—¡AY!
Maggie deja caer la tostada quemada al suelo y se chupa el dedo quemado.
—¡Que te jodan, tostadora, pequeña zorra!— Grita.
Sí, definitivamente está emparentada con Zayn.
Anoche llevé a Zoey a su casa y luego me fui a casa. Cuando me desperté esta mañana, Evelyn me mandó un mensaje -por fin tenía mi número de teléfono- y me pidió que cuidara a Zayn hoy.
Así que aquí estoy, sentada en su cocina, viendo a Maggie intentar hacer tostadas y fracasar repetidamente.
—¿Por qué tengo que cuidar a Zayn hoy si tú estás aquí?
—Porque mi madre cree que no soy lo bastante responsable y le dejará hacer lo que quiera y fingir que no ha pasado nada para que le pague.
De repente me siento muy culpable por no haberle dicho a Evelyn que Cole e Isaac estaban aquí.
Básicamente soy un criminal.
—¿Qué estás haciendo?— La voz rasposa de Zayn por la mañana dice mientras entra en la cocina, sin camisa, vistiendo nada más que pantalones de chándal.
Parece como si acabara de despertarse, pero aún así parece el tío vivo más sexy.
—Hola, empollona.
Intento apartar la mirada de su cuerpo bronceado y tonificado.
—Estás babeando un poco, princesa.
Le miro, una sonrisa cómplice se extiende por su rostro cansado.
—¡j***r! ¡Se ha vuelto a quemar!— Maggie maldice.
Zayn tuerce la cara y la de su hermana.
—¿Cuál es tu problema? ¿Qué clase de imbécil no sabe hacer tostadas?
—Cállate, zorra—le tira la tostada quemada a la cara y cae al suelo.
No puedo evitar reírme al ver la cara arrugada de Zayn. Qué mono.
No acabo de pensar eso.
Zayn va a uno de los armarios de la cocina y saca un bote de advil, luego coge un vaso de agua y se lo bebe con la pastilla.
—¿Adónde fuiste anoche?—. Me pregunta.
—Tuve que llevar a Zoey a casa; estaba borracha.
Me viene una imagen de mí besando a Mason, las mariposas vuelven a mi estómago.
—Bueno, es una fiesta. Es de esperar—, pone los ojos en blanco y se sienta frente a mí en la mesa de madera. Alguien está de mal humor.
—¡Sí! ¡Lo hice!— Maggie saca la tostada de la tostadora, aunque esta parece poco hecha. —¿Queréis una?— Agita la tostada con orgullo, pero se le resbala de la mano y cae al suelo con el resto.
—No—, Zayn se pasa las manos por el pelo, despeinándolo más de lo que ya está. —No puedo comer ahora o vomitaré, y aunque pudiera, nunca comería nada de lo que has hecho.
—Oye, soy buena cocinera—pone otra rebanada en la tostadora.
Zayn me mira con sus preciosos ojos inyectados en sangre.
—¿Sabes cocinar?
—La verdad es que no... pero soy una expectación haciendo cereales.
—Nos vendría muy bien un cocinero por aquí. Estoy bastante seguro de que cocinar para nosotros está incluido en el paquete de niñera.
—Estoy bastante seguro de que no, o no estaría aquí.
Se encoge de hombros y se echa hacia atrás en la silla, estirándose y bostezando. Hago lo posible por no mirarle los abdominales.
Lo intento de verdad.
*
—Hagamos algo—dice Zayn antes de moverme de su sitio en el sofá.
—¿Como qué?— Me acomodo en el asiento a su lado.
—No sé... Vamos a dar un paseo.
—No.
—¿Por qué no?— Frunce el ceño y se tumba, apoyando la cabeza en mi regazo.
Intento apartarlo, pero no se mueve.
—Estás castigado.
—¿Y qué?
—Que no puedes salir.
—Se supone que tienes que asegurarte de que no hago nada malo. Si estás conmigo, estarás haciendo tu trabajo.
Vuelvo a apartarle de mí y subo las piernas hasta el pecho.
—No lo sé.
—Venga, empollón. No seas tan patán.
—Le preguntaré a tu madre.
Se levanta de golpe.
—¿En serio?
Saco mi teléfono y empiezo a mandar mensajes a Evelyn.
—Sí.
—¿De verdad estás hablando en serio ahora mismo?
