Tal y como lo prometió Robert va por mí a mi casa para conocerme un poco y conversar conmigo. Antes de bajar desde arriba percibo que él les entrega unos documentos a mis padres me pregunto ¿Qué será? Pueden ser los papeles de la casa me digo para mí misma sacando mis propias conclusiones ¿O hay algo más que desconozco?
Bajo las escaleras haciendo ruido para que se advirtieran de mi presencia.
—Buenas tardes—bajo lentamente y me les aproximo. Puedo notar en sus ojos un leve destello, sin embargo, no es un brillo de amor al menos eso creo.
—Hola Diane ¿Cómo te va?
—Bien. Nos vamos—me alejo junto con él de mis padres. Puedo percibir su perfume es de agradable aroma, pero creo que se colocó demasiado y choca un poco con su sudor.
—Ven subamos a mi carro—me ordena.
—Yo preferiría que tomemos un paseo por el campo.
—Quiero llevarte a un buen lugar y a comer tal vez.
—No tengo hambre. Por favor no quiero salir lejos de casa, quiero privacidad para hablar con usted a solas sin las miradas penetrantes de la gente de este pueblo.
—Está bien—refuta en tono malhumorado y frunce ligeramente el ceño.
Nos internamos en la gruta muy cerca a los caudales del río, este lugar es mágico. Solo que la compañía para mí no era la más grata. Puedo notar que es un hombre de muy pocas palabras, suda demasiado probablemente este nervioso y quiera ocultarlo para no mostrarse débil delante de mí. Su mirada es dura ¿Qué habrá pasado en su vida? que lo volvió un hombre tan huraño y solitario. Porque viéndolo bien es un hombre muy atractivo.
Hay un evidente silencio en medio de nosotros, me muevo de un lado a otro producto de mi nerviosismo no sé qué decir en lo absoluto. Solo llega a mi mente la rabia ¿Cómo pudieron mis padres hacerme esto? Aunque sé que fue idea de mi madre, mi padre de una forma u otra hace todo lo que le ordene.
Pienso que llegaron demasiado lejos al venderme a un completo extraño en mi vida he cruzado palabras con este señor. Solo por cubrir las deudas de juego de mi padre y para que mi madre mantuviera la vida de lujos y holgazanería que le fascina vivir.
—Eres muy bonita—me dice tratando de romper el hielo entre los dos.
—Gracias. Señor Robert ¿Por qué hace esto?
—No entiendo.
—Comprarme.
—Eres muy joven y hermosa. Tu juventud me atrapa y me seduce que solo seas mía.
—Lo haces por alimentar su ego masculino.
—Lo hago porque pague por ti está claro. Siempre consigo lo que quiero y tú serás la esposa perfecta para mí y la madre de mis hijos. Sé que puedes con todo eso.
—Es una completa locura lo que dices. Habla como en el siglo pasado.
—No puedo dejar que otro te toque no lo soportaría.
—Es muy repulsivo. Mejor vámonos.
Ambos nos levantamos al mismo tiempo. Estoy estupefacta por sus palabras, aunque fueron pocas se oyeron muy nefastas.
Sin pesarlo me tomo a la fuerza y me da un apasionado beso. Sentí muy grotesca la manera como me tomo, lo aparte de mi lado a empujones. Y me vuele a zarandear y me dice:
—Déjate de tonterías serás mi esposa. Si me da la gana te hago mía en este instante ya pagué por ti.
— ¿Qué fue lo que les diste a mis padres a cambio?
—Pague la deuda de tu padre y también compre esta hacienda que tan pronto te cases conmigo pasara a tu nombre y ellos dispondrán de ella hasta que tú lo decidas. Si no te casas conmigo, si me da la gana los saco a patadas. No tienes escapatoria Diane—veo un sofocante hedor en sus ojos. Lo miro fijamente con mucho recelo.
—Ya vámonos por favor—y continuo mi camino. Y él viene enseguida detrás de mí.
Cuando nos alejamos de la gruta, vemos entrar a los linderos de la finca a Thamara una mujer mordaz y muy sensual de unos treinta años de edad. Escuche por ahí en una oportunidad que tuvo un romance furtivo con mi futuro marido.
—Vaya es cierto Robert ¿Qué te casaras con esta niña? —pregunta Thamara.
—Si Thamara. No entiendo que haces aquí.
—Vine a comprobar con mis propios ojos lo que comentan en el pueblo. Que te casaras con ella porque la compraste. Te atrae su juventud para que te de un hijo no es así.
—Ya basta Thamara. Te exijo que te alejes de mí, no tiene sentido que vengas aquí a reclamarme tu y yo no tenemos nada. Menos que lo hagas delante de mi novia.
— ¿Novia? Es cierto eso muchacha ¿Son novios?
—Con permiso—lo digo muy seria. Los dejo solo y me aparto.
—Diane ven aquí—me grita Robert quien corre detrás de mí dejando varada a Thamara en los linderos.
Me alcanza y me toma muy fuerte del brazo:
—Diane detente—me musita.
—Suéltame que me haces daño—le grito.
—Perdón Diane—me ruega.
—No entiendo porque pagaste por mí si tenías a Thamara.
— ¿Estás celosa? —me pregunta.
—No digas bobadas Robert. Al menos a ella la conoces es una mujer madura y hasta puede perfectamente ser tu esposa y darte hijos.
—No sabes lo que dices. Thamara no es mujer para tener como esposa, para eso estas tú.
Me mira fijamente se me acerca y roza con sus manos mi mejilla, me quedo paraliza al filo de su mirada. No puedo responder a mis sentidos ambos nos miramos y sin darnos cuentas nuestros labios se unieron de nuevo esta vez en un tierno beso. Al caer en cuenta de lo que está haciendo y aceptando, me aparto y salgo corriendo a mi casa dejándolo solo allí y muy pensativo.
Llego a mi casa y subo a mi cuarto a pensar en el tierno beso que nos dimos Robert y yo, muy diferente al primero. Dejándome envolver en mis súbitos pensamientos imagino lo inevitable cuando formalmente sea su esposa.
Soy virgen todavía me viene a la mente sus palabras cuando me digo tajantemente que no podría permitir que otro hombre me tocara y también cuando insinúo que le atrae mi juventud. Ciertamente está pagando también por mi pureza un precio muy elevado. De seguro esto también pacto con mi madre ¡Maldición! La incertidumbre me agobia demasiado quiero que este tormento termine pronto.
También lo que dijo de Thamara. Quiero saber qué significado tiene esa mujer en su vida ¡Dios mío! Son tantas dudas en torno a este misterioso hombre que abruman y yo sigo firme con mi decisión de casarme con él. No hay vuelta atrás.