—Esto se te da fatal—se ríe Mason cuando vuelvo a lanzarle un m&m a la boca y falla por poco. —Creo que lo estoy consiguiendo. No me distraigas—, digo, apuntando otro m&m. Estábamos sentados en cada extremo del sofá de mi salón, con los m&m rodeándonos. —Vale, jefe—, abre mucho la boca, y yo apunto, fallando de nuevo. —¡Este juego está amañado! Mason se ríe: —Déjame probar. Le doy la bolsa y abro la boca. Apunta y el m&m va directo a mi boca. Sonríe inocentemente mientras yo le fulmino con la mirada. Soy un poco competitiva. —No te pongas triste, nena—me da la bolsa y se acerca, —vuelve a intentarlo. Le apunto con el m&m, un ojo cerrado con total concentración, y cuando lo lanzo, ocurre algo mágico. Entra. —¡Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Lo he conseguido! Soy una experta. Envuelv