole, pero, conociendo a Malcom, sabía que no iba a gustarle para nada la idea de que Audrey resultó ser un hombre—, debo de irme, no quiero aprovecharme de mi compañera al usar tanto su teléfono, ¿podrías llamar a mis padres y decirles que estoy bien? Diles que en cuanto tenga la oportunidad, les llamaré.
—Cuídate mucho, cielo. Te amo —susurra él al final.
—Te quiero —respondo antes de terminar la llamada.
—¿Andrés? —pregunta en son de burla al negar con la cabeza—, ¿en serio me cambiaste el nombre para ocultarme de tu novio?
—Lo lamento, es solo que…
—Jo, jo, jo —se burla el castaño al interrumpirme, justo cuando le devuelvo el teléfono—, primer día fuera de casa y ya comienzan las mentiras con el príncipe azul.
—Mira, Audrey, te agradezco mucho tu buena onda y las ganas de ayudarme —lo miro fijamente, tratando de hacer énfasis en cada una de mis palabras para que así todo quedara claro entre ambos—, pero, por favor… no te metas en mis cosas, ¿de acuerdo? No es el momento apropiado para que mi novio sepa que mi compañera de piso se convirtió en hombre.
—Solo diré una cosa más y te dejaré en paz —farfulle al levantar su mano—, trata de pagarle ese dinero lo más pronto posible, pues si no lo haces, cuando terminen, él tendrá la excusa perfecta para victimizarse al haberte ayudado, alegando que fuiste tú la culpable de todo. Ya lo he visto antes —dice al guiñarme un ojo para después levantarse de su sitio—. Dulces sueños, linda Kendall, te toca lavar los platos hoy, mañana yo hago el desayuno y tú el almuerzo. Podremos hacer un plan en la mañana para dividirnos las tareas —menciona al sentirse como un gran líder, para luego terminar por desaparecer de la cocina.
De inmediato, pego la frente contra la isla de la cocina, es en ese instante cuando comienzo a cuestionarme sobre en qué carajos me he metido. En definitiva, vivir con Audrey Black no era una buena idea, pero, por lo pronto, no tenía otra opción. Solo esperaba que esto no terminara en una guerra entre ambos.