Michel. —Dale Michel déjame ver. —Aun no, no seas desesperada. —Es que me pones nerviosa. —va con una venda en los ojos mientras la guío por el garaje del edificio—. ¿Ya estamos llegando?. —Ya... Quédate quietita, no te muevas. —No, me quedo quieta pero vamos que me da miedo no ver. —¿Miedo?. —me paro atrás de ella desatando el nudo—. ¿Por qué miedo?. —No sé, pero no me gusta tener los ojos vendados, me pone muy nerviosa. —una vez que desatado la venda le hablo al oído. —No abras los ojos aún, yo te digo cuando. —Esta bien. —me pongo a su costado porque quiero ver la reacción real, la que va a salir enseguida. —A la cuenta de tres... Uno... Dos... Dos y cuarto. —Dale tonto. —cada día me sorprende más esta mujer, tiene la posibilidad de abrir los ojos pero espera a que le diga.