—Oye, Sienna, ¿crees que pueda cerrar la librería unos treinta minutos antes? —le pregunto a mi jefa mientras me dedico a pasar los dedos sobre un enorme librero. La morena me observa con las cejas levantadas, a la vez de que se dedica a cruzar los brazos a la altura de su pecho. Trato de ignorar su expresión de molestia, estaba claro que me estaba pasando de la raya, ni siquiera había cumplido una semana de estar trabajando con ella, y ya estaba pidiéndole un permiso. Claro que no iba a gustarle la idea. —Mira, sé que está muy mal lo que te estoy pidiendo con cuatro días que llevo de trabajar contigo —juego con mis dados a los costados de mi cuerpo, tratando de apaciguar la maraña de nervios que me invade al no ver una respuesta de su parte—, solo que, es mi primer semestre, me han invi