Ben me carga en sus brazos, mi cuerpo se estremece ante su tacto, pero mi corazón late debido a lo mismo. No nos dejamos de besar, pero puedo sentir cómo avanza por la habitación hasta que mi cuerpo es dejado sobre la cama con una delicadeza que me saca un suspiro.
«Él es tan perfecto, tan delicado conmigo, que con cada gesto me enamora más y más»
Mi respiración está acelerada, mis sentidos despiertos. Oigo cómo el sonido de la ropa se hace presente y solo imagino que se está desnudando para mí, para este momento. No negaré que me gustaría verlo, pero sé que cuando explore al fin su cuerpo con mis manos, lo conoceré y tendré en mi mente una idea muy clara de cómo es.
Siento el peso de su cuerpo sobre la cama, siento cómo abre mis piernas con sus anchas manos y mi cuerpo tiembla por reflejo.
—No temas, mi Adara, solo cierra tus ojos y déjate llevar.
Asiento acatando su orden dada con sensualidad. Cierro mis ojos y trato de enfocarme en sentir lo que sus manos causan en mí. Mi piel se eriza ante sus caricias, la sensación de ser perseguida se instala en mi pecho, pero no por algo malo, es porque está subiendo lentamente sus anchas manos por mis piernas y cuando llega al encaje de mi panti, mi respiración se altera.
Arqueo un poco mi espalda al sentir cómo juega con los finos tiros. Me gusta que me de mi tiempo de procesar lo que está haciendo. Ben tiene treinta y cinco años, para nadie es un secreto que es un hombre experimentado y que conmigo esté siendo delicado, es algo que me tiene con mi corazón muy acelerado.
«¿Cómo no estar locamente enamorada de él? Siempre me ha considerado y esta noche no es la excepción»
Muerdo mi labio al sentir la caricia por encima de la fina tela, mi cuerpo arde y se remueve debido al tacto. Jamás me habían tocado ahí, jamás nadie había llegado tan lejos. Jamás nadie lo había intentado, al menos.
Sus manos vuelven a los tiros de mi panti y, lentamente, comienza a bajarla sin que yo me oponga. Yo quiero esto tanto como él.
Mi cuerpo se siente diferente, mi centro palpita desesperado, mi cuerpo arde ante lo que aquí está pasando. Sé que es la excitación, pero jamás la había experimentado hasta hoy. Y me gusta, realmente me gusta cómo me hace sentir.
Por reflejo, levanto mis manos al sentir el peso de su cuerpo sobre el mío. Sonrío al tocarlo, al sentir su piel desnuda al fin después de meses de amor y citas en el teatro. Toco su espalda, es ancha y tonificada. Llevo mis manos a su abdomen y solo puedo imaginar a un cuerpo atlético y ejemplar para los demás. Su abdomen es firme, es duro, pero lo que está más firme y más duro aún, es lo que está en medio de sus piernas y que justamente está rozando en mí.
—Esto dolerá un poco, pero te aseguro que será peor mañana, Adara —dice cerca de mis labios.
Supongo que se refiere al cómo amaneceré. Adeline me dijo varias veces que duele al momento y duele después.
—Tú lo harás especial, confío en ti —musito.
Siento su rostro cerca del mío, sé muy bien que me está mirando a los ojos, aunque yo solo tenga frente a mí una nube negra y espesa que me priva ver con claridad. Pero cuando acerca sus labios a los míos, me entrego por completo sin importarme la oscuridad, porque por algún motivo, Benedict me brinda luz a través del amor que me da.
Me prendo de sus labios con la misma intensidad con que él lo hace, abro mis piernas y me aferro a sus hombros con fuerza al sentir cómo su m*****o ingresa lentamente dentro de mí. Me sobresalto, él me pide que me relaje.
Dejo de besarlo, él continúa besando mi cuello y yo opto por abrazar su cuerpo. Abro mi boca dejando salir un jadeo debido al dolor, mis ojos se cristalizan, mi pulso se altera y mi cuerpo tiembla a medida que él más se entierra en mí.
Siento un ardor incómodo, pero al mismo tiempo, mi centro late queriéndolo adentro por completo y cuando lo hace, Ben se queda quieto. El silencio nos arropa, solo se oyen nuestras respiraciones. La mía es más alterada que la suya.
—Por favor, continúa… —le suplico—. Solo se tú y continúa, Ben.
«Quiero esto. Yo realmente quiero esto»
—No me pidas ser yo, Adara —me advierte—. Si me lo pides, cuidadoso no seré. Tampoco me haré responsable.
