Justo al abrir los ojos, es cuando comienza mi tortura. Aquella maldita tortura que me hace desear una vez más, no haber tomado tanto. Siempre era lo mismo, bebía hasta que mi cuerpo ya rechazaba el licor, para al final, terminar deseando o prometiendo al día siguiente no volver a tomar, promesa que sabía que jamás la cumpliría. Inhalo y exhalo con lentitud, tratando de concentrarme en un punto fijo en el techo, el cual no deja de darme vueltas, al punto de que llego a sentirme en un puto carrusel. Llevo mi antebrazo hacia mi frente, mientras que con mi otra mano me dedico a limpiar los restos de saliva que hay en mi mejilla, a la vez de que trato de recordar cómo me terminó de ir en la noche. Recuerdo haber visto a Audrey besar a una rubia mucho más sexy que yo, salí con Cole y al fi