Liam, el señor Brandon y yo caminamos por horas y aún no había señales de encontrar un pueblo cercano. Todo lo que había eran árboles y más árboles a la redonda, cosa que por nada del mundo me disgustaba, esa era mi zona de confort y me sentía como en casa, pero para mis amigos aquella situación no era tan placentera como representaba para mí el estar en ese ambiente. La tarde se acercaba y para terminar de empeorar las cosas comenzó a llover, lo cual hizo que corriéramos como si nuestra vida dependiera de ello. De pronto divisé un enorme y frondoso árbol en donde analicé que podríamos refugiarnos mientras encontrábamos un mejor lugar para pasar aquella tormenta que se avecinaba. El señor Brandon se sobresaltó al ver nuestro posible refugio, pero con la misma comenzó a acelerar el paso.