POV Adara Young
Estoy nerviosa, sumamente nerviosa de lo que sucederá. Mis latidos están alterados, mis sentidos más avivados de lo que normalmente están. Trato de mantener mi respiración en calma, trato de no perder la cordura.
«Estoy nerviosa, pero también muy emocionada, ¡demasiado emocionada!»
Hoy es nuestra noche, esta noche será nuestra al fin. Aprieto con fuerza mis manos concentrada en lo que sea que mi nana me esté haciendo en el cabello. Ella está conmigo, ella será quien vivirá en esta nueva casa inmensa conmigo. Ella será quien me cuide, quien me cocine, quien me ayude en todos mis deberes. Ella es quien me está peinando para él, quien me está ayudando a vestirme para él.
Llevo mis manos al delicado encaje de mi babydoll, sonrío al tocarlo con la yema de mis dedos al sentir las formas de las flores en la orilla. Nana me dijo que era blanco, muy delicado como se lo pedí para esta noche especial.
Hoy, bajo el atardecer y frente a mi familia y amigos más íntimos, le di el sí al amor de mi vida, al hombre que amo con toda mi alma. Después de tres meses de cortejarme, de vivir un intenso y pasional romance donde su voz me cautivó al punto de no poder negarme, hoy por fin le dije “sí, acepto”, sosteniendo sus manos con Dios de testigo.
Según mi madre, me veía hermosa con mi vestido blanco de princesa. Según mi nana, él se veía enamorado al tomar mi mano y ponerme el anillo. Según lo que yo oí, todo estaba de ensueño para mí.
Ahora la noche ha llegado, ya no viviré con mis padres, ahora viviré con él en la enorme casa que para mí compró. He pasado de ser Adara Young a ser Adara Walton, la esposa de Benedict Walton, el hombre que me enamoró solo con su voz.
—Deja de moverte, Adara —me reprende mi nana con dulzura—. Estoy peinándote como me pediste.
Sonrío imaginando su cara. Por su voz, por lo que he tocado, me la imagino de baja estatura, piel clara, sonrisa dulce y cabellos con canas. Aunque ella me dice que no las tiene, yo me la imagino así.
—Lo siento, nana, es que estoy nerviosa…
—Tu cabello es largo, es abundante y delicado. Si te mueves, te quemaré y no queremos eso.
Niego de inmediato
—Prometo no moverme más, continua…
Sonrío sintiendo sus manos en mi cabeza retomar la tarea. A Ben –como le he dicho desde que lo conocí–, le gusta mi cabello blanco, dice que fue lo primero de mí que lo enamoró, y lo segundo, mis ojos. Puede que Dios me haya mandado al mundo ciega, pero al parecer tuvo compasión de mí y me heredó una belleza extraña. O así me dice mi madre.
Nací con mi cabello n***o, pero con el pasar de los años, comenzaron a nacer lunares de cabello blanco hasta que todo se volvió blanco por completo. Algo extraño, poco inusual, pero bastante llamativo para la comunidad de doctores a los que recurría mi mamá. Y no bastó con el cabello, también fueron mis ojos, pues me enviaron ciega al mundo, pero con un ojo azul y otro verde. Si mi vida fuera un cuento de hadas, yo sin duda fuera el hada maldita, pero como esto es la vida real, lo mío es heterocromía, esa anomalía donde los iris de los ojos son de diferente color mezclado con la poliosis que básicamente es la despigmentación de mi cabello de manera natural.
Y luego de años de parecer Cruella, terminé con mi cabello todo blanco. Lo de mis ojos, se notó desde mis primeros meses de vida y la ceguera, muchos meses después de esos.
Así que básicamente soy una humana muy extraña, bastante peculiar, privada de la vista, con una genética un poco desgraciada, pero que al menos se compadeció en belleza. O al menos eso me dicen mis padres.
Sonrío al recordar cómo Adeline me decía que, de yo ver, podría apreciar la cara de las personas al verme llegar a un lugar, y que, con eso, iba a comprender la belleza que se me heredó.
Supongo que no todos los días miras a una joven de cabello blanco, piel blanca, ojos de colores, delgada y en apariencia sobrenatural al punto de creer que es un cosplay de algún personaje y no una humana de verdad.
«Qué suerte que no veo, porque me sentiría incómoda ante las miradas de los demás»
Creo que por eso se me hizo fácil abrirme a él, porque no lo puedo ver. El día en que lo conocí, fue el mejor día de mi vida. Recuerdo lo que su voz me causó, lo que me hizo sentir al tomar mi mano y presentarse ante mí.
Esa noche conocí el amor a través de Benedict Walton y esa noche supe que nuestras vidas se enlazarían para siempre, porque no necesité mirarlo para conectar con él, para saber que él sería y es el hombre que siempre amaré.