Le ignoro y espero su respuesta. Un par de minutos más tarde, ella me devuelve el mensaje diciendo que está bien, siempre y cuando él no vea a ninguno de sus otros amigos.
Me pongo en pie.
—Vale, vámonos.
*
—¿Adónde me llevas?— Pregunto, respirando con dificultad por nuestro paseo por el bosque. Ya me he tropezado y caído dos veces.
A Zayn le hizo gracia.
—A explorar. ¿Por qué? ¿Te preocupa que vaya a matarte?—. Me mira con una sonrisa burlona.
—No. Me preocupa que me arrastres hasta aquí y luego huyas y yo me pierda aquí y muera.
Deja de caminar y me mira.
—¿De verdad crees que haría eso?
Llego hasta donde él está parado y me detengo también.
—Sí— admito.
Él frunce el ceño e inclina ligeramente la cabeza hacia un lado. Justo cuando está a punto de decir algo, suena su teléfono.
Lo saca del bolsillo y se queda mirando la pantalla.
—¿Quién es?—le pregunto.
—Mi padre—dice débilmente, sin la confianza habitual en su voz.
Se mete el teléfono en el bolsillo y empieza a andar de nuevo.
—¿No vas a contestar?
—No.
—¿Por qué no?— Le alcanzo.
—Porque no quiero.
—¿Por qué...?
—¿Quieres dejar de hacer preguntas?— suelta.
Me quedo quieta, sorprendida por su repentino cambio de humor.
—¿Tus padres siguen juntos?
—Sí.
Vuelvo a caminar unos pasos detrás de él.
—¿Dónde está tu padre? Nunca lo había visto.
—Porque nunca está.
—¿Dónde está?
Se detiene y se da la vuelta.
—Mira, empollón, si vas a seguir haciéndome preguntas puedes irte a la mierda—. Y vuelve a alejarse.
—Gilipollas—murmuro.
*
Diez minutos después, llegamos a un claro. Tiene hierba fresca, y mientras avanzo, me quedo boquiabierto ante la vista que tengo delante.
Estamos sobre un acantilado, con vistas al mar. A la izquierda está la playa y a la derecha la ciudad.
El acantilado forma una U y justo debajo de nosotros hay agua. En medio de la U hay arena.
—Vaya—, suspiro.
—Sí—, Zayn se pone a mi lado, contemplando el paisaje.
De repente, Zayn me empuja, haciendo que mi pie resbale del acantilado, pero rápidamente me agarra del brazo y tira de mí hacia atrás.
—Te he salvado la vida—, me guiña un ojo.
Aprieto el corazón.
—¡Gilipollas! Casi me provocas un infarto.
—Cálmate, Satanás.
—¡No ha tenido gracia!— Le doy una bofetada en el pecho y él se ríe, apenas afectado por mi golpe, mientras que mi mano como que escuece.
Me siento en la hierba:
—¿Cómo sabías dónde encontrar este sitio?
—No lo sabía—se sienta él también, —simplemente seguí caminando.
Zayn se acerca al borde y mira hacia abajo.
—Me pregunto si habrá rocas ahí abajo.
—¿Por qué?
—Para que podamos saltar.
Ja, de ninguna manera va a suceder eso.
Se levanta y se quita la camiseta.
—Solo hay una manera de averiguarlo.
—¡Zayn! ¡No! Me levanto y lo empujo del borde. —¡Podrías morir!
—También podría vivir.
Se quita los zapatos, se desabrocha los vaqueros y se los quita, quedándose solo en calzoncillos.
Decido no permitirme mirar a ningún sitio que no sea su cara.
—No vas a hacer esto. Vuelve a ponerte la ropa.
—No.
—Zayn, por favor.
Me mira a los ojos y sonríe.
—Aw, ¿estás preocupado por mí?
Me sonrojo.
—No.
—Vale—dice, sin creerme.
Se acerca al borde del acantilado.
—¡Zayn, no! ¿Cómo vas a volver a subir? ¿Y si...?
Salta antes de que pueda terminar.
—¡Zayn!— Grito, con el corazón en la boca.
Dios mío.
Espero en el borde, rezando a Dios para que vuelva a subir, y cuando lo hace siento como si me hubieran quitado un peso de encima.
Me alegro tanto de que esté bien.
Voy a matar a ese gilipollas.
—¡Idiota!— Grita —¡Tienes que probar esto!
