–Mi hija adorada, no temas. Soy yo, tu mamá –decía aquella figura femenina que parecía emanar luz propia en su cuerpo; era la viva imagen de su madre. Aún no se lo podía creer, su mamá estaba estática frente a sus ojos, no podía negarlo, estaba cien por ciento segura de que no era una broma: era ella. La conocía por fotografías pero el hecho de poder verla en su totalidad materializada era increíble. Tenía figura humana pero era traslúcida y tenía un par de alas enormes. Su cabello se veía n***o pero definitivamente todo lo demás en ella lucía blanco y luminoso; era toda una aparición. –¿Cómo es que puedo verte? ¿Qué es este lugar? ¿Acaso es un sueño? –preguntó Sandrita, restregándose los ojos, aún atónita –¿Tú me llamaste aquí madre? –emuló esa última interrogante par