Ximena salió de la casa de Lucas sintiéndose como una basura. Sus pasos resonaban en el silencio de la noche mientras caminaba hacia la calle en busca de un taxi. Su mente estaba llena de remordimientos y tristeza por lo sucedido. No podía creer cómo las cosas se habían descubierto para Lucas y sabía que su imprudente actitud había dañado años de amistad.
Finalmente, logró detener un taxi y se subió, sintiéndose ansiosa por llegar a casa y escapar de todo lo ocurrido. Durante el trayecto, se perdía en sus pensamientos, cuestionándose una y otra vez sus acciones y lamentando las consecuencias que había causado.
Al llegar a su casa, Ximena se sorprendió al encontrar las luces apagadas. La oscuridad envolvía el lugar, acentuando su sensación de soledad. Sin embargo, no prestó mucha atención a ese detalle y se dirigió directamente a la cocina en busca de agua para calmar su agitado estado emocional.
Pero lo que se encontró allí fue algo que no esperaba en absoluto. Bajo la tenue luz de la luna que se filtraba a través de la enorme puerta de cristal de la cocina, vio a Alejandro y Camila riendo y bromeando. Ambos parecían estar pasándolo bien, irradiando una felicidad que Ximena no había presenciado en mucho tiempo.
—Sí, estuvo fenomenal —mencionó Camila con una sonrisa radiante mientras acariciaba los hombros de Alejandro. Él, a su vez, le acomodaba un mechón de cabello con ternura. Ximena observaba la escena con asombro y una mezcla de emociones confusas.
—Sí, fue estupendo. La verdad es que nunca me había divertido tanto como lo hice contigo esta tarde, Camila. Eres una mujer maravillosa —dijo Alejandro con una expresión llena de admiración y cariño. Ximena se quedó allí, oculta en las sombras, sin atreverse a hacerse visible.
Pero la conversación entre ellos no terminaba ahí. —Aún no ha terminado, Alejandro. Todavía tengo una sorpresa para ti —añadió Camila, alejándose un poco y dejando entrever la silueta de su figura bajo la iluminación tenue. Ximena pudo ver cómo se desabrochaba la gabardina, revelando una hermosa y sensual lencería roja. El ambiente se cargó de tensión y anticipación.
—Te ves hermosa, Camila —pronunció Alejandro mientras tomaba su copa de vino, admirando la imagen frente a él. Pero antes de que pudiera continuar su frase, Ximena, en un acto instintivo, encendió la luz de la cocina, fingiendo sorpresa y asombro.
En ese momento, el silencio se apoderó de todos. Ximena estaba allí, de pie, capturando el impacto de su presencia en los rostros de Alejandro y Camila. Por un instante, sus ojos se encontraron con una mezcla de sorpresa, culpabilidad y vergüenza.
—Ximena has vuelto muy temprano —mencionó Camila mientras se abrochaba su elegante gabardina de color n***o.
—Sí, mamá.
Ximena comenzó a llorar y corrió a refugiarse en los cálidos brazos de su madre. Alejandro sonrió con malicia al notar la falsedad en las lágrimas de Ximena.
—Mami, Lucas terminó conmigo —Ximena no podía contener el llanto en los brazos reconfortantes de Camila.
—Xime, ¿qué ha pasado? ¿Por qué terminaron? —preguntó Camila, sintiendo un ligero peso en el corazón al ver a su hija tan afectada.
—Él piensa que lo engañé, por eso no quiere tener nada que ver conmigo.
La tristeza se reflejaba en los ojos llorosos de Ximena.
—Lo siento tanto, cariño.
Alejandro parecía divertirse mientras Camila intentaba consolar a Ximena.
—Voy a subir, cariño —mencionó Alejandro, abandonando a Camila y a Ximena en la cocina.
Camila y Ximena comenzaron a hablar sobre el dolor que Ximena aparentaba sentir por su ruptura, aunque en el fondo, la joven estaba secretamente satisfecha de que su madre y Alejandro no pudieran tener intimidad.
Después de algunas horas de conversación, Camila subió a su habitación.
En el balcón de la habitación, Alejandro se encontraba fumando, observando el oscuro cielo estrellado.
Escuchó el sonido de la puerta al abrirse cuando Camila ingresó a la habitación. Sintió los brazos cálidos de ella rodeándolo por la espalda, mientras su cuerpo se apoyaba delicadamente contra el suyo.
—Creo que a Ximena le afectó mucho terminar con su novio —mencionó Camila en un susurro, con su aliento rozando suavemente la piel de Alejandro.
—Lucas es un idiota, pero...
—No hablemos de Ximena y Lucas, Alejandro. Mejor continuemos donde lo dejamos —mencionó Camila con una voz coqueta, mientras Alejandro se giraba para enfrentarla.
Ella lentamente se deshizo de su gabardina, revelando su sensual lencería roja que realzaba su figura escultural.
—¿Te gusta mi lencería? —preguntó Camila, su voz ligeramente ronca de deseo.
—Ya te dije que te ves hermosa —respondió Alejandro, acercándose a ella peligrosamente.
La atrajo hacia sí, sus labios encontrándose en un beso ardiente mientras Camila intentaba desabrochar la camisa de Alejandro.
—Camila, detente —le pidió Alejandro, apartándola suavemente.
—¿No quieres hacerlo de nuevo? —preguntó Camila, con una mirada llena de deseo.
—No es que no quiera, la última vez no pudimos estar juntos porque te lastimaste y no quiero hacerte daño. Solo quiero que entremos, hace frío aquí fuera —explicó Alejandro con un suspiro, apagando su cigarrillo antes de entrar a la habitación.
Camila, con una sonrisa traviesa, ingresó a la habitación, dejándose iluminar por la tenue luz de la luna que entraba a través de la ventana.
Alejandro se acercó a ella, con su mirada ardiente recorriendo cada curva de su cuerpo.
Los rostros de ambos se acercaron lentamente, sus ojos se encontraron en un instante lleno de intensidad. Poco a poco, sus labios se unieron en un beso apasionado, en el que podía percibirse el fuego ardiente que los consumía.
El calor de su deseo se encendió aún más, envolviéndolos en una atmósfera de pasión desenfrenada.
Mientras se entregaban a esa danza apasionada, Alejandro exploró el cuerpo curvilíneo de Camila con manos expertas y delicadas. Sus dedos se deslizaron suavemente por cada rincón, descubriendo la piel tersa y cada contorno de su figura. Cada caricia era como una melodía sensual que los llevaba cada vez más cerca de la cuspide.
El roce de sus pieles desnudas generaba una explosión de sensaciones desconocidas, haciendo que sus cuerpos se acercaran más, buscando experimentar cada centímetro y cada curva. Cada jadeo, cada suspiro, cada gemido se convertía en una forma de expresar el deseo que los empujaba hacia límites inimaginables.
La habitación se sumergió en una nebulosa de susurros entrecortados y gemidos dulcemente ahogados, como si se tratara de un secreto susurrado en medio de las sombras. La lencería roja de Camila poco a poco se desvaneció, revelando su piel desnuda y revelando la belleza pura y cruda de su cuerpo, que se convertía en el objeto de admiración de Alejandro.
Cada movimiento se volvió frenético, como si el tiempo se detuviera y solo existiera la pasión que los envolvía en ese momento. El fuego en lo más profundo de su ser se avivó aún más, creando una conexión carnal y espiritual entre ellos. Era como si todas las barreras se hubieran desvanecido, dejándolos libres para entregarse por completo al placer.
Finalmente, la libertad llegó como una explosión de estrellas fugaces, iluminando la habitación con resplandor y llenando cada fibra de su ser con un 3xtasis incontrolable. Se abrazaron con fuerza, como si quisieran fundirse en uno solo, mientras sus corazones se calmaron y sus respiraciones entrelazadas buscaban encontrar la armonía en medio del caos.