Durante la madrugada Sol abrió los ojos intentando adaptar su visión a la oscuridad de la habitación y sintió el brazo de Sasha rodeándola para mantenerla pegada a él. Entonces ella se dio la vuelta para mirarlo de frente, embobada con su belleza. Sasha dormía profundamente, porque debía estar tan exhausto cuanto ella después de las horas en las que se habían entregado totalmente aquella locura que ellos insistían en llamar “sexo”. Sol acarició el rostro de Sasha y sonrió con tristeza pensando en lo que le había pedido. Ella también sabía que no podía seguir trabajando en el club, por su hija y por la seguridad de Sasha, que ya le había demostrado ser un hombre posesivo y sus celos terminarían siendo un gran problema para ellos si ella seguía bailando para otros hombres. Sol tenía miedo