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La niñera del chico malo

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Amara Jones es una estudiante normal de undécimo curso. Sus únicas intenciones son sacar buenas notas y ahorrar dinero para la universidad con su trabajo de canguro. Todo va según lo previsto. Hasta que consigue un trabajo cuidando al chico malo del instituto, Zayn Blake.

Los dos provienen de grupos sociales completamente diferentes, y Amara odia automáticamente a Zayn y su gran ego y actitud chulesca.

Es un jugador. Es peligroso. Es imprudente.

Está a salvo con un problema de exceso de pensamiento.

Como los dos son vistos juntos en la escuela, la atención se centra en Amara. Lo que ella odia. Pero también llama la atención de un deportista guapo.

¿Y por qué, te preguntarás, un chico de 17 años necesita una niñera?

Tendrás que leer para averiguarlo.

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CAPÍTULO 1
—¡Ah, mierda! Miro con asco el cartón de leche caducado y luego los grumos blancos flotantes que hay ahora en mi té. Genial, ahora no hay leche para mi té ni para mis cereales. Mierda. Los cereales son lo que más como. Quiero decir, es perfecto. Se tarda dos minutos en hacer y está delicioso. ¿Cómo no amar los cereales? Llevo el cartón de leche a la papelera que hay en una esquina de nuestra pequeña cocina, ignoro el olor agrio y lo tiro. Debería tirarlo en el fregadero o algo así, porque probablemente empiece a oler aquí dentro. ¿Se supone que debes hacer eso? Bueno, supongo que le preguntaré a mi madre cuando llegue a casa. Realmente no tengo ni idea de cómo se supone que voy a hacer frente a vivir por mi cuenta. Soy la persona más insegura e indecisa de la historia. De eso estoy segura. ¡Eh, mira! Estoy segura de algo. Salgo de mis pensamientos y vuelvo a mi taza de té podrido. Cojo la taza, la vierto en el fregadero y la meto en el lavavajillas. Vuelvo al salón y cojo el móvil que había dejado en el sofá. Después de tumbarme en el cómodo sofá, le envío un mensaje a mi madre pidiéndole que me traiga leche cuando vuelva del trabajo. Mi madre trabaja como enfermera en nuestro hospital local. Sale un poco antes de que yo me vaya al colegio y vuelve a casa un par de horas después de que yo termine. Como no tengo vida social, suelo pasar el tiempo después de clase estudiando o viendo Teen Wolf o Mentes criminales. Sí, soy bastante solitario. Aunque antes no lo era, hasta que mi hermano -Joey- se fue a la universidad el año pasado. Joey y yo nos llevamos bastante bien, a pesar de las típicas discusiones entre hermanos. Sin embargo, echo de menos tenerlo cerca, y verle solo en vacaciones no es suficiente para mí. Después de ver Teen Wolf durante un par de horas, por fin oigo entrar a mi madre y el saludo familiar que siempre me grita. Camino hasta la cocina, donde la veo sentada con una bolsa de la compra sobre la mesa circular. —Hola, mamá—, le digo mientras saco la leche fresca de la bolsa y la meto en la nevera. —¿Qué tal el colegio?— me pregunta mientras recoge la bolsa de papel y la deposita en la papelera. —Supongo que bien. Me dedica una leve sonrisa. Me doy cuenta de que está estresada por su día de trabajo. Dice que le gusta su trabajo, pero yo sé que no, pero tiene que trabajar muchas horas para poder ganarse la vida por nosotros. —¿Ha pasado algo interesante en el hospital?— Pregunto, esperando algún cotilleo jugoso, como que han traído a un hombre lobo herido por una bala de plata o que una chica llegó con una mordedura de hombre lobo y empezó a atacar a todos los médicos y ahora el hospital está tomado por mis hombres lobo. Sí, estoy un poco obsesionado con los hombres lobo adolescentes. —Hmm, bueno, tuve que ayudar a un médico a quitarle una verruga del trasero a una señora. Arrugo la cara. —Qué asco. Se ríe. —Ah, y mi amiga del trabajo me preguntó si podías cuidar de su hijo—. Llena la tetera de agua y la enciende. —Umm, claro. ¿Cuándo? —Mañana por la noche. A las ocho. —Vale, pero ¿cuánto me van a pagar?