«¿Así se siente vivir en el infierno? ¿Es así como las almas rotas y desdichadas se sienten en el mismísimo averno? ¿O lo que siento es solo producto de mi corazón roto?»
No sabría cómo describir lo que he sentido por esta larga semana. No sé si sentirme bien porque no me ha tocado más o porque con sus palabras, con su indiferencia, con su odio hacia mí, me clava una daga que cada día se entierra más en mi corazón.
Aún recuerdo ese día, aún recuerdo cómo fui subida al cielo y bajada de golpe y tirada con fuerza contra el suelo ardiendo.
Creo que ese día la dulce Adara murió o corrió muy fuerte, logrado ocultarse de él
Flashback.
—¡Adara, mi niña! —oigo su voz alarmada, pero no me levanto del suelo. Yo sigo llorando desconsolada—. ¡¿Qué pasó, niña?! ¡Llamaré a tus padres!
Niego de inmediato y me apresuro a buscarla con mis manos.
—¡No lo hagas, nana! —le suplico apretando sus manos con fuerza al sentirla—. Quédate conmigo, por favor…
—Pero ¿qué ha pasado? —me pregunta alterada—. El señor Walton fue por mí, me ordenó venir contigo y luego de eso lo vi salir de la casa dando un gran portazo… ¿tan mal estuvo?
—Fue peor, nada, fue mucho peor… —digo, aferrándome a sus brazos, llorando con toda mi alma.
—¿Te hizo daño? ¿Tu esposo te ha hecho daño, Adara?
Tiemblo, no respondo, yo solo lloro sin saber qué decirle.
«¿Cómo le digo que él no me ama? Qué solo se casó conmigo por venganza»
Agradezco que no me insista, que me abrace y que me diga que sea lo que sea que haya pasado, dejará de doler, pero yo quiero que me duela, yo quiero que nunca deje de dolerme y no por masoquista, sino porque si duele como ahora, yo no olvidaré tan fácil y así no volveré a creer en las mientras de un hombre solo por oír su voz.
Por este motivo, aunque mi nana está abrazándome aterrada, queriendo saber el motivo por el cual me ha encontrado en el suelo desnuda y llorando con mi alma desgarrada, no dejo de hacerlo.
Necesito sacar esto, necesito dejar salir lo que siento para no ahogarme como él, porque si de algo estoy segura, es que yo lloraré, lo haré bastante debido a mi roto corazón, pero yo luego podré dormir, sonreír, ser feliz, ¿pero y él?
Yo dudo que Benedict Walton logre dormir a partir de ahora.
—Nana… —hablo al fin, con mi voz ronca, rota llamando su atención—. Prométeme que no le dirás nada a mis padres.
—No me pidas tal cosa, Adara —dice conmocionada—. Mírate cómo estás, ¡por Dios!
—Estaré bien… —declaro aun llorando—. Yo estaré bien, te lo prometo…
—¿Qué fue lo que sucedió, mi niña? —me pregunta tomando mi rostro, limpiando las lágrimas de mis mejillas—. ¿Te hizo daño? —insiste.
Llevo mis manos a su rostro, lo toco y le sonrío a pesar del dolor que me está matando en este momento. Me gustaría decirle todo, me gustaría confesarle sus amenazas, su sentencia dictaminada donde declara que viviré en esta jaula de oro, pero elijo guardarme todo para mí. Y no lo hago por proteger al hombre que decidí amar, creyendo que me amaba a mí. Lo hago porque antes de irme de aquí, quiero hacerlo con mi frente en alto, quiero decirle que mis manos no están manchadas de sangre y de lo que sea que él me culpa, no es cierto.
«No sé por qué cree eso de mí, porque actuó así, porque me engañó solo para hacerme pagar algo que yo no cometí. Ese día yo también perdí»
—Prometo decirte todo, pero solo si tú me prometes que no le dirás nada a mis padres, nana…
El silencio se hace presente en las dos, puedo jurar que oigo los latidos descontrolados de mi corazón, y creo que ella los oye también.
—Está bien Adara, prometo que no le diré nada a tus padres, pero necesito que me digas que ha sucedido, mi niña, por favor…
Dejo salir el aliento al oír su promesa, y así como el alivio de la misma me arropa, se esfuma en segundos al decidir abrir mi boca.
—Ben no me ama… —digo en voz alta, sintiendo cómo una daga es clavada en mi corazón—. No lo sabía hasta hoy y ahora yo deberé de estar en un matrimonio sin amor porque él jamás me amará, nana… —comienzo a llorar nuevamente, sabiendo que esta ahora será mi realidad y porque, en parte, no le estoy contando toda la verdad—. Creyó amarme, pero ahora que al fin estuvimos juntos, se dio cuenta de que todo esto ha sido un error…
Y no es mentira, todo esto es un error. Uno del cual me está haciendo pagar en carne propia.
—Mi Adara… —me dice con su voz quebrada—. Mi dulce Adara…
Sus brazos me rodean, besa mi cabeza y dejo de hablar, a mí solo me quedan ganas de llorar.
Fin del Flashback
Sé que Benedict está viviendo en la casa, yo lo oigo a la distancia. Reconozco el sonido de su caminar, percibo el aroma de su perfume amaderado en el ambiente. Hasta el sonido de su auto conozco muy bien. Una semana entera dentro de esta mansión fingiendo cuando me llaman mis padres que todo está bien. Una semana entera sola con nana, porque, aunque sé que Benedict está aquí, él no está realmente aquí.
Desde la noche de bodas, no me habla, y está bien para mí. Prefiero que me ignore a que me hable, pero no negaré que la frialdad en la que estoy viviendo me quema al punto de hacerme sentir en medio del fuego.
«¿Por qué me culpa de algo que no hice?»
Esa pregunta no deja de darme vueltas en la cabeza, no deja dormirme en paz. Como lo dije, mi vida se ha convertido en un infierno y yo solo quiero saber qué fue lo que yo hice para merecerlo.
Una semana entera preguntándome por qué me juró amor frente al altar, porque me enamoró, porque me engañó. Yo solo lo amé desde el primer momento, lo traté como lo más valioso que jamás había tenido. Le abrí mi alma entera, le entregué mi corazón, mi cuerpo…
Siento el ardor en mi pecho al recordar ese momento. Aún no lo supero, duele como si me hubiera abierto un hueco en mi pecho sin anestesia, usando la punta del puñal y enterrarla cada vez más lenta hasta que simplemente mi corazón dejó de latir, para doler.
El escozor en mis ojos se hace presente, pestañeo sabiendo que con esto mis lágrimas saldrán, pero no importa, llorar no me hace débil, en cambio, me está ayudando mucho, aunque no lo parezca.
La fresca brisa del atardecer acaricia mi rostro, tomo aire disfrutándolo un poco. Hoy, después de una semana, al fin he salido de la habitación. Le he pedido a nana que abriera las puertas del balcón y me acompañara a sentarme aquí un par de minutos. No puedo tomar sol directamente por mucho tiempo debido a mi delicada piel, pero siempre me ha gustado la naturaleza, caminar alrededor del jardín de la casa de mis padres, pasear un poco antes de que el día acabe.
El detalle es que aquí poco jardín hay, pocos árboles que brinden algo de sombra o eso me respondió nana cuando le pedí salir esta mañana. Según sus ojos, Benedict no tiene un jardín, mucho menos árboles altos como en casa de mis padres que brinden algo de sombra. Eso me desanimó un poco, ya que yo amo la naturaleza, además, quería salir a dar una vuelta, pero sabía que, si me expongo mucho al sol, me quemaría, pero mi nana me encontró una solución.
Ahora estoy aquí sentada en el balcón de la habitación, disfrutando de un atardecer que jamás he visto, pero que me lo imagino majestuoso e imponente. Nana esperó a que la inmensa estrella se ocultara detrás de las nubes para sacarme aquí y se siente bien. Mi piel no se siente ardida, la fresca brisa me acaricia y aunque no hay sonidos de aves como en la casa de mis padres, me siento bien sentada aquí disfrutando un poco del aire.
Oigo el sonido de la puerta ser abierta, por reflejo giro mi rostro hacia atrás.
—Deberías de sentarte conmigo un momento, nana… —le digo con una sonrisa—. Quiero que me cuentes cómo se ve el atardecer.
—Igual que siempre, no te pierdes de nada interesante, Adara.
Su voz.
Me tenso al oírlo, mi corazón late desembocado y mi cuerpo reacciona de inmediato ante su presencia. Me remuevo, me sostengo con fuerza del sofá y bajo mis pies para levantarme.
—No lo hagas —dice con frialdad—. Yo no he venido a conversar contigo.
—Benedict, tenemos que hablar —me apresuro a decir—. Yo necesito que tú sepas, que yo no soy la culpable de sus muertes. Yo…
—Cállate —me ordena con mordacidad—. No sigas, Adara. Lo último que quiero es oírte.
—Y si no deseas oírme, ¿por qué estás aquí en mi habitación, Benedict? —escupo la pregunta con molestia y dolor.
Sobre todo, con dolor.
—Me iré de viaje.
Su anuncio me toma por sorpresa, me confunde y me altera también, porque, ¿para qué me informa que se irá, si no desea ni hablarme?
—¿Para dónde? —me atrevo a preguntar.
—Eso no es tu problema.
—Y si no es mi problema, ¿para qué me informas de que te largarás, Benedict? Lárgate, pero a mí déjame en paz.
Mis sienes palpitan, mi cabeza se siente caliente y la desilusión mezclada con la impotencia me abraza con fuerza.
—Bájame el tono, Adara —sisea. Oigo sus pasos hasta que me sobresalto porque lo siento frente a mí—. ¿Acaso olvidas quién soy yo para ti? Puede que no te pida que cumplas con tus deberes como mi esposa, pero lo sigues siendo y los serás hasta el día en que te mueras —me advierte tomándome por el mentón—. Si no te he tocado más, es porque te he dado tiempo, pero si a mí me da la gana, yo mismo te despojo de ese beneficio y te tomo como mi mujer justo ahora si osas irte por ese camino.
Llevo mis manos temblorosas a su muñeca, la aprieto con la fuerza que puedo mostrar en este momento y dejándome llevar por mis otros instintos, mantengo mi mirada fija al frente justo donde está él.
—Ya me despojaste de todo lo que tenía, Benedict, así que tu amenaza no me causa más que lástima… —siseo con dolor—. ¿Quieres tomarme? Hazlo si te atreves, pero te informo que solo estarás con un cuerpo inerte —dictamino.
Mis piernas tiemblan demasiado, mi corazón late descontrolado y aunque no lo estoy mirando, mis ojos son dos dagas de fuego que apuntan al frente. Su cercanía me abruma, me abruma demasiado y aunque deseo llorar, me grito que no ganaré nada haciéndolo frente a él.
—Adara, Adara… —chasquea su lengua. La mención de mi nombre de esta manera me eriza los vellos de mí nunca y cuando me suelta el mentón, siento que mi alma vuelve a mi cuerpo—. ¿Realmente crees que cuando te toque, serás un cuerpo inerte? —pregunta cerca de mis labios—. Tu cuerpo me conoce, sabe quién, soy lo que causo en él, así que no sigas mintiéndome en mi propia cara y mucho menos me toques, al menos de que yo te lo ordene.
Aprieto mis dientes con fuerza, siento cómo mis lágrimas ruedan por mis mejillas al pestañear, pero no me muevo. Yo mantengo mi vista fija al frente porque yo sé muy bien que él me está viendo.
—¿A dónde irás, Benedict? —pregunto en un hilo de voz.
—Saldré de la ciudad por negocios y más te vale estar aquí para cuando yo regrese.
—Te prometo que no me moveré, si me permites hablar… —le suplico en un intento fallido por defender mi inocencia—. Prometo no irme si tú me das el derecho de palabra, Ben.
El silencio se hace presente en los dos, siento su cercanía, el aroma a su perfume me embriaga y aunque mis emociones en este momento están demasiado descontroladas, confusas y alteradas, yo me quedo plantada en mi lugar con los pies pegados en el suelo.
—Ya veremos cuando regrese —habla al fin.
—Eso no es una respuesta certera.
—Pero es justo la que te tendrá aquí esperando por mí —suelta sin más—. Óyeme bien, Adara, porque esto te lo diré una sola vez. Si yo vuelvo y tú no estás aquí, te buscaré y te haré pagar, no sin antes haber acabado con toda tu familia.
Su amenaza soltada con odio y resentimiento me altera mis nervios por completo. Jadeo, niego con mis manos en mi pecho tratando de comprender quién es el hombre que está frente a mí.
Oigo sus pazos alejarse de mí y mientras más se aleja, los latidos de mi corazón más se aceleran.
«¿Quién eres realmente, Benedict?»
—Espero que al regresar, estés aquí, Adara.
Dicho eso, el sonido de la puerta al ser cerrada con fuerza retumba dentro de la habitación y yo lo único que puedo hacer es cubrir mi boca para evitar llorar.