Y ahora estamos aquí, donde después de tres meses al fin consumaremos nuestra unión. Él nunca me besó en esos tres meses de noviazgo, me respetó, me dio mi lugar y me prometió que me tocaría la noche de nuestra boda. La noche ya ha llegado y es mi nana quien me ayuda a estar lista para él.
Yo me duché, hice todo el ritual que una mujer debe de hacer. Soy ciega, más no discapacitada, así que sola me depilé, me preparé el cuerpo para él, y al salir de la ducha, me puse el conjunto blanco de lencería que mi madre me ha comprado y ha sido nana quien me ha ayudado a ajustar todo en su lugar. Aunque no hay mucho que ajustar, soy delgada, así que ya luego sentiré cómo mi cuerpo cambia con el matrimonio. Específicamente después de la intimidad.
Nana me ha secado el cabello, le he pedido que me haga unas ondas en las puntas. Por no poder ver, no me maquillo yo misma. Anteriormente, era Adeline quien me maquillaba, pero ahora ha sido nana quien lo ha hecho y yo sólo confío en que me haya dejado hermosa para él. También me ayudó a perfumar mi piel, con las uñas de mis pies y de mis manos, incluso. Usualmente, tenía en casa de mis padres quien se encargara todos los días de eso, pero ahora ya no estoy en su casa, ahora estoy en mi casa, la cual también es de mi esposo. No se negó en que nana estuviera conmigo, pero no sé qué me dirá sobre tener en casa, al menos una vez a la semana, quien me ayude con estos pequeños detalles. En mi casa asistía mi profesor de música, así como mis maestros. Supongo que no se negará que aquí vengan también.
Puede que sea ciega, pero nunca ha sido un impedimento para mí para estudiar, para formarme como una profesional. Desde que me resigné a no ver jamás, me dediqué a nutrir mis conocimientos lo más que pude. Gracias a Dios, el dinero tenemos, así que mis padres se encargaron de darme la mejor educación para que el día en que ellos no estén, yo no dependa de alguien para vivir. Aprendí a moverme en mi casa con el bastón, aprendí a hacerlo fuera de casa también y, aunque esta casa es nueva para mí y no la conozco como la de mis padres, me tomarían solo algunas semanas para hacerme un mapa mental y saber cómo moverme en ella sin rodar por las escaleras o llevarme alguna mesa.
«Solo es cuestión de paciencia y yo tengo mucha de ella. Al igual que Ben»
—Listo, mi Adara, ya te he peinado —me informa y yo sonrío emocionada—. Pareces un hada, te ves tan preciosa, mi niña…
Oigo su dulce voz quebrantada y no puedo evitar que mis ojos se cristalicen. Nana me conoce desde el vientre de mi madre, sabe todo lo que viví en mi niñez para adaptarme a la ceguera, a mi vida complicada por falta de vista. Ella estuvo cuando casi muero por la primera y única operación que me sometido para lograr ver, y que esté aquí conmigo, después de tantos años, me hace muy feliz. Ella es como mi segunda mamá y siempre estaré en deuda con ella por todo lo que hace por mí.
Busco tomar sus manos y, al sentirlas, las beso sonriéndole.
—Gracias por todo, nana… —le digo con amor—. Gracias por amarme tanto.
—Tú y Adeline siempre fueron como mis hijas y eso jamás cambiará —siento sus brazos rodearme y yo no dudo en corresponderle—. Ahora me iré, el señor Walton debe estar ansioso por entrar y estar con su esposa… —me dice con picardía y yo siento mis mejillas calientes al oírla—. Esta noche es muy especial, Adara, y sé que el señor te hará sentir amada…
—No creo que me pueda hacer sentir más amada de lo que ya me hace sentir, nana.
—Mi niña, eres muy inteligente, independiente y perspicaz a pesar de no ver, pero una relación emocional no es igual a una física y tú y el señor Walton esta noche consumirán lo que por meses formaron. La conexión trascenderá, será diferente, irá más allá de las emociones, será en cuerpo y alma y eso, mi niña, marca nuestros cuerpos. Sé que él sabrá hacerte sentir adorada y ya mañana, me contarás cómo te fue.
—Estoy nerviosa —confieso y ella se ríe—. ¿Eso me hace estúpida?
—¡No digas tonterías, Ada! —me río ante su represión—. Es su primera noche juntos, es normal que estés nerviosa, pero el señor Walton es un caballero, y estoy segura de que sabrá tratarte como la reina que eres para él.
«Es verdad, Ben es un caballero»
—Bueno, ya estoy lista —digo animada—. Puedes decirle a mi esposo que venga a la habitación, nana.
Sus pequeños aplausos me hacen reír. Nana se me acerca nuevamente, me abraza y me dice que solo me deje llevar. Luego de eso, oigo sus pasos alejarse, el sonido de la puerta ser abierta y cerrada en segundos. Me quedo sentada en el sofá, esperando por él, sintiendo cómo en mi vientre se acumulan las emociones de lo que sucederá.
No soy ajena al tema s****l. Adeline se encargó de instruirme muy bien sobre el tema, sobre métodos anticonceptivos y todo eso que evita que me vuelva una madre joven. Nunca he estado con un hombre, tampoco se como estar con un hombre, pero ella me ayudó mucho a expandir mi mente con audios que me descargó para oír y las lecturas que me hacía antes de dormir. Su sueño era que yo tuviera novios como una chica normal. Y fuera una ciega muy inteligente tambien.
Supongo que jamás consideró que su hermanita iba a decidirse experimentar el sexo en la misma noche de bodas. Y aunque lo quise hacer antes con él, Benedict me prometió que no me tocaría hasta la noche de nuestra boda y lo logró.
Pienso en él, en cómo me lo imagino, y una sonrisa se dibuja en mis labios. Sé que es alto, muy alto en comparación conmigo, también sé que es fornido porque lo he tocado. Al no ver, debo tocar a las personas para poder tener una idea de sus facciones, de cómo lucirán, así que con Ben, en mi mente, es la personificación del hombre perfecto.
Mandíbula cuadrada, nariz perfilada, brazos anchos. Me dijo que sus ojos son azules, que su piel es clara, su cabello n***o y, según mi nana, su sonrisa es perfectamente encantadora. Amable, educado, muy centrado, con una ética profesional bastante perfecta. Es un hombre intachable, poderoso, que impone con su sola presencia –o eso me dicen ellas-, y está bien, todo eso está bien para mí y por supuesto que me hace sentir encantada y especial por haberme elegido a mí como su esposa, pero a mí lo que me enamoró de Ben fue lo más sencillo, pero poderoso para alguien que no ve.
No fue su fornido cuerpo, sus facciones perfectamente simétricas, mucho menos su dinero, o que sea un hombre que robe suspiros donde llega. A mí lo que me enamoró de Benedict fue su voz. Algo tan simple, quizás insulso para otras, pero no para mí.
Esa voz gruesa, áspera, con cierto acento inglés, fue la que me aceleró el corazón y sé que así esté a miles de metros de distancia y él gritara mi nombre, yo la reconoceré de inmediato porque fue con su simple voz que me robó el corazón.
El sonido de la puerta al ser abierta llama mi atención y yo volteo de inmediato a esa dirección. Al no ver, mis demás sentidos se desarrollaron el triple desde mi niñez, así que, de todos, el oír es el que está más avivado que los demás.
—¿Ben? —pregunto con una sonrisa en mis labios—. ¿Estás aquí?
—Aquí estoy, Adara.
Mi sonrisa se ensancha al oír su voz, mi corazón late con fuerza al sentirlo cada vez más cerca. Sus pasos calmados me anuncian que pronto llegará a mí y cuando siento su mano en mi mejilla, cierro mis ojos disfrutando de su caricia.
—Nunca me voy a acostumbrar a tu belleza, Adara —murmura con esa voz que me acelera el corazón—. Pareces un ángel, un ser mágico, un hada. Y ahora que te tendré, no sé si sentirme bien o mal.
—No me endioses, Ben… soy una mujer un tanto peculiar, pero soy tan humana como tú —musito con dulzura, tomando su mano con las mías—. Ahora somos esposos y esto es lo que los esposos hacen, esto es lo que haremos, así que tratemos de hacerlo especial, ¿sí?
—¿No me temes, Adara?
—No —respondo de inmediato sonriendo—. ¿Por qué debería de tenerle miedo a quien me ama?
—No me has visto, nunca lo harás.
—Y no necesito hacerlo, Ben… —llevo mis manos a su rostro y lo toco con calma hasta acunarlo en mis pequeñas manos—. Para amar a una persona no necesitas precisamente verla. El amor va más allá de la vista, también incluye los sentidos, lo intangible y lo que no vemos. Tú me amas por cómo soy, aun siendo ciega, me has jurado tu amor… yo te amo sin verte, porque te he conocido más allá del físico, he conocido tu alma a través de tu voz. De eso se trata el amor, ¿no es acaso románticamente extraño y emocionante?
—Sobre todo emocionante.
Asiento riéndome porque a pesar de ser frío, conmigo logra ser cálido.
—Entonces bésame para seguir experimentando la emoción del amor, Benedict Walton.
Oigo su respiración, siento sus manos en mi cintura y cuando estoy por hablar algo más para aligerar el ambiente, sus labios impactan con los míos en un beso tan intenso que me roba el aliento. Llevo mis manos detrás de su cuello y me aferro a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello.