Era un día especial sin duda, ya que por fin Travis y yo tendríamos nuestra primera cita y no había encontrado otra forma de expresar mi suprema emoción, mas que bailando y entonando una cancioncilla por todo el apartamento, ante la mirada de alegría de Lisa y los maullidos gruñones de la gata. Lo más emocionante era que ya tenía el itinerario perfecto para la ocasión. Le dije a mi amado que dejara todo en mis manos, no se iba a arrepentir, de eso estaba segura. Para mi novio, todo lo mejor del mundo. Desde que llegó el mediodía no hice más que corretear de arriba para abajo, buscando entre mis cosas aquel broche que yo consideraba de la buena suerte, porque una época de invierno como esa no había que desaprovechar la idea de ir a disfrutar la pista de hielo con mi broche para que todo