—. Levanto las cejas y sonrío. —No lo sé, Amara—. Dice con un tono ligeramente molesto. Hago esta pregunta cada vez que mi madre me habla de una oferta de canguro. Pero bueno, ¿quién puede culparme? Al fin y al cabo, lo hago por dinero. ¿Quién querría cuidar a niños pegajosos gratis? No me malinterpretes. Me encantan los niños. A veces son monos y dulces. Pero no los quiero tanto como para hacerlo gratis. —Tendrás que esperar y ver lo que te da. Es una señora muy agradable—. Y continúa. —Le enviaré un mensaje haciéndole saber que lo harás—. Saca el móvil del bolso de cuero n***o que tiene sobre la mesa. Mientras teclea, cojo dos tazas del armario, pongo una bolsita de té en cada una y vierto agua caliente de la tetera recién hervida. Saco de la nevera la leche que ha comprado mi madre y vierto un poco en su taza y un poco más para mí. Justo como nos gusta. Me dedica una sonrisa de agradecimiento mientras me mira, y luego vuelve a centrar su atención en el teléfono. Es un modelo barato, no como el mío, que he pagado yo mismo. Cojo mi taza de té y subo a mi habitación, subiendo cada escalón con cuidado e intentando no derramar el té sobre la moqueta de color crema. Lo siento en mi escritorio y luego me siento y enciendo el portátil, preparada para una noche llena de estudio. Tardo unos cinco minutos en darme cuenta de que tengo hambre. Bajo corriendo las escaleras y me compro rápidamente un bol de Reece's Puffs. Esta leche no va a durar mucho conmigo cerca. * Llamo a la puerta de la casa donde se supone que voy a cuidar al niño. Mi madre me dio la dirección, y resulta que la señora -Evelyn, dijo mi madre que se llamaba- solo vive a la vuelta de la esquina. Ni siquiera cinco minutos andando. Abre la puerta una guapa mujer de mediana edad. Tiene el pelo rizado, castaño oscuro, que le llega justo por encima de los hombros. Sonríe amistosamente y sus ojos se clavan en los míos. —Hola, tú debes de ser Amara—, saluda alegremente. —Soy Evelyn, pasa—. Abre la puerta para que entre y, cuando lo hago, la cierra tras de mí. Su casa es parecida a la mía, aunque su cocina está en el lugar que ocupa mi salón. Se da cuenta de que estoy mirando a mi alrededor, así que me apresuro a decir algo para no parecer un asqueroso. —Tu casa es muy parecida a la mía—. Suelto. —Lo es, ¿verdad? Solo he estado una vez en tu casa y me he dado cuenta. —¿Has estado en mi casa? —Sí. A veces tu madre y yo compartimos coche y me invitó a tomar un café—. Ella mira su reloj de pulsera. —Será mejor que me vaya. Mis hijos están por aquí—. Entra en el salón y yo la sigo. En mi primer vistazo al salón, veo lo bien decorado que está. Está muy ordenado, nada fuera de lugar, y hay marcos de cuadros colgados en las paredes blancas. —Las niñeras aquí—, le dice a alguien que está sentado al otro lado del salón. —¿Hablas en serio, mamá?—. Reconozco la voz. Es grave y varonil. Definitivamente, no puede ser el niño pequeño. ¿Pero de dónde conozco esa voz? Mientras Evelyn avanza. Entro en la habitación y miro hacia arriba, dispuesto a averiguar a quién pertenece la voz. Y es entonces cuando lo veo. Zayn Blake. También conocido como el mayor jugador y chico malo de la escuela. Y también el chico malo más sexy... No. En realidad, es el ser humano más sexy de la escuela. Miro fijamente, con los ojos muy abiertos, al chico perfecto que está tirado en el sofá delante de mí. —Amara, este es mi hijo, Zayn. Sus ojos se cruzan con los míos y me ruborizo al instante. No puedo evitarlo. El chico más popular de la escuela me está prestando la más mínima atención. Pero entonces me doy cuenta. ¿Se supone que tengo que hacerle de canguro? No. No puede ser él. Debe tener otro hijo, ¿no? Un hijo mucho más joven. Evelyn se acerca y le da a Zayn un beso en la frente. —Pórtate bien con la niñera, Zayn. —No puedo creer que hayas hecho esto—, dice él. —Volveré sobre las diez y media—, dice ella mientras se dirige de nuevo a la puerta. —No puede venir ningún amigo y no puede salir de casa—. Me informa y yo asiento con la cabeza, sin saber si está bromeando o no. Me sonríe antes de salir de la habitación. —Diviértete—. Entonces oigo el silencioso clic de la puerta principal al cerrarse. Mantengo mi atención en Zayn. —Uhm...