CAPÍTULO 6

1206 Words
—Por aquí, Sr. y Sra. Miller—. Murmuré mientras me abría paso por el restaurante. La Cocina de Albahaca siempre estaba llena, sobre todo los fines de semana. Era uno de los restaurantes más populares de la zona. Todo el mundo que es alguien viene aquí. Les hice pasar al gran sueño de un restaurante. Una moderna iluminación iluminaba la sala y complementaba su diseño. Mesas de madera cubrían el suelo, que ya bullía de actividad. Los demás camareros y camareras sostenían bandejas y se esquivaban rápidamente cuando se cruzaban. Sin mirar ni una sola vez si Demian y su cita me seguían, continué mi camino. Les oí cuchichear entre ellos y las risitas de la pelirroja me hicieron estremecerme. —Su mesa, Sr. y Sra. Miller. Oí a Demian suspirar. Luché contra las ganas de reírme. Cuando estuvieron sentados en su mesa, les entregué los menús y me aparté para que decidieran lo que iban a comer. Demian me devolvió el menú antes de pedir lo de siempre. —Solo la ensalada, por favor—. Dijo. Lucho contra el impulso de burlarme. ¿Una mísera ensalada? ¿Qué eres? ¿Un ratón? Dirigió su atención a su cita: —¿Qué te apetece, cariño? La pelirroja bajó la mirada y se sonrojó cuando la llamó así. Probablemente, no lo haría si supiera que él había usado ese término cariñoso con la chica la semana pasada, o la anterior, o la anterior a esa. —Tomaré el jarrete de cordero, por favor—. Cerró el menú y me lo devolvió. Volví a asentir mientras escribía su pedido. Después de eso, me apresuré a la cocina para hacer sus pedidos. Mientras cruzaba las puertas de la cocina, vi a Marianne limpiándose las manos en la falda antes de salir con un par de platos de comida. Era una camarera a la que conocía desde hacía tiempo. Llevaba un año trabajando en el restaurante y lo sabía todo sobre los tejemanejes de Demian. Al pasar junto a mí, exhaló un suspiro. —Entonces, ¿qué aspecto tiene? Se refería a la nueva chica de Demian. —Típica—dije. —Pelirroja. Cuerpo de asesina. Piernas largas. —Por supuesto.— Se rió. —¿Te dio algún problema, Aleja? Como si nada, se me revolvió el estómago. Tenía la sensación de que iba a dar problemas. —Todavía no—. Le contesto: —Pero lo hará. * Y tenía razón. A veces, los domingos por la mañana, visitaba la Cocina de la Albahaca aunque tuviera turno de tarde. Supongo que me había encariñado con el personal. Me encontré charlando con algunos de ellos en la cocina de atrás, con Marianne parloteando sobre la escapada del señor Miller la noche anterior. Supuse que Demian era su principal fuente de cotilleos, porque nunca hablaban de nadie más. —¿Te lo puedes creer? Deslizó la mano por debajo de la mesa y empezó a tocarle la pierna—, dijo Marianne, con la incredulidad cruzándole la cara. —¡La pobre estuvo lloriqueando y gimiendo toda la comida! Eché la cabeza hacia atrás para reírme. El resto del personal se unió. —¿Siempre hace eso? —A veces—se rió. —Cuando se siente... ya sabes. Excitado. —Qué asco—Murmuré. —¡Ese hombre no tiene vergüenza!— Uno de los empleados de cocina gritó. Otros asintieron con la cabeza. Supongo que era bastante mezquino por nuestra parte juzgar a Demian Miller y sus asuntos privados. Pero era difícil no hacerlo porque siempre venía aquí cada semana con una chica nueva colgada del brazo, como suplicando que cotilleáramos sobre él. Me preguntaba si sabría que hablábamos a sus espaldas. Sin duda demandaría al restaurante si lo supiera. De todas formas, tiene dinero para hacerlo. Después de nuestra sesión de cotilleo, decidí volver a casa. Aún era temprano. El sol colgaba alto en el cielo, las nubes se apartaban para que proyectara su cálido calor sobre la ciudad. La gente empezaba a llegar al restaurante, ansiosa por el brunch. Me despedí de Marianne y del personal cuando vi a una pelirroja que me resultaba familiar corriendo por las calles, con una expresión de pura rabia en el rostro. Maldita sea. Salía del restaurante apenas vestida, solo con una camiseta blanca y los tacones de gatito que se puso anoche para cenar. Parecía un desastre. Llevaba el pelo rojo brillante revuelto y la cara... wow. Tenía los ojos manchados de eyeliner y el rímel se le corría por los lados de la cara. Su piel era pálida, excepto por el ligero rubor de sus mejillas. Parecía cualquier otra chica a la que Demian Miller se hubiera follado a lo grande, pero peor. Porque estaba enfadada. Incluso furiosa. La observé desde la ventana del restaurante con curiosidad. No sabía si debía salir y ayudarla o algo, tal vez preguntarle si estaba bien. Estaba claro que no parecía estar bien, pero al menos valía la pena intentarlo. Justo cuando estaba a punto de salir del restaurante, vi a Demian desde lejos, corriendo tras ella. Apenas llevaba ropa, solamente una camiseta negra y unos calzoncillos. La pelirroja se volvió y, al verle, puso los ojos en blanco y siguió caminando. Demian la alcanzó y la agarró del hombro. La pelirroja se giró y le dio la espalda. Yo me reí. Al menos no tuvo miedo de mandarle a la mierda. Demian y la pelirroja empezaron a discutir fuera del restaurante. Por su aspecto, parecía una discusión muy acalorada. Solo pude oír un poco de su conversación, pero fue suficiente para saber que Demian la había molestado seriamente. —¡Me mentiste!— Gritó, agitando las manos como una loca. Algunos de los clientes del restaurante empezaron a mirar fuera para ver qué pasaba. Incluso el personal salió de la cocina para ver el alboroto. —¡Me prometiste que no sería una de esas chicas al azar que te follaste! —¿Lo hice?— Finge estar confuso. Aunque me doy cuenta de que se esfuerza por no sonreír. —Supongo que debo haber estado hablando con el culo todo el tiempo. No deberías hacerme caso. Se me da fatal decir la verdad. ¿Qué? j***r. La pelirroja apretó el puño con furia. Se acercó a él y le apuntó con un dedo al pecho. —Que te jodan. En lugar de hacer una mueca, Demian se rió. —Cariño, ya lo has hecho. Entonces, ¡pum! Le dio una fuerte bofetada. Algunos de los clientes jadearon. Me quedé con la boca abierta. Oí a Marianne detrás de mí estallar en carcajadas. La pelirroja retiró la mano y se alejó de él, con la satisfacción reflejada en el rostro. Demian se quedó de pie junto a la acera, conmocionado por lo que acababa de ocurrir. Me di la vuelta rápidamente y procesé lo que acababa de ver. La forma en que había tratado a la chica era absolutamente horrible. Contrastaba totalmente con cómo se había comportado con ella la noche anterior. Y no podía creer que le hablara de esa manera. Como si no fuera más que basura. Desde entonces, mi odio hacia ese hombre creció.
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