Tiempo

1584 Words
Tres meses después… Decir que estoy ansiosa, es quedarme corta. Estoy desesperada, angustiada y sin saber qué hacer. Tres meses sin saber de Benedict. Tres meses esperando. Tres meses imaginándome lo peor, pero solo en mi cabeza, porque las llamadas que le hace una vez a la semana a mi nana para saber de mí me dejan más que en claro que él está bien, pero, aun así, no puedo evitar preocuparme por él. «¿Qué tanto puede durar un viajes de negocios?» Yo no sé mucho del mundo empresarial, de lo que eso conlleva, pero no creo que por trabajo, dures tanto tiempo fuera de casa, ¿o sí? Lo que sea que esté haciendo, al parecer es importante y requiere de su presencia, porque para que no pueda regresar, deberá de ser algo muy significativo para él. Lo único que me mantiene tranquila son sus llamadas. Al menos pregunta por mí, por si estoy bien, por si como e incluso, por mi salud. Sé que lo hace solo para saber si realmente estoy aquí, pero pregunta y es lo que aquí me tiene, porque yo quiero defenderme y él me prometió dejarme -o tal vez-, al regresar. En este momento estoy en la cocina oyendo las noticias mientras mi nana me cocina una deliciosa lasaña. Siempre le pido que le suba el volumen para yo oír las noticias del día. Puede que no vea, pero tampoco soy una ignorante a los temas que suceden en el mundo, además, encerrada en esta jaula de oro, no hay mucho que yo pueda hacer. No hay un jardín donde caminar, mucho menos clases de música que tomar, o mis clases particulares. Benedict no nada más me quitó mi corazón, sino que también toda mi vida. Ahora solo me queda acompañar a nana en la cocina cada vez que prepara mi comida y, distraerme con las voces de los conductores al narrar los acontecimientos del día. Toda la cocina huele delicioso, la receta de la carne que mi nana está preparando no sé qué tiene, pero me tiene con la boca hecha agua debido a lo delicioso que huele. Mi estómago ruge debido a eso. —"Y en otras noticias, el magnate neoyorquino, Benedict Walton, ha sido visto esta mañana en la isla caribeña con la modelo Penélope Balk, en una situación muy comprometedora dentro de su yate. Al parecer, el recién casado le ha estado siendo infiel a su actual esposa, la hija del fiscal del distrito de la ciudad..." —fría, me quedo paralizada sin saber cómo reaccionar a lo que la mujer está diciendo. Nana me pide que cubra mis oídos, que no oiga, pero no puedo, simplemente no puedo dejar de oír lo que la presentadora está informando—. "Dicen los portales de chismes, que la belleza peculiar de la joven Young no ha sido suficiente para mantener a raya la vida liberal del magnate…" —continua. Se ríen, me nombran otra vez, comentan de mi vida como si me conocieran, como si supieran lo que yo he vivido y estoy viviendo en este momento. Mi cuerpo tiembla, la voz de la mujer se esfuma y ahora solo oigo los pasos de nana hasta que llega a mí tomándome por mis manos. —Nos iremos a casa, Adara —me dice, pero yo niego—. Nos iremos en este instante, Adara Valentine Young. —¿Era él? —le pregunto con el nudo en mi garganta. —Adara… —¿Era él en la pantalla? ¡Respóndeme! —Sí. Asiento sintiendo cómo mis ojos se llenan de mis lágrimas, sintiendo cómo mi corazón se rompe una vez más y como lo poco que me quedaba, él una vez más lo ha destruido por todo lo alto. El grito que dejo salir retumba en toda la cocina, grito con todas mis fuerzas debido al dolor que siento en mi pecho. Mi cuerpo tiembla, mi corazón late con fuerza y siento cómo el aire me falta, pero no dejo de gritar. Yo saco todo lo que por tres meses retuve dentro de mí mientras lo esperaba y él solo estaba con otra mujer viviendo su vida. —¡Mi niña cálmate, por favor! —me suplica desesperada. Mi garganta duele, se siente como si fuese cortada debido a la fuerza de mis gritos. Por primera vez en mi vida, me siento inútil, inservible, desechable. Por primera vez deseo ver de verdad, porque ansío mirar lo que me hizo, ¡estoy desesperada por verlo con ella y así quitarme de una maldita vez la venda que yo misma me puse por amor! Me levanto del asiento sintiendo cómo los brazos de nana me sostienen. Me mareo