CAPÍTULO 5

1052 Words
Dos meses y medio antes: —¿Tiene reserva, señor?— Me quedé de pie detrás del mini conserje del restaurante, con los dedos revoloteando sobre el teclado del ordenador que tenía delante. Sonreí ligeramente al tipo que tenía delante, aunque me pareció forzado. El tipo también sonrió. Sin embargo, no iba dirigida a mí, sino a la atractiva chica que tenía al lado. Deslizó el brazo por detrás de la espalda de su cita, su mano se deslizó por su cintura y casi le tocó el trasero. Sentí que la bilis me subía por la garganta. Otra vez no. Habló con voz profunda y suave. —Sí. Se llama Demian Miller. Por supuesto que lo estaba. Siempre había estado bajo ese nombre cada vez que venía a este lugar. —Demian Miller—, fingí escribir, con los dedos golpeando ligeramente el teclado para crear sonido. No tuve que comprobar si había hecho alguna reserva. Sabía que sí. Llamaba todos los sábados por la mañana para hacer una reserva para dos a las siete. Nunca dejaba de pedir el reservado de la esquina, junto a la ventana, que es el mejor sitio para sentarse en el restaurante. Llevaba un mes acaparando esa misma mesa y creo que mis clientes empezaban a enfadarse. Hice clic varias veces en el ratón, simulando que buscaba su nombre en nuestra base de datos. —Sí, Demian Miller. Mesa para dos. Le miré y -¡sorpresa, sorpresa!- no podía dejar de mirar a su cita. Sus ojos recorrieron los rizos rojos que caían en cascada sobre sus hombros, sus enormes pechos y el resto de su perfecto cuerpo de talla cero. La forma en que la miraba me daba ganas de vomitar. No la miraba con interés y asombro, no como un hombre miraría a una chica en la primera cita. La miraba con hambre y lujuria, como si fuera a llevarla a su casa justo después de cenar y tener sexo salvaje con ella... si ella lo permitía. Pero lo haría. Siempre lo hacían. Demian Miller siempre se salía con la suya con las chicas... y estaba bastante seguro de que esta noche no sería una excepción. —Sí, así es—. Dijo Demian después de finalmente lograr apartar su mirada de la chica. Mi sonrisa se tensó mientras agarraba dos menús del mostrador. —¿Vamos, señor y señora Miller? Llevaba tiempo queriendo decir eso, solo para irritarle. Como esperaba, hizo una mueca e intentó corregirme. —En realidad, eh, no es… La chica le puso la mano seductoramente en el hombro, con el pelo revuelto hacia delante. —Sra. Miller, ¿eh?— Sonrió seductoramente a Demian. —¿Me estás insinuando algo?— Enarcó las cejas. Casi me dieron ganas de reír. Poco sabía ella que ni siquiera iba a tener otra cita con él, y mucho menos a ser la próxima Sra. Miller. Yo lo sabría. Había estado trabajando en la Cocina de Albahaca todo el verano después de la graduación. Mi mejor amiga, Cara, había decidido abandonarme haciendo un viaje improvisado para visitar a unos parientes en Francia. Me dejó sola en Boston. Durante las primeras semanas de verano, literalmente no tenía nada que hacer. No estaba muy unida al resto de mis compañeras y estaba segura de que se habían olvidado de mí en cuanto dejamos el colegio para siempre. Así que pensé que podría aprovechar al máximo mi último verano antes de ir a la universidad. Cuando mi padre se enteró de que me habían contratado, me convenció para que trabajara en Wilson and Co. Yo, sin embargo, pensaba de otra manera. Cuando supo que no iba a ceder, enseguida consiguió algunos favores entre sus clientes y me consiguió un trabajo como camarera en Basil Kitchen. Estaba encantada, por supuesto, ya que por fin podía demostrar que era independiente. Era mi primer trabajo y ya me encantaba. Me encontré realmente a gusto allí. El personal de Basil Kitchen siempre sonreía amistosamente. Siempre me hacía ilusión reunirme con ellos en la cocina de atrás, charlar y cotillear sobre los clientes que entraban por las puertas del restaurante. Uno de ellos me había advertido sobre Demian Miller. Era el hijo de Harry Miller, el propietario de Miller Enterprises. No sé si te has enterado, pero Miller Enterprises es jodidamente famosa. Básicamente, se especializa en todos los productos conocidos por la humanidad: utensilios de cocina, aparatos de aire acondicionado, cabezales de ducha, e incluso mi propio rizador de plancha. Sí, era así de famosa. En fin, me contaron los escándalos de Demian dentro y fuera del restaurante. Cada fin de semana, llevaba a una chica diferente a cenar. Siempre le acompañaba un tipo específico de chica: rubia o pelirroja, ojos color avellana, pecho enorme y cuerpo alto y curvilíneo. Se les veía a él y a la chica teniendo una cena sencilla y agradable en su reservado habitual. Durante la cita, dejaba que fuera la chica la que hablara. Y claro, a las chicas les encanta hablar de sí mismas. Él siempre escuchaba, pero nunca revelaba mucho sobre sí mismo cuando le preguntaban. Suponía que si lo hacía, las cosas se complicarían mucho más a la mañana siguiente. La cita solía durar una media hora. Después de pagar la cuenta, la cogía por la cintura y la sacaba del restaurante con una sonrisa pícara. Luego la llevaba a su apartamento, a menos de diez minutos de distancia, y así... Vivía y respiraba aventuras de una noche. No es que tuviera ningún problema. Pero siempre parecía hacerle la vida imposible a la chica. Porque todos los domingos por la mañana, el personal de la mañana de Basil Kitchen veía a su última conquista, con el maquillaje corrido por la cara, dando tumbos por el pasillo y con los ojos llenos de lágrimas. Creo que nunca nadie me había caído tan mal como Demian Miller. Utilizaba su atractivo para conseguir lo que quería, o a quien quería. Trataba a sus ligues como si fueran una mierda, a juzgar por la forma en que solían reaccionar cuando acababa con ellos. Y aunque nuestras conversaciones solo se basaban en cosas como ¿qué le apetece comer? O ¿le apetece más champán? Yo seguía sintiendo que era una especie de ser humano horrible.
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