—Entonces no lo seas, porque quiero que me hagas tuya como sea, Benedict.
Murmura algo que no comprendo y no por no oírlo, es solo el idioma que ha usado para eso, pero acata a mi petición. Sé que le cuesta, porque creerá que me romperá, y no es para menos. Realmente parezco de cristal, pero no lo soy. Soy fuerte, mucho más que él, lo podría apostar, porque todo lo que en mi niñez viví me volvió una joven difícil de derrumbar y eso mi esposo, Benedict Walton, pronto lo conocerá.
Un enorme jadeo se escapa de lo más profundo de mi ser al sentir cuando se mueve, y otro más, cuando su estocada contra mí arremete. Mis uñas entierro en sus hombros con fuerza a medida que él aumenta su movimiento. Arde, duele demasiado, pero supongo que es necesario. Así me lo dijo mi hermana y yo le creo.
«“Ese día te dolerá, pero el dolor será suplantado por algo más fuerte”»
Y tuvo la razón, poco a poco el dolor es suplantado por algo llamado placer. Un placer que jamás creí conocer y que ahora Ben me está presentando por todo lo alto. Mi cuerpo es estremecido ante sus embestidas dadas con fuerza, podría jurar que hasta con furia. Él es demasiado grande en comparación a mí, y que esté entrando y saliendo de mí, como si lleváramos años de intimidad, me causa una mezcla de sentimientos que no logro descifrar.
«Supongo que los hombres dejan de ser caballerosos y amables cuando del sexo se trata»
Me siento extraña, porque es como si él contra mí se descargara, pero al mismo tiempo me siento muy excitada por lo que sus embestidas me causan.
No sé nada del sexo, soy una neófita en las relaciones amorosas, pero aquí estoy, gimiendo en voz alta el nombre del hombre de quien me enamoré, a quien le juré amor frente a Dios y a nuestros familiares, sintiendo cómo mi cuerpo es estremecido por primera vez ante un orgasmo, elevándome a la cúspide del cielo y dejándome ahí disfrutando de las sensaciones que promete brindar si nos dejamos llevar.
«Me duele todo, me sentí su blanco, pero el orgasmo lo compesa»
—¡Dios, Ben! Eso fue… —ni siquiera puedo describirlo, estoy demasiado extasiada—. Te amo, te amo con toda mi alma, Ben…
Es lo único que logro decir.
Se detiene, vuelve a decir la misma palabra que hace un momento atrás murmuró, pero esta vez lo hace con molestia, llamando por completo mi atención. Sale de mí, dejándome un vacío que ahora conozco y siento cómo se levanta de la cama y camina por el interior de la habitación.
—¿Ben? —lo llamo confundida, sentándome de inmediato con mi cuerpo adolorido—. ¿Dónde estás, Ben?
—Yo no te amo.
«¿Qué?»
—¿Qué sucede, Benedict? —le pregunto confundida extendiendo mi mano, pero él no se acerca—. ¿Es una broma? Eso que dijiste es una broma, ¿verdad?
La excitación ha abandonado mi cuerpo, ahora se siente frío, con miedo. Mi corazón late con fuerza, pero debido a las mismas palabras expuestas y mis sienes palpitan tanto que siento que en cualquier momento me desmayaré.
—No es una broma, Adara, es la verdad. No te amo, jamás te amé y jamás te amaré —suelta con odio.
«Esto es mentira, esto es una pesadilla»
Intento levantarme, pero el mismo dolor me lo impide. Llevo mis manos a mi intimidad debido al dolor que precisamente ahí ha despertado y al sentir el líquido en mis dedos, al igual que en las sábanas, trato de buscar su presencia en la habitación. Sé lo que es, no soy estúpida y Adeline me lo explicó, pero ahora que es real y con sus palabras declaradas, la desesperación me golpea con fuerza mi pecho.
—Dime que me estás jugando una mala broma inglesa, Ben… por favor, dime que es una broma… —le ruego con el nudo en mi garganta—. ¡Dime algo, Benedict!
—Esta es la verdad, esta ahora es tu realidad —declara y yo me giro aterrada buscándolo detrás de mí—. Ya obtuve lo que quería, ahora eres mi esposa y de mí jamás te podrás librar. Vivirás dentro de esta jaula de oro perfecta que compré para ti rodeada de fuego de la cual jamás podrás salir —sentencia.
