—Háblame de ella —dijo Ximena con un brillo de curiosidad en sus ojos, anhelando sumergirse en las historias y recuerdos que la conectaran con la mujer que había dejado una huella profunda en el corazón de Alejandro.
—Xiomara era maravillosa, era inteligente y nunca se dejaba doblegar por nada ni nadie. Era imparable, siempre luchaba por lo que creía justo. Era simplemente una diosa —mencionó Alejandro con admiración, sus ojos brillando al recordarla.
Sus palabras buscaban capturar la esencia de esa mujer única y extraordinaria que había amado con todo su ser.
—¿Así se veía? —preguntó Ximena expectante, ansiando conocer más detalles, captar una imagen más clara de la persona que había inspirado tal amor en Alejandro.
—¿De qué hablas? —respondió Alejandro confundido por la pregunta de Ximena, sin comprender a qué se refería.
—Me refiero a que cuando hablas de amor hacia otra mujer, tus ojos brillan de una manera que nunca lo hacen cuando estás con mi madre o conmigo. En verdad lamento la muerte de esa mujer, me imagino que ahora ustedes serían muy felices juntos —expresó Ximena con una mezcla de tristeza y resignación en su voz.
La entereza de Alejandro y su dorada memoria de amor despertaban en ella una mezcla de curiosidad y compasión.
—La asesinaron, me la arrebataron de las manos. Murió en mis brazos mientras no pude hacer nada para protegerla —confesó Alejandro, su voz cargada de dolor y remordimiento.
Un rastro de lágrimas brillaba en sus ojos al desviar la mirada hacia un recuerdo desgarrador. La pérdida y el dolor habían dejado una cicatriz profundamente arraigada en su corazón.
—No hablemos de cosas tristes. Mejor háblame más de ella. Cuéntame cómo la conociste —sugirió Ximena, con una chispa de esperanza brillando en sus ojos mientras intentaba traer un poco de luz y alegría al momento, deseando escuchar relatos que iluminaran el pasado oscuro de Alejandro.
—Eres curiosa, Ximena. Una vez Xiomara salió en una conversación con tu madre y ella se molestó. Y sin embargo, tú sientes curiosidad por ella —mencionó Alejandro con una leve sonrisa mientras acariciaba la mejilla de Ximena, quien respondió con una sonrisa correspondiente, ansiosa por descubrir más sobre la persona que había dejado una marca imborrable en el hombre que amaba.
—Estamos en un momento de calma, donde no somos amantes y tú no eres el hombre que amo. Ahora, en este momento, somos amigos —aseguró Ximena, buscando establecer una conexión sincera con Alejandro.
—Está bien, amiga. Conocí a Xiomara en la universidad hace 10 años. Ella y yo nos encontramos una tarde mientras ella golpeaba a un bravucón. Este chico, con su cabello desaliñado y su mirada desafiante, acosaba y golpeaba a otro chico más débil. Me impactó ver a Xiomara, con su cabello rubio lleno de lodo, pero sin titubear ni un segundo, se interpuso y comenzó a golpear al acosador. Mientras otros estudiantes miraban con sorpresa, el chico maltratado suplicaba desesperadamente que lo dejaran en paz. Xiomara, era cinta negra en taekwondo, era una mujer valiente y decidida —relató Alejandro con una sonrisa nostálgica al recordar aquel momento.
Sus ojos brillaban con admiración mientras rememoraba la valentía de Xiomara.
—Cuéntame más. Esa mujer suena realmente impresionante.— Ximena se acomodó más cómoda en la cama, sus ojos fijos en Alejandro mientras escuchaba atentamente cada detalle de la historia.
Lo era, se enfadó conmigo porque la aparté de ese idiota y pensó que lo estaba defendiendo. En su frustración, Xiomara no dudó en lanzarme al lodo, hasta que comprendió que yo no estaba defendiendo al acosador y se detuvo de golpearme. Después de eso, la invité a salir, pero ella me rechazó en repetidas ocasiones, al menos unas 10 veces.— Alejandro rió suavemente mientras recordaba las múltiples negativas que recibió antes de lograr conquistar el corazón de Xiomara.
Jajaja, Alejandro, el rechazado por excelencia, pero el que persevera, alcanza.— Ximena rió con entusiasmo, disfrutando de la historia y del espíritu incansable de Alejandro.
—Sí, en el undécimo intento, finalmente logré convencerla y aceptó salir conmigo. No sabía muy bien a dónde llevarla, así que decidí llevarla a un elegante restaurante. Sin embargo, resultó ser una mala elección, ya que Xiomara no se sentía cómoda en ese entorno. La comida de lujo no era de su agrado y además, decía que el lugar olía raro y no la llenaba. Xiomara era una persona humilde y amante de los gatos, con un apetito voraz.— Alejandro hizo una pausa, recordando aquel incómodo momento en el restaurante.
Sus ojos se entristecieron ligeramente al pensar en cómo no había logrado entender los gustos más sencillos y auténticos de Xiomara en aquel entonces.
—Los gatos son lindos, estoy cansada —comentó Ximena, interrumpiendo los pensamientos de Alejandro. Su voz sonaba suave y cansada, pero llena de afecto.
—Descansa, Ximena —dijo Alejandro, acariciando suavemente el cabello de la joven, quien se acercó aún más a él.
La ternura en sus ojos dejaba clara la intensidad de su conexión y la importancia que tenía para él mantenerla cerca.
—En verdad deseo que algún día te enamores de nuevo, no importa que no sea de Camila ni de mí. Además, quiero escuchar más sobre tu historia con esa mujer.— Ximena miró a Alejandro con sincero anhelo, deseando que pudiera encontrar la felicidad en el amor una vez más.
Claro, Ximena. Alejandro asintió con una sonrisa llena de gratitud y promesas de compartir más de su historia con Xiomara. La calidez de la conexión entre ellos era palpable.
Ximena se acercó lentamente a Alejandro y le dio un beso fugaz en los labios. Después, simplemente cerró los ojos, dejando espacio para el silencio y la reflexión. Alejandro, por su parte, se mantuvo inmóvil, disfrutando del efímero roce de los labios de Ximena pero también sintiendo la complejidad de sus emociones.
Alejandro había planeado que por la mañana Camila los descubriera juntos, pero en el último momento se arrepintió.
Muy temprano, él se levantó de la cama y bajó a la sala para realizar algunas llamadas de la empresa. Cuando llegó Camila, él ya casi había terminado las llamadas.
—Ale, estoy cansada —mencionó ella mientras se acercaba a sentarse a su lado. El cansancio en su voz reflejaba la tensión y la incertidumbre que rodeaba su relación.
—Ximena me comentó que te fuiste de viaje anoche. ¿Dormiste bien? —preguntó Alejandro, intentando romper el hielo y aliviar la tensión que los rodeaba.
—Sí, muy bien. Dime, ¿ya hicieron las paces Ximena y tú?— preguntó Camila con curiosidad, tratando de cambiar de tema y encontrar un punto de conexión con Alejandro.
—Parece que sí. Hablamos de mi exesposa y...— Camila lo interrumpió abruptamente, expresando su descontento y mostrando claramente su incomodidad ante la mención de Xiomara.
—A mí no me hables de esa mujer —dijo Camila con voz firme, clavando sus ojos en Alejandro. Sus cejas fruncidas y el temblor en su mano revelaban su incomodidad. —Aquí, tu esposa soy yo—. Su tono era suave pero firme, dejando claro su deseo de ser la única mujer en la vida de Alejandro.
—Xiomara está muerta —respondió Alejandro en tono serio, mirando fijamente a Camila. Su mirada reflejaba un dolor profundo en sus ojos oscuros.
Ella apretó los labios y miró hacia otro lado, sin ocultar su disgusto.
—Y eso no cambia nada. Yo no te hablo de mis ex así que tú tampoco debes hablar de alguien que ya no existe. No le veo el caso —dijo Camila de manera grosera, su voz llena de desdén.
Alejandro suspiró, sintiéndose frustrado por la falta de comprensión de Camila.
—Está bien, Camila. Ve a descansar. Me iré de viaje en una hora.
Camila asintió y se retiró, dejando tras de sí una atmósfera tensa.
—¡Qué estupidez! —murmuró Alejandro para sí mismo, sintiendo la ira crecer dentro de él. —Yo sí tengo que escucharte siempre, pero ella jamás escuchará algo importante para mí.
Decidió llamar a Paulina para informarle que saldría de viaje y en un intento de encontrar consuelo, le preguntó si quería acompañarlo. Paulina aceptó al instante.
Alejandro colgó la llamada y en ese momento, Ximena apareció en la sala. Su presencia era imponente y su elegante figura llenaba el espacio con gracia.
—Buenos días, Alejandro —dijo ella con una sonrisa amigable. —Escuché que mi madre ya ha llegado y también que te irás de viaje.
—Sí, tengo algunas cosas que hacer —respondió Alejandro, cauteloso.
—¿Sobre la empresa?— Ximena preguntó con curiosidad, esperando saber más detalles.
—No, son cosas personales. Iré a visitar la tumba de Xiomara y de mi hijo. Hoy es el aniversario de su muerte —reveló Alejandro con pesar, con su tono lleno de tristeza.
—¿Hoy? Me imagino que debe ser un día difícil para ti. ¿Tenías un hijo?
Ximena se mostró sorprendida y conmocionada por la revelación, mostrando empatía en sus ojos.
—Sí, desafortunadamente murió en el vientre de Xiomara —respondió Alejandro, sintiendo cómo sus emociones amenazaban con desbordarse.
—Lamento haber preguntado —dijo Ximena con sinceridad, sintiendo compasión por Alejandro. —Oye, ya no te quito más tiempo. Ve y no olvides que aún tienes que contarme más de tu relación con esa mujer.
—Lo haré —respondió Alejandro con una mezcla de gratitud y tristeza en su voz.
Al notar la proximidad de Ximena, experimentó un cálido abrazo que lo tomó por sorpresa. Cerró los ojos por un instante, dejando que la sensación reconfortante lo envolviera. Inhaló el dulce aroma de Ximena, con su mente llenándose con sentimientos contradictorios. Pero rápidamente se dijo a sí mismo que no podía permitirse enamorarse de ella.
Tenía una misión pendiente: vengar la muerte de su esposa e hijo. No podía permitirse distraerse con los sentimientos que Ximena despertaba en él, especialmente como hija del hombre que le había arrebatado todo lo que más amaba.