— Es todo lo que consigo decir. Me mira con el ceño fruncido y luego mueve las piernas del sofá y se sienta correctamente. Al cabo de un momento, suspira y me mira. —¿Y bien? ¿Vas a quedarte ahí de pie? Imbécil. Me siento en el sofá frente a él. En el centro hay una mesita de madera. —Estoy confuso—digo. —Sí, me doy cuenta por tu cara. Pongo los ojos en blanco ante su actitud molesta. —Vas al mismo colegio que yo, ¿verdad?—. Lo dice en un tono más amable. —Sí. Estoy en tu clase de química. Una sonrisa se dibuja en sus labios. Entrecierro los ojos. —¿Qué? —Nada.— Se aclara la garganta y la sonrisa desaparece. —Entonces, ¿por qué necesitas exactamente una niñera? Pone los ojos en blanco. —Mi madre descubrió que me drogaba en una fiesta. Ya no confía en que me quede sola en casa, así que hizo esto. Es parte de mi castigo. No puedo contener la risa. —Vaya. El chico malo está castigado. Qué mono. —Cállate. No puedo evitar fijarme en lo atractivo que está cuando se enfada. Realmente es una obra de arte. Tiene el pelo oscuro despeinado. Sus ojos son de color marrón oscuro. El tipo de ojos en los que podrías perderte si los miras fijamente demasiado tiempo. Y su mandíbula. MALDITA SEA. Sacudo la cabeza para aclarar mis pensamientos. Tengo que dejar de pensar así en él. Es un imbécil. Un imbécil popular que se cree mejor que los demás. Se levanta del sofá. —Será mejor que no se lo cuentes a nadie—. Se acerca y se pone delante de mí. Yo también me levanto para que no me mire desde abajo, pero cuando me levanto, me doy cuenta de lo cerca que están nuestras caras. —Ah, ¿por qué no? Seguro que a tu fandom de chicas desesperadas le encantaría saber que su precioso príncipe azul necesita una niñera—. Sonrío inocentemente ante su mirada asesina. —Hablo en serio, empollona. Podría hacer de tu vida un infierno. —Eh, cuidado con ese tono. No quiero tener que decirle a tu madre que te estabas portando mal—. Hago un mohín. Se queda mirando cada rasgo de mi cara. No puedo imaginarme lo fea que debo de parecer tan de cerca. Mis mejillas empiezan a calentarse, así que miro al suelo y dejo que mi pelo caiga a los lados para ocultar mi rubor. —Puedes irte. Ahora ya sabes que todo esto es una mierda—. Da un paso atrás y se pasa la mano por su pelo perfecto. —¿Por qué iba a hacerlo? Tengo que hacer mi trabajo para que me paguen. —Lo que tú digas, empollona. Me voy arriba—. Sale de la habitación. —¡Será mejor que no te escapes, Blake! O tendré que ponerte en el escalón travieso. Me señala con el dedo corazón mientras sube las escaleras. Me acerco a donde estaba sentado Zayn, me siento, cojo el mando a distancia y ojeo algunos canales. Ahora mismo no hay nada bueno, así que me quedo viendo Los Simpson. No puedo creer que me paguen por sentarme aquí y asegurarme de que Zayn no se vaya. Aunque no podría detenerlo si lo hiciera. Tampoco puedo creer que de todos los chicos de la escuela, Zayn sea el hijo de Evelyn. Podría avergonzarlo en la escuela con esto. Diablos, podría arruinar toda su reputación. O tal vez no. Las chicas están obsesionadas con él. No puedo pasar un día en la escuela sin escuchar a una chica decir su nombre. Uno pensaría que verían que es un imbécil egoísta que juega con los corazones de las chicas y luego los tira a la basura. No le importa nadie más que él mismo y sus dos mejores amigos. Que, debo añadir, también son idiotas. De todos modos, si tratara de decírselo a la gente, él —haría de mi vida un infierno—, como dijo. Probablemente es un farol. ¿Qué se supone que tiene que hacer? ¿Seducirme, hacer que me acueste con él y contagiarme una ETS? Bueno, eso nunca sucedería porque de ninguna manera me metería en una cama con él. Nunca jamás. Así que no tengo nada que temer. ¿Verdad?

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