Capítulo 10: No tenías que.

1646 Words
Ximena llegó agotada a casa después de un largo día en la universidad. El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas. Al entrar a la sala, encontró a su madre, Camila, inmersa en su rutina de revisar cuentas. La habitación se iluminaba con la suave luz de una lámpara de mesa, mientras que el sonido del rasgueo de una pluma y el tecleo de una calculadora llenaban el ambiente. Manteniendo silencio, Ximena observó a su madre perdida entre montones de papeles y documentos organizados meticulosamente. Camila lucía agotada, con algunas arrugas de preocupación marcadas en su rostro. Su cabello castaño, estaba recogido en un desordenado moño. Parecía concentrada pero también abrumada por las responsabilidades financieras que cargaba sobre sus hombros. —Ximena, hija, ¿estás bien? —preguntó Camila, interrumpiendo su tarea momentáneamente para echar un vistazo a Ximena. Ximena se acercó lentamente a su madre, sintiendo el cansancio en cada paso. Se sentó a su lado, sintiendo el abrazo cálido del sofá contra su espalda fatigada. —Madre, es solo que... no importa. ¿Cómo has estado? ¿Hoy no fuiste a trabajar? —respondió Ximena, intentando disimular su agotamiento. Camila suspiró, dejando la pluma sobre la mesa y apoyando sus manos en su regazo. Sus ojos oscuros, cargados de preocupación, se encontraron con los de su hija. —No, tomé un descanso. Pensaba pasar el fin de semana con Alejandro, pero las cosas no están bien entre nosotros últimamente. Ayer, mientras hacíamos el amor, él parecía distante —confesó Camila, sintiendo un nudo en la garganta al compartir sus preocupaciones con Ximena. Las palabras de su madre dolieron en lo más profundo de Ximena. Su semblante se entristeció. —Espero que las cosas mejoren entre ustedes. Voy a hacer mi tarea —respondió Ximena, intentando desviar la conversación hacia temas más ligeros. Camila asintió con tristeza, desviando la mirada hacia los papeles sobre la mesa. Parecía sumida en reflexiones propias, absorta en los problemas que la aquejaban. —No te vayas, hace mucho tiempo que no platicamos. Dime, ¿cómo está Lucas? —preguntó Camila, buscando mantener el vínculo con su hija. Ximena se sintió reconfortada por el interés de su madre. Miró fijamente a Camila. —No lo vi hoy, lo veré mañana. Tuvo una reunión con su familia y parece que no les gustó. Antes de ser su novia, ya eran malos conmigo y ahora que lo soy... —Ximena se detuvo, consciente de que estaba abriendo una puerta a los recuerdos dolorosos de su madre. Camila permaneció en silencio, sus ojos perdidos en la distancia. Las palabras de Ximena parecían haberla transportado a momentos pasados, cuando ella misma había enfrentado la adversidad y el rechazo. —Se ve que ese chico está enamorado de ti. Tal vez su familia solo esté tratando de protegerlo. ¿Recuerdas cuando Paulina, tú y Lucas hacían travesuras, y él siempre se llevaba la culpa? Eres un poco egoísta. Él es un buen chico, no lo lastimes. De alguna manera, me recuerda a tu padre —dijo Camila con nostalgia, tratando de encontrar una conexión entre el pasado y el presente. Las palabras de su madre resonaron en el corazón de Ximena. La imagen de su padre, fallecido tiempo atrás, volvió a su mente, acompañada de vivencias felices y un dolor que nunca desaparecería del todo. —¿Extrañas a papá? —preguntó Ximena, lanzando la pregunta al aire sin esperar una respuesta, sabiendo que esas palabras evocaban un dolor profundo. Camila suspiró, dejando que la tristeza y la añoranza inundaran su mirada. Las lágrimas amenazaban con escaparse de sus ojos, pero se esforzó por mantener la compostura. —Sí, lo amaba mucho. Cuando tu padre falleció, fue algo horrible para mí. Pensé que no podría superarlo, pero tuve que seguir adelante y cuidar de ti —respondió Camila con voz entrecortada, recordando el dolor que había atravesado y la fortaleza que había tenido que encontrar para seguir adelante. —No tenías por qué hacerlo, no soy tu hija. Me hubieras dejado con mis abuelos y no habrías desperdiciado tantos años de tu vida cuidando a una niña que no era tuya —dijo Ximena, sintiendo resentimiento mientras miraba fijamente a su madre, con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre el pecho. —Amaba a tu padre y aprendí a amarte a ti también. Tu padre siempre me trató con amor y respeto, y eso lo convirtió en la persona más valiosa para mí. No me arrepiento de haberte cuidado. Es cierto que al principio fue difícil para ti aceptarme como tu madre —respondió Camila, tomando la mano de Ximena con ternura mientras sus ojos reflejaban tristeza y añoranza. Ximena soltó un suspiro de resignación, dejando escapar algunos de sus sentimientos reprimidos. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar las dificultades que había enfrentado al lidiar con la pérdida de su madre biológica y la llegada repentina de Camila a sus vidas. —Mi madre apenas tenía un año de haber fallecido cuando mi padre ya se había casado contigo. Eso me dolió, pero luego me di cuenta de que eres una buena persona —mencionó Ximena, su voz quebrándose levemente mientras recordaba ese doloroso momento. Camila acarició suavemente la mejilla de Ximena, buscando transmitirle amor y comprensión a través de ese gesto. Sus ojos se llenaron de compasión y disculpa. —Mi niña, siempre querré lo mejor para ti. Ve a hacer tu tarea, yo tengo que terminar las cuentas. Además, quiero darle una sorpresa a Alejandro. Me vestiré sexy para él. ¿No quieres ir a casa de tu amiga Paulina? —preguntó Camila, ofreciéndole una opción para distraerse de sus pensamientos tumultuosos. Ximena asintió levemente, sintiéndose aún más molesta por tener que compartir a su amante con su propia madre. Con gesto desanimado, se dirigió hacia su habitación para dejar sus cosas de la universidad antes de salir de casa. La tarde se volvió oscura y tormentosa, al igual que el corazón de Ximena. En su caminar solitario por las calles, el viento soplaba con furia, zarandeando su cabello y envolviéndola con un aro de melancolía. Las nubes negras se abrieron entonces, dejando caer sus gruesas gotas de lluvia sobre ella, como lágrimas del cielo mezclándose con las suyas propias. El amor prohibido que sentía por Alejandro la consumía, pero también estaba en una relación con Lucas. El peso de la lealtad y el compromiso se mezclaban ahora con el deseo y la excitación que Alejandro despertaba en ella. Ximena se debatía entre la pasión arrolladora y la responsabilidad que la ataba a una relación más estable. Con Lucas ella no tendrá que compartirlo mientras con Alejandro los celos la acechaban cada que lo veía con su madre. ¿Sería posible que lo que sentía por él fuera real o simplemente una ilusión creada por el misterio y la prohibición? Decidida a buscar respuestas, Ximena se encontró con Alejandro en un café cercano. Ansiaba una conversación sincera con él, una que trascendiera los encuentros furtivos y permitiera explorar sus verdaderos sentimientos. Quería mirar en los ojos de Alejandro y encontrar la seguridad y la certeza que tanto anhelaba. —Alejandro, necesito hablar contigo —dijo Ximena con voz firme pero temblorosa, sus pupilas buscando las suyas, buscando la conexión que los definía. Los ojos de Alejandro, oscuros como la noche sin estrellas, la miraron intensamente. Ximena sintió cómo su mirada penetraba en lo más profundo de su ser, como si pudiera leer cada pensamiento que la atormentaba. —¿Qué deseas, Ximena? —respondió él con una voz seductora que siempre la dejaba sin aliento, ligeramente inclinándose hacia ella como si quisiera absorber cada palabra que salía de sus labios. Ximena tragó saliva, apretando los puños con fuerza para mantener la calma. Sabía que esta conversación podría cambiar el rumbo de sus vidas. —Quiero saber si lo que tenemos es real. Si lo que siento por ti es verdadero amor o simplemente una emoción pasajera —confesó Ximena, luchando por controlar el temblor en su voz, mientras su mirada buscaba desesperadamente alguna señal de reciprocidad en Alejandro. El rostro de Alejandro se oscureció por un instante, creando sombras de incertidumbre en su expresión. Pero rápidamente recuperó su máscara de indiferencia y misterio, dejando a Ximena con una mezcla de confusión y vacío en el pecho. —Ximena, no me hagas preguntas difíciles. ¿No crees que lo importante es el aquí y el ahora? Tu y yo estamos juntos no le pongamos etiquetas a lo nuestro, me encanta estar contigo —respondió él, desviando una vez más el tema de sus sentimientos con una sonrisa ambigua bailando en sus labios. Las palabras de Alejandro cayeron sobre Ximena como hojas secas en otoño. Se sentía confundida y desilusionada. ¿Acaso el amor no se trataba de conocer y comprender al otro? Alejandro y Ximena continuaron platicando, mientras se la tarde crecía, ambos sonreían de vez en cuando, mientras discretamente se tomaban de la mano. A medida que crecían sus sentimientos de confusión e incertidumbre, también crecía en Ximena una profunda angustia moral. La preocupación por el juicio de los demás la atormentaba, amenazando con desgarrar su mundo. Alejandro se marchó a su oficina mientras Ximena despidió volver a casa sin importarle los planes que Camila tenía en mente. Sentada en su habitación, Ximena contemplaba la foto de su madre en la mesa de noche. Los ojos tiernos de su madre la observaban desde el marco, recordándole el amor incondicional que siempre le había ofrecido. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Ximena mientras se preguntaba desesperadamente si el amor era capaz de romper todas las barreras establecidas sin causar daño alguno. Con el corazón roto y la mente atormentada, Ximena buscó respuestas en lo más profundo de su ser.
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