Al entrar en la habitación de Ximena, la encontró sentada en silencio, con los ojos enrojecidos por las lágrimas que amenazaban con caer.
—¿Qué quieres? Lárgate con tu amada esposa—.
Alejandro se acercó a Ximena, tomándola con ternura entre sus brazos, intentando calmar su dolor.
—No puedo dejar a Camila, Ximena. Ella es mi esposa, me casé con ella antes de conocerte a ti —mencionó sincero.
Pero Ximena, con la voz entrecortada por la tristeza, le suplicó:
—Déjala, Alejandro. Deja a mi madre y quédate conmigo—. Sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y desesperación.
Alejandro acarició con delicadeza las mejillas de Ximena entre sus manos, tratando de transmitirle tranquilidad.
—No puedo causarle ese dolor a tu madre, Ximena. Solo espera un poco más y le diremos la verdad. Sé paciente, la dejaré. Pero debes comprender que perderás a tu madre cuando lo nuestro salga a la luz.
Las lágrimas se desbordaron finalmente por los ojos de Ximena mientras Alejandro la estrechaba aún más entre sus brazos.
—Pero Alejandro, en verdad déjala, deja a mi madre —le rogó con desesperación en su voz.
—Lo haré, cariño. La dejaré, solo ya no estés enojada conmigo. Entiende, yo te amo —susurró Alejandro.
Pero antes de que algo más sucediera entre ellos, Ximena apartó su rostro con determinación, negándose a permitir que la situación fuera más allá.
Los días siguientes se volvieron cada vez más tensos entre Ximena y Alejandro.
Los celos de Ximena iban en aumento, al punto de que comenzó a rechazar cualquier muestra de cercanía por parte de Alejandro, dejando claro su enojo y descontento con palabras cortantes y miradas de desdén.
La frustración y el resentimiento seguían creciendo, amenazando con desbordarse en cualquier momento.
Casi siempre discutían acaloradamente por qué ella deseaba dejar de ser la amante de su padrastro y convertirse en su esposa, sin importar el daño que le causara a su madre.
Con el transcurso de los días, la situación entre Ximena y Alejandro se volvía cada vez más tensa y complicada.
Los celos de Ximena, alimentados por sus propias inseguridades y temores de no ser suficiente para Alejandro, iban en aumento, hasta el punto en el que comenzó a rechazar la cercanía de él. Cada gesto de cariño por parte de Alejandro era interpretado como una burla o una estrategia para mantenerla bajo su control.
Ximena se sentía atrapada en una vorágine emocional. Sus pensamientos oscilaban entre el amor que sentía por Alejandro y la furia que la consumía al considerarse solo su amante.
Anhelaba con todas sus fuerzas convertirse en su mujer legítima, deseaba que Alejandro la valorara y la respetara de la misma manera en que lo hacía con su madre. No soportaba la idea de ser solo un secreto, una parte oscura de la vida de Alejandro que nunca podría ser expuesta al mundo.
Las discusiones entre ellos se volvieron constantes y agotadoras.
La mayoría de las veces, giraban en torno a las exigencias de Ximena para que Alejandro abandonara su papel de padrastro y se comprometiera a ser su esposo.
Alejandro, consciente de las consecuencias devastadoras que esto podría tener, trataba de ser comprensivo y sensible, aunque sus gestos secretos para seducir a Ximena solo alimentaban más la ira y la desconfianza de la joven.
Cada vez que sus labios se acercaban a los de Ximena en un intento de beso apasionado, ella los rechazaba con desdén, causando ira en Alejandro.
Un día, durante un enfrentamiento particularmente intenso, Ximena explotó en un torrente de emociones.
—¡No puedo creer que seas tan ciego, Alejandro! Te aprovechas de mí, de la situación, y piensas que mis sentimientos no importan —gritó con una voz cargada de dolor y resentimiento.
Las lágrimas amenazaban con inundar sus ojos mientras sus manos temblorosas buscaban algo a lo que aferrarse. Todo su ser estaba envuelto en una tormenta de emociones, sintiendo que su corazón estaba a punto de desgarrarse en mil pedazos.
Alejandro, afectado por el desespero de Ximena, intentó mantener la calma mientras sus ojos reflejaban tristeza y preocupación.
—Ximena, entiendo que estés confundida y herida. Pero debemos pensar en el bienestar de tu madre, de nuestra familia. No podemos permitir que las emociones nos cieguen y destruyan lo que tenemos.
Su voz tenía un tono suave y apaciguador, pero Ximena estaba demasiado inmersa en su propio dolor como para escuchar con claridad sus palabras.
La tensión en el ambiente era palpable, generando una ruptura en la armonía familiar que antes reinaba en la casa.
Alejandro y Ximena siempre discutían, dejando claro que no estaban dispuestos a ceder en su postura.
Ximena, en su afán de proteger su propio corazón, decidió alejarse de su amante y actuar de forma grosera con él.
Cada gesto amable de Alejandro le resultaba insoportable y le molestaba hasta lo más profundo de su ser. Para Camila, el comportamiento de Alejandro parecía el de un padre que quiere establecer una buena relación con su hija.
No tenía idea de la verdadera naturaleza de la relación entre ellos y veía a Ximena como alguien caprichoso y resentido, sin sospechar el conflicto interno y la angustia que la consumían.
En medio de toda esta confusión y dolor, Camila anhelaba encontrar una solución para restablecer la paz en su hogar. Sabía que no podía obligar a Ximena a aceptar a Alejandro, pero tampoco quería perder a este hombre que le había devuelto la esperanza en el amor.
Era consciente de que una ruptura sería el desenlace inevitable si no encontraban una forma de reconciliar sus diferencias.
Con el corazón apesadumbrado, Camila buscó la sabiduría y el consejo de sus amigos más cercanos, esperando encontrar una manera de mantener a su familia unida.
Sabía que el camino por delante sería difícil y lleno de obstáculos, pero estaba dispuesta a luchar por el amor y la felicidad de todos, incluso si eso significaba enfrentarse a desafíos inevitables y descubrir la verdad que se ocultaba detrás de la relación entre Alejandro y Ximena.