Capítulo 5: Mi infame vida de Casada.

1215 Words
Llegamos a la federación la cual el preside Robert como uno de los hombres más acaudalados de la zona. Me presenta ante la vista de todos como su joven y flamante esposa, las miradas de los asistentes del lugar se ven envueltas en contradicciones, algunos optan por disimular como si nada. Me siento muy nerviosa y avergonzada sé que muchos de los presentes están murmurando lo que hizo mi madre, venderme al mejor postor. Se nos acerca un importante empresario a saludarnos: —Buenos días. Encantado señora—me expresa, yo solo lo saludo con una tímida sonrisa. —Espérame en la recepción por favor—me demanda Robert. Me aparto mientras ambos se disponen a conversar puedo distinguir en su mira como los dos me miran fijamente y en especial Robert su vanidad y prestancia se le nota a lo lejos. Como odio a ese desagraciado que malogro mi juventud y puso una gran barrera en mis enormes ganas de vivir. Aprieto mis manos y lucho contra el impulso de dejarlo en ridículo delante de todos. Pero por ahora destierro esa idea de mi cabeza. Lo veo aproximarse a mí y me dice: —Ya vámonos—me siseo. En el coche le reclamo la manera como está llevando nuestra relación. —Robert no estoy de acuerdo en la forma como actúas. —No he pedido su opinión Diane. Tú seguirás haciendo lo que yo quiera y actuaras a mi manera, estamos—me lo expresa en un tono altivo. —Tú crees que con tu dinero vas a manipular mi voluntad. Estas muy equivocado, me case contigo para evitar una desgracia familiar. —Tus padres te vendieron Diane acéptalo. No les importas en especial la interesada de tu madre a quien debo pagar una mensualidad por tenerte de esposa. Así que no colmes mi paciencia por favor. El casarme contigo me ha salido muy costoso. —Te odio Robert. No sabes cuánto eres el sujeto más horrible que he conocido en mi vida. Este hombre pusilánime aporrea mi espíritu y me desmoraliza por completo. No puedo evitar llorar de dolor, es inmune a mis lágrimas y a mi sufrimiento sigue conduciendo como si nada me estuviera pasando ¡Maldito Robert! Creo que su propósito es marchitarme poco a poco ¿Qué hecho de malo en la vida para recibir semejante castigo? Me deja en la entrada de la hacienda y sigue en su auto a un lugar que desconozco. Me bajo y me dirijo a los cultivos al menos para sentir aire fresco y ver cómo trabajan los campesinos. Volteo y observo a una mujer que está ofreciendo agua a los trabajadores del campo y para mi sorpresa es Amy quien trabajo por muchos años en la finca de mis padres a quien quiero como una madre, me lleno un poco de alegría en medio de tanta tristeza. —Hola mi niña Diane ¿Cómo me le va? —me saluda Amy y sin pensarlo busco consuelo en los brazos de mi segunda madre. —Soy muy infeliz Amy—le digo inundada en llanto. — ¿Cómo así mi niña? ¡Bendito sea Dios! —exclama Amy. —Ya debes de saber que me obligaron a casarme con Robert. Mi vida se ha malogrado por completo. — ¡Ave María! ¿El señor Robert te maltrata? —No es un buen hombre Amy. —Seguro la boda fue idea de la señora Elizabeth. Es muy ambiciosa con todo respeto te lo digo niña. —No te excuses Amy. Tienes mucha razón mi madre es una mala madre y muy interesada. —No sé qué decirte mi niña. Me duele tanto que estés así, tú eres como una hija para mi prácticamente te crie desde bebita. — ¿Y dime que haces acá Amy? —Ahora trabajo para el señor Robert niña. Soy la nueva ama de llaves, vive a traerles un poco de agua a los empleados. Ya no estarás más sola yo estaré aquí contigo no voy a permitir que nada malo te pase así me corran de esta finca. —Te quiero mucho Amy—la abrazo y continúo llorando de dolor. Sigo conversando con Amy y el tiempo se nos pasa de prisa. A lo lejos vemos a Robert adentrarse en la hacienda en su enorme camioneta. Rápidamente Amy me deja y se va a continuar con sus labores, para mi desgracia me recibe con su malhumor. Maldita suerte la mía. — ¿Se puede saber qué haces acá afuera? Este no es lugar para la esposa del patrón—me apunto Robert. —Estaba tomando un poco de aire ¿no puedo hacerlo? —Entra tenemos que hablar. Tengo que comunicarte las reglas de esta casa para que las entiendas, no voy a soportar tus majaderías—me habla muy molesto. Dentro de la sala, me lleva casi que, a empujones hasta su despacho para poner sus puntos claros, este patán. Es un hombre muy vulgar y estúpido. Así como él tiene sus condiciones yo también expondré las mías para que mi actitud no le tome por sorpresa no me dejare de este sujeto. Si con esto conlleva nuevamente a ruina total de mi familia lo acepto. —Tú crees que puedes estar paseándote por la hacienda como una cualquiera. —Más respeto no soy ninguna cualquiera. —Ah todas las mujeres son iguales. Desde ahora en adelante vas a seguir mi ordenes estamos claro. —No quedó claro no seré tu prisionera. Ni lo sueñes Robert. —Me importa poco lo que pienses y si te tengo que encerrar en la habitación lo hare. Solo saldrás conmigo de ahora en adelante soy tu única compañía Diane. —Estás loco no puedes tenerme cautiva en esta casa y mucho menos alejarme de los demás. —Sube vamos a la habitación. Quiero descansar con mi mujer. Me invade el pánico y la incertidumbre, no voy a permitir que me toque nuevamente. No voy a ceder a sus pasiones. Si quiere guerra le daré la batalla, odio con todo mi ser a este desgraciado algo en mi corazón me decía que así sería mi destino al lado de este odioso sujeto tan parco y hostil. Al llegar a la habitación cierra la puerta de un portazo, quita su chaqueta he intenta despojarme de mi ropa y lo impido totalmente. —Ni se te ocurra tocarme de nuevo por qué no más grito Robert—se lo digo muy alterada. —No seas imbécil nadie va a socorrerte ni siquiera tu nana Amy. Estás sola en el mundo solo me tienes a mí y tienes que hacer lo que yo diga si no me quieres hacerme enojar. —Pues me importa un p**o si te enojas. Tú jamás me tocara y tampoco pienso darte un hijo nunca. Me lleno de ira y tomo un candelabro con mucha fuerza para golpearlo evitando así que se me acerque. Robert me mira con sus ojos cargados de una inminente ira, lanza su celular con mucha fuerza a la pared y sale enseguida de la habitación. Dejándome agitada llorando, salgo hasta la puerta para comprobar si me había dejado encerrada, pero no. Puedo ver como se interna en otra habitación muy cerca a la matrimonial.
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