Horas antes, Alejandro y Ximena estaban tan absortos en su animada conversación que no se dieron cuenta de que Lucas había pasado por el lugar con sus amigos.
El bullicio del café no pudo eclipsar su complicidad, mientras reían y gesticulaban con entusiasmo.
Parecía que la reunión con sus padres no se había llevado a cabo y Lucas había estado llamando a Ximena durante horas, pero ella no respondió el teléfono.
Lucas, desde lejos, observaba intrigado la escena, con el ceño fruncido y una mezcla de emociones encontradas en su rostro. Se sintió invadido por una extraña sensación de incomodidad al ver a Ximena tan cercana a su padrastro. Cada gesto, cada risa compartida, parecía aumentar ese malestar interior en Lucas, que no podía ignorar. Algo no encajaba y estaba decidido a descubrir la verdad.
—Lucas, vamos, los demás nos esperan —mencionó Paulina, intentando tomar la mano de Lucas, pero él la rechazó de inmediato.
—Sabes que tengo novia, no hagas eso. Yo respeto mi relación con Ximena —dijo Lucas, apartando la mirada de sus amigos y dirigiéndola hacia donde había visto a Alejandro y Ximena.
En ese preciso instante, Alejandro posó su mano sobre la de Ximena mientras ella le respondía con una sonrisa radiante, como una adolescente enamorada. El corazón de Lucas comenzó a latir desgarradoramente.
—Tú estás tan enamorado de ella y ella no pierde el tiempo coqueteando con su padrastro —bromeó Paulina, sin dejar de observar la expresión de Lucas.
Lucas no le prestó mucha atención, pero se sintió molesto.
—Se supone que Ximena es tu mejor amiga, no deberías hablar de ella a sus espaldas. ¿Qué clase de amiga eres? —respondió Lucas, con su voz cargada de decepción y frustración.
—¿Por qué no le llamas para ver si te responde? Aunque dudo que lo haga, está muy ocupada por lo que veo.
—Deja de sembrar dudas sobre tu amiga —intervino Lucas, comenzando a alejarse del café con la imagen mental de Ximena sonriendo para Alejandro.
La curiosidad lo impulsó a llamar a Ximena, pero ella no respondió. Movido por una mezcla de curiosidad y miedo, Lucas decidió investigar más a fondo los comportamientos extraños entre su novia y su padrastro.
Una noche, mientras Ximena dormía profundamente en el sofá de Lucas después de ver una película, su celular se iluminó con un mensaje de texto de Alejandro preguntando a qué hora iba a llegar a casa.
Lucas no pudo resistirse a mirar y se topó con varios mensajes comprometedores entre Alejandro y ella. Atormentado por la angustia, se adentró aún más en su teléfono en busca de respuestas.
Una terrible certeza se apoderó de él mientras desbloqueaba el dispositivo y navegaba por los mensajes. Ahí, frente a sus propios ojos, sus peores temores se confirmaron.
Las conversaciones entre Ximena y Alejandro eran una prueba irrefutable de su relación amorosa. Y no solo eso, también encontró fotos y mensajes que revelaban encuentros clandestinos en los que su novia se entregaba a la pasión con otro hombre.
El secreto estaba expuesto. El peso de la verdad era aplastante para Lucas, quien sentía cómo su mundo se desmoronaba, cómo el amor y la confianza que habían construido juntos se desvanecían en un abrir y cerrar de ojos.
Lucas apretó los dientes, tratando de contener su malestar, y volteó a ver a Ximena, quien dormía como si nada, mientras una lágrima recorría sus mejillas.
Él la amaba, siempre la había amado tanto, desde que eran más jóvenes, ella siempre había ocupado un rincón especial en su corazón. Incluso cuando ella se fue a estudiar al extranjero, él había planeado irse con ella, pero sus padres no lo aprobaron. Y ahora, que finalmente era su novia, sentía que nunca había sido realmente suya.
La pregunta que lo atormentaba era: ¿debía revelar la verdad y enfrentar las consecuencias, o mantener el secreto para proteger a Ximena? Se encontraba sentado en su habitación, con la mente agitada y los pensamientos enredados.
Lucas observaba las paredes, tratando de encontrar una respuesta en ellas, pero ninguna parecía satisfactoria. Sentía una sensación asfixiante en el pecho, el peso de una decisión que podría cambiarlo todo.
Para proteger a Ximena de su propia madre, aunque los mensajes que había leído dejaban en evidencia que era Camila quien necesitaba protección, no Ximena.
