Una semana después…
Estoy perfectamente arreglada para mi boda por civil. Mi madre se encargó de todo para que luciera estupenda. Mi cabello oscuro está muy bien armado con un tocado muy sutil ajustado en mi cabeza. Tengo un vestido blanco muy sencillo, pero de aspecto sobrio, mi maquillaje es ligero muy acorde con mi vestido donde acentuaron muy bien mis ojos marrones. Mis finas facciones se destacan de forma armónica con mi rostro.
Llegamos a la finca allí estaba Robert esperándome con el jefe civil quien oficializara nuestra boda. Puedo ver en él una sonrisa muy jactanciosa por tener a su lado a una mujer joven, bonita y virgen como yo a punto de convertirse en su esposa, por la que p**o millones de dólares. Lo miro y arqueo ligeramente mi ceja con mucha seriedad.
Nos sentamos para que el juez hiciera lo propio los únicos presentes eran los testigos y mis padres. Ya que Robert está prácticamente solo en el mundo, sus padres fallecieron hace algunos años. Según Oí por ahí tiene un solo pariente que vive en New York desde hace más de diez años, su hermano Andrew con quien supuestamente no se la lleva nada bien.
Mi madre me mira con mucho orgullo y mi padre al contrario con evidente castigo al ser partícipe de toda esa farsa por conveniencia. Listo ahora soy la esposa de Robert Fox ante las leyes, ahora no sé cómo podre mitigar mi dolor, mi sufrimiento, el miedo se apodera de mí y hace estragos en mi mente.
Sale mi madre de lo más sonriente a felicitarnos.
—Felicidades a los flamantes esposos—lo dice con mucho cinismo. Mi mamá definidamente no tiene escrúpulos.
—Ya eres mi esposa—me susurra Robert mientras me sujeta de la cintura.
Creo que voy a perder el equilibrio, sin pesarlo caigo en sus brazos. Cuando despierto estaba en el sofá junto con mis padres y Robert a mi lado, seguramente me desmaye por tanta presión que llevo a cuestas. Robert me brinda apoyo para que me levante con mucho cuidado, nos despedimos de todos y nos vamos rápidamente a lo que será nuestra habitación.
Toca suavemente mi mano con un gesto muy suave.
—Espera aquí descansa un poco yo subiré en un rato—me indica Robert
Me cambio de ropa y me dispongo a recorrer el dormitorio, todo está perfectamente ordenado por las empleadas domésticas. Veo que me ha comprado ropa y todo lo necesario para verme y vestir bien. Presiento que mi madre le ayudo, ella conoce detalladamente mis gustos.
Nunca me imagina tener una boda así tan desfigurada, ni mucho menos una luna de miel silente y opaca en la triste hacienda de mi marido. Pero concibo que así es Robert muy ordinario que solo piensa en el dinero, en la riqueza y en producir cada día más, dejando a un lado los detalles. Siento mi cuerpo pesado como si me ha sacudido un tren.
Ingresa Robert a nuestra habitación palidezco de miedo. Entra en silencio toma sus cosas y se interna en el baño ¡Mierda! ¿Ahora que pasara? Maquino en como reaccionare, pero del pánico no me viene nada a la cabeza y me paralizo por completo. Sale Robert del baño y me hago la dormida para así evitar que esta noche me haga su mujer. Pero lo ineludible está a punto de ocurrir. Mi corazón late con fuerza siento que me voy a desmayar de nuevo.
— ¿Estas bien? —me pregunta Robert.
—Si—le respondo muy asustada.
—Ven acércate—me lo ordena en un tono hosco.
Estoy temblando muchísimo no sé cómo comportarme en mi vida he tenido intimidad. Estoy frente a él muy nerviosa voy hacer el amor por primera vez con Robert, respiro entrecortadamente no puedo dejar de mirarlo y sentirme muy confundida. Soy con un animal asustando a punto de ser devorado por su depredador.
La luz del dormitorio era muy tenue solo estaba encendida una sola lámpara de la mesa de noche. Creo que voy a perder la razón, su mirada es muy brillante y audaz puedo ver en sus ojos son muy profundos e incrédulos. Busca de manifestarme una expresión inusual para que me retorne la calma.
Se arrima a mí muy despacio decidido a poseerme está muy seguro de sí. El corazón se me acelera, siento un cosquilleo que invade mi vientre no logro descifrar de que se trata. Me siento indefensa ante sus ojos y aquella mujer decidida que le dio un si fulmínate se difumina por completo.
Mis músculos se tesan hay un absoluto silencio en el dormitorio todo se torna gris esta situación es muy contradictoria nunca imagine así mi primera vez tan llena de horror. El dolor es tan agudo que cierro los ojos y dejo salir lágrimas de mis ojos. Es muy agresivo conmigo obviamente porque no me ama yo solo soy un capricho para él.
Mi larga cabellera esta liberada y suelta, sus besos son indecisos y toscos por lo que me empuja lánguidamente sobre su cuerpo. Apenas puedo resistirme a las desenfrenadas sensaciones. Quiero salir corriendo de esta desagradable experiencia. Odio a mi madre por permitir que yo su única hija viva este horror en carne propia.
—Fuiste mía Diane—lo dice con tono jactancioso y con la respiración agitada.
Mi respiración todavía es irregular sigo sin saber cómo comportarme, me quiero morir en ese preciso momento no era lo que esperaba para mí. Ninguna mujer merece vivir lo que estoy viviendo ahora. Desgarra mi virginidad percibo una extraña sensación y un gran ardor que me inmoviliza. Veo en sus ojos un brillante triunfo por comprobar que soy pura y su avidez aumenta.
Termina y se levanta toma la toalla e ingresa al baño y me deja indefensa en la cama dolorida y quebrantada. Las sabanas están manchadas de sangre como prueba de mi castidad derramada. Me ruborizo perturbada, me echo encima del edredón y me pongo a llorar sin que se dé cuenta.
Sale del baño y se acuesta a mi lado como si nada. Ni siquiera me determina hasta quedarse profundamente dormido. No siento placer, el entorno está muy deslucido y silente se alimentó de mí y logro lo que quería. Desde ahora paso a ser una esposa insigne la cual compro a un buen precio para satisfacerse.
Me despierta muy temprano al clarear la mañana:
—Diane despierta ¿Qué haces durmiendo todavía? Alístate que vendrás conmigo para presentarte como mi esposa—su tono es muy altanero y trémulo.
Sus palabras fueron muy duras y brota su soberbia en mí. Le fruncí él ceño y obedezco a lo que me dice. Ingreso al baño para refrescar mis ideas, me pongo a pensar que la vida al lado de este hombre no será nada fácil. Es muy testarudo y su mal humor es muy evidente, ni siquiera me despertó cariñosamente como todo hombre que estima a su mujer.
Tampoco tuvo compasión conmigo al hacerme el amor me ha dejado muy lastimada, ni tuvimos al menos una luna de miel como las tienen los recién casados. Mientras pienso en mis tormentos lloro desconsoladamente en la ducha.