«¿Dónde está el tono amable, lo dulce en sus palabras?»
Niego, tanteando las sábanas para cubrir mi cuerpo, oyendo sus pasos en la habitación.
No comprendo nada, no entiendo por qué me hace esto si me ama. Le lloro, le exijo que me dé una explicación, que me diga que está jugando conmigo mientras ruego a Dios dentro de mí, que esto sea una pesadilla.
—¡No seas un cobarde! —le grito con dolor—. ¡Dímelo! Dime porque me haces esto, por favor… —lloro con mi alma y corazón roto, estremeciéndome cubierta por las sábanas manchadas de lo que le entregué por amor—. Dime porque me haces esto tan horrible, Ben…
—Enamorarte fue mi plan, casarte conmigo, mi objetivo. Tenerte, solo fue un gusto que me quise dar y ahora que ya te tengo, no te dejaré escapar, Adara, porque tú pagarás hasta el dia en que mueras lo que hicieron. Tus lágrimas, tu dolor, tu vida encerrada en este lindo averno, serán tu p**o.
—Ben… —musito, le ruego, lloro y tiemblo—. ¡Benedict!
—Tu vida a mi lado será lo que tendrás que vivir para pagar sus muertes, Adara. Y yo mismo me encargaré de que cada día de tu existencia sea un maldito infierno como son los míos.
Niego frenética sintiendo cómo mi alma abandona mi cuerpo, sintiendo cómo la frialdad de la muerte me arropa. Sé lo que significan sus palabras, se el peso de sus amenazas, por eso, me armo de valor para acercarme a él aún con mis lágrimas saliendo de mis ojos, pero solo logro caer de la cama debido a la debilidad en mi cuerpo y por haberme enredado con las sábanas y la misma conmoción en mi.
—Ben, hablemos, por favor… —le suplico aun sin levantarme—. Habla conmigo, por favor…
No me responde, yo intento dar con él con mis manos porque sé que está frente a mí, sé que me está viendo desde arriba. El sonido de su respiración lo oigo cerca y me quedo fría al sentir su fuerte agarre en mi mentón. Mi respiración está muy alterada, siento cómo se acerca a mis labios, causando que me quede quieta ante lo que hará.
—Ya deja de llorar, te ves patética —espeta con molestia—. Tienes veinte años, no diez. Tus manos están manchadas con sus sangres, eres una asesina sin corazón, así que las lágrimas conmigo no funcionarán, mucho menos que seas una ciega frágil.
—Ben… no me digas eso, no seas cruel conmigo…
—Solo estoy siendo amable, Adara. Agradécelo, porque no prometo serlo en la posteridad de nuestro hermoso matrimonio, mi linda y delicada hada nórdica…
—Suéltame —siseo entre dientes—. Suéltame, Benedict.
—Es curioso cómo hace un momento suplicabas porque te tocara —dice con burla.
—Es curioso cómo hasta hace un par de horas me juraste amor —replico sintiendo el dolor en mi corazón—. Al menos yo podré dormir esta noche aun con mi corazón roto, ¿pero y tú? ¿Cómo lograrás tú dormir con tu alma envenenada, Ben? Dudo que logres conseguir el sueño después de esta noche, porque no lo has hecho desde que llegaste a mí con una máscara perfectamente diseñada. Bravo, te quedó perfecto el teatro, ahora intenta vivir con eso.
Me suelta con molestia, siento que se aleja y cierro mis ojos con fuerza abrazándome sin levantarme del sueño.
Oigo cómo la hebilla de su cinturón se mueve, oigo sus pasos en la habitación y cuando siento el portazo dado con fuerza y el silencio que me queda, es que me permito llorar con las manos en mi pecho. Dejo salir todo sin importarme que me oiga, haciéndome un ovillo en el suelo.
Me engañó, llegó a mí solo para esto. Solo para hacerme pagar algo que no hice. Benedict me enamoró, me envolvió solo para atarme a él, encerrarme en esta inmensa casa que él mismo llamó “jaula de oro” para volver mi vida un maldito infierno perfecto a causa de unas muertes que yo no ocasioné y que ni siquiera tengo la culpa de ellas.
Lo admiro, realmente me quito el sombrero ante él, porque logró su cometido, pero me duele porque por el mismo objetivo, ha destruido lo único real y verdadero que jamás volverá a tener. Y por esa misma razón, lloro con mi alma desgarrada, porque la perfecta vida que creí tener no existe, no es real, jamás lo fue y jamás lo será.