Cada opción parecía condenada. Si revelaba todo, sabía que enfrentaría una tormenta de dolor y decepción que podría acabar con todas las relaciones involucradas. Imaginaba las miradas de sus seres queridos llenas de desilusión, los gestos de resentimiento y la pérdida de confianza.
En el fondo, sentía que ese secreto no le correspondía revelarlo a él. Era como cargar un peso que no le pertenecía, pero aún así, le dolía mucho sentirse utilizado por Ximena. Recordaba cada palabra dulce, cada momento íntimo que compartieron, y ahora se sentía traicionado.
Por otro lado, si decidía guardar silencio, estaría viviendo en una falsedad, sintiendo cómo su corazón se rompía cada vez que veía a Ximena y Alejandro juntos. Las noches se volverían oscuras y solitarias, con la agonía de una verdad oculta. Sentía una mezcla de resentimiento y tristeza al ver a la mujer que amaba entregada a los brazos de otro.
Aquella noche se hizo eterna mientras Lucas luchaba consigo mismo. El silencio del cuarto era interrumpido solo por el sonido de su respiración agitada. Finalmente, tomó una decisión difícil pero necesaria. No podía permitir que las mentiras y la traición continuaran enredando sus vidas. Sabía que todo debía salir a la luz para que cada uno pudiera enfrentar las consecuencias y comenzar a sanar.
Decidido, Lucas despertó a Ximena para poder hablar con ella. La encontró aún adormecida, con el rostro sereno en contraste con la tormenta que se avecinaba. La hizo sentarse en el sofá, consciente de que a partir de ese momento nada sería igual.
Las palabras se formaron con dificultad en la boca de Lucas. Las soltó lentamente, como fragmentos de un cristal que se rompe.
—Lo sé todo, Ximena. Sé sobre tus encuentros con Alejandro, sobre tus mentiras y la traición.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, como una guillotina que se acercaba lentamente.
Ximena bajó la mirada, sus ojos llenos de culpa y tristeza. Apretó los puños con fuerza, como si quisiera contener el dolor que se acumulaba dentro de ella.
—¿Cómo? —preguntó con voz entrecortada, con su voz temblorosa revelando la tensión que sentía.
La expresión de decepción en el rostro de Lucas se profundizó al ver que Ximena ni siquiera se esforzaba por desmentir la verdad.
—Eso no es lo que importa, Ximena. ¿Por qué me usaste? Sabías que yo te amo. Lucas pronunció las palabras con un nudo en la garganta, su voz cargada de tristeza y desilusión.
La habitación se sumió en un silencio sepulcral.
Ambos eran conscientes de que sus vidas estaban a punto de cambiar irremediablemente. Lucas tomó una última respiración profunda y miró a Ximena directamente a los ojos, buscando una conexión que parecía haberse quebrado.
—No puedo continuar con esta farsa. Es hora de que enfrentes las consecuencias de tus acciones. Eso es lo correcto, aunque sea doloroso. Ximena, no solo me has hecho daño a mí, sino también a tu madre. Esa mujer ni siquiera sabe que tú y tu padrastro son amantes. Esto es una estupidez. Y yo no pienso ser tu juguete ni tu tapadera para que ocultes tus acciones con ese maldito. Ximena, él solo te está usando. Si en verdad te amara a ti o a tu madre, jamás las hubiera engañado. El verdadero amor no es traicionero. No puedo juzgarte, porque no sé qué es lo que te llevó a esa maldita relación, pero has perdido toda mi confianza. Ximena, no quiero volver a saber nada de ti. Se acabó lo nuestro.
El ambiente se llenó de tensión y tristeza. Los lazos de confianza entre Lucas y Ximena se habían roto, y la herida en el corazón de Lucas era profunda. Pero, a pesar de todo, llegó a la convicción de que la verdad siempre es el camino hacia la sanación, por más difícil que sea.
Ximena rompió el silencio, su voz entrecortada por las lágrimas.
—Lo siento tanto, Lucas. No quería que las cosas acabaran así, no con nuestra amistad. Tú eres un buen amigo.
Lucas, con ojos enrojecidos y la voz aún vacilante, respondió firmemente.
—Ximena, vete de mi casa.
Ximena hizo un intento por decir algo más, pero Lucas la interrumpió de manera cortante.
—Que te vayas.
Y así, entre lágrimas y palabras entrecortadas, el amor prohibido quedó expuesto, dejando en el aire un sentimiento de dolor y resignación.