—¡De ninguna manera!
Nada hacia la pequeña playa y desaparece detrás de los acantilados.
Genial, ahora lo he perdido.
Decido caminar hasta donde desapareció, y cuando lo hago lo veo subiendo por lo que parecen unas viejas escaleras cortadas en la roca.
Este lugar es perfecto.
Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro.
—Tío, qué subidón.
—¡Me has dado un susto de muerte! ¿Por qué saltaste así? ¿Cómo pudiste ser tan imprudente?
—Ser imprudente es lo que nos mantiene vivos, empollón.
Pienso en sus palabras durante un minuto y vuelvo a darle una palmada en el pecho.
Se toca el pecho desnudo:
—¡Ay!
Me doy la vuelta y me alejo de él dando pisotones, de vuelta a donde está su ropa.
—Me halaga que te preocupes tanto por mí—sonríe, coge sus pantalones y se los pone.
—No me importas; simplemente no quiero necesariamente que mueras.
—Claro, echarías demasiado de menos mirar mi cuerpo sexy.
Frunzo el ceño.
—Será mejor que te calles antes de que cambie de opinión sobre lo de no querer que te mueras.
*
Nos quedamos en el acantilado unas horas más, hablando y bajando a la pequeña playa. Cuando empieza a oscurecer, decidimos regresar.
Salimos del bosque y caminamos hasta nuestra calle. Zayn me acompaña a casa por mucho que le diga que no. Ahora está de mucho mejor humor.
Decido que me encanta hacerle reír. Me encanta su risa. Es como si me diera justo en el corazón y empiezo a sonreír sin control. Sí, creo que su risa se está convirtiendo en una de mis cosas favoritas.
—¿Puedo pasar?— Me pregunta cuando llegamos al porche.
—No.
Hace un mohín.
—Eso no es muy amable.
—Lo siento, pero en mi casa hay una norma estricta de no chicos.
—¿Quién se ha inventado esa norma?
—Yo.
Levanta una ceja justo cuando se abre la puerta y aparece mi madre.
—Hola, Amara, ¿quién es tu amigo?
No es mi amigo.
—Soy Zayn Blake, encantado de conocerla señora—. Zayn sonríe a mi mamá, no sonríe; sonríe. Como si fuera la persona más inocente del mundo. Gilipollas.
—Encantada de conocerte al fin también, Zayn. No me había dado cuenta de que eras tú. Evelyn habla de ti todo el tiempo.
—¿Lo hace?— Zayn parece sorprendido.
—Por supuesto. ¿Te gustaría entrar?
No.
Zayn me mira y sonríe.
—Me encantaría.
*
—Quiero ver tu habitación—, dice Zayn, siguiéndome escaleras arriba.
—No.
Después de una larga conversación entre Zayn y mi madre -Zayn actuando como una persona diferente- estaba cansada y solo quería ducharme y dormir.
—¿Por qué eres tan terco?
—No lo soy.— Entro en mi habitación y le cierro la puerta en las narices a Zayn.
—Eso fue grosero—dice a través de la puerta.
La abre y entra, su cara se ilumina en una sonrisa adorable mientras sus ojos escudriñan mi dormitorio.
—Qué mono—dice.
De repente me siento muy avergonzada por mis sábanas rosas y mis cojines Live Laugh Love. Ningún adolescente había estado antes en mi habitación, excepto mi hermano, claro.
—Por favor, vete. Tengo que llamar a Zoey y contarle lo de anoche.
—¿Qué pasó anoche?
Mis ojos se abren de par en par. Se suponía que no debía decir eso.
—Nada... quiero decir, necesito explicarle cómo llegó a casa y esas cosas.
—Claro...—Dice, inseguro.
Sus ojos se desvían hacia los cuadros de mi pared y al instante lo empujo fuera de la habitación.
—Vete.
—¿Por qué no me dejas ver tus fotos?—. Su sonrisa se transforma en confusión.
—Porque no me cuentas nada de ti y te enfadas cuando te pregunto, así que no tienes permiso para saber nada de mí.
Le sorprendo poniendo los ojos en blanco antes de dar un portazo.
—Vale, pues nos vemos en el colegio, empollón—suspira.
Cuando me aseguro de que se ha ido, cojo el teléfono y llamo a Zoey para contarle lo del beso con Mason.
En cuanto las palabras salen de mi boca, empiezan sus gritos.