un poco, pero busco respirar. —Por favor, Adi… cálmate, mi niña... —¡No puedo! —grito exaltada, sintiendo cómo mi corazón sangra—. ¡No puedo calmarme, nana! ¡Él me mintió! ¡Me engañó! Él jugó conmigo… —jadeo dejándome abrazar por ella. Y sin dejar de gritar debido a todo lo que estoy sintiendo, me permito hacerlo una vez más. Una última vez debido a la vergüenza, a lo estúpida que fui, a lo ingenua que resulté ser. Lloro y grito con todo lo que tengo, porque a pesar del amor que le profesé, a pesar de mi momento catatónico, ya sé lo que haré. Ya he tomado una decisión. Un año después… Las notas causan que mi piel se erice, la melodía me transporta a un lugar mágico. Un lugar donde yo estoy danzando en medio de muchas flores bajo la luz del sol. Así me imagino mientras toco el piano y cuando la última nota se oye en el salón y mis dedos se detienen, los aplausos de mis estudiantes son los que se hacen presente. Sonrió llena de felicidad, de gozo al oírlos aplaudir lo que ellos me pidieron tocar. Se supone que había un examen, pero ellos saben cómo convencerme. —Eso fue hermoso, señorita Young. —Gracias, Amy —le digo con dulzura—. ¿Me veía bien? —Usted siempre se ve bien. Niego ante su amabilidad. Es una niña de dieciséis años, pero es demasiado madura y educada a diferencia de mis demás estudiantes que son algo revoltosos, pero bastante aplicados también. Siento sus manos en mis hombros, giro mi cabeza por reflejo y el beso que deja en mi cabeza causa que Amy suspire. —Eso fue hermoso, Adara. —Gracias —susurro con dulzura para luego ponerme de pie—. Muy bien, préstenme atención un momento, por favor… —les digo aplaudiendo para llamar su atención—. Se supone que ustedes serían quienes tocaran el piano interpretando la canción que desearan, pero… me envolvieron esta tarde —todos se ríen, incluso él—. Esta vez se las dejaré pasar, pero la semana que viene cada uno se sentará aquí a tocar al menos un minuto de lo que prefieran, ¿está bien? —¡Sí, señorita Young! —responde todos a una voz y yo más me rio. Me encanta que me digan así, pero no por ser su maestra de piano, sino porque se oyen como pequeños soldados. —¿Yo también debo tocar por un minuto? —pregunta de tras de mí sacándome una sonrisa—. ¿No se me permite tocar más de ese tiempo solo por ser yo? —¿Y quién se supone que eres tú? —inquiero con burla. Su carcajada fresca me hace a mí también reír y cuando me abraza con fuerza saludándome, acuno mi rostro en su pecho. —¿Te gustaría ir a comer conmigo? —¿Puedo negarme? —No. Me rio al oírlo alejándome de su pecho para responderle. —Entonces no me queda más que aceptar —digo encogiéndome de hombros—. Solo con una condición. —La que sea. —Caminaremos un rato por el parque antes de ir a casa. —Adara… ¿Cuándo no lo hacemos? —inquiere y yo en respuesta le muestro una mueca que lo hace reír nuevamente—. Claro que te llevaré, todos los días lo hago… —No está de más pedirlo y recordarlo. Otro beso en mi cabeza que me saca una sonrisa. Tomo mi bastón, mi bolso y camino sosteniéndolo por el brazo, respondiéndole cada pregunta que me hace. Desde hace un mes, son las mismas de siempre; "¿cómo amaneciste?" "¿Te duele?" "¿Te tomaste las medicinas?" "¿Estás descansando?" Y muchas como estas me hace Cameron cada vez que viene por mí. Sigo respondiendo cada una de ellas hasta que salimos del estudio de música. Frunzo mi frente un poco debido a la incomodidad, siento la brisa fresca mover mi cabello, pero continúo caminando a su lado hasta que me dice que abrirá la puerta del auto para mí. Una leve sonrisa se dibuja en mis labios debido a su caballerosidad. Cameron siempre me trata como una damisela, aunque es lindo que lo haga, yo no me considero una. Termino de guardar mi bastón en mi bolso cuando me giro rápidamente al sentir una mano en mi hombro. —¿Adara? Su voz gruesa, áspera, imponente y cautivadora retumba en mi cabeza con fuerza, causando que los latidos de mi corazón se aceleren y mis piernas tiemblen. Reconozco perfectamente esa voz, jamás podré olvidarla y aunque pasen cincuenta años después, yo la reconocería. —Benedict…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD