Capítulo 12.

2518 Words
Igor. A pesar de que me quedé dormido, cuando el reloj pasaba ya de la medianoche, por la mañana, por costumbre, me desperté a las seis. No tenía sentido seguir tumbado en la cama, porque no sería posible conciliar el sueño, así que con un gruñido me levanté, me vestí y salí silenciosamente de la habitación. Esta vez Lisa no se olvidara de cerrar la puerta de sus aposentos y el pobre Peck durmió en la cocina. Se estiró en toda su estatura y roncaba silenciosamente, ocasionalmente moviendo sus patas. Para abrir el paso hacia la salida tenía que mover este monstruo. Él gruño disgustado, pero siguió dormido. Este perro corpulento se negaba categóricamente a pasar la noche en la calle. Cuando lo empujé fuera de la casa en mi primera noche salvaje, se sentó debajo de la puerta y aulló hasta quedarse afónico. Asegurándose de que nadie lo dejaba entrar, caminó alrededor de la casa, se acercó a la ventana de mi habitación y, subiéndose sobre sus patas traseras, comenzó a mirarme. Significativamente así, con un reproche. Era un placer dudoso, cuando te despiertas y a la luz de la luna ves una cabeza despeinada, ojos brillantes y una boca llena de dientes. Para ser honesto, estaba notoriamente asustado entonces, y desde aquel momento ya no intenté echar más a este animal peludo a la calle, para mí fue suficiente. Estaba bastante irritado y por no haber dormido lo suficiente, salí al porche y miré a mi alrededor. Después de todo, estaba bien aquí. Hermoso. Y lo más importante, era silencioso. Tan silencioso, que parecía que estaba solo en todo el universo. En este momento mi mirada se posó en el brillante tacón de las botas de Lisa que yacían en el banco. ¡No estaba solo! Una invitada no invitada durmió dulcemente cerca, detrás de la pared, y eso no estaba bien. Dormía y no sospechaba que un hombre barbudo estaba realmente dispuesto a convertirse en un maníaco por culpa suya. Tenía que hacer algo al respecto. ¿Quizás arrastrarla de vuelta al coche y dejarla allí? ¿O llevarla al pueblo y llamar a Georg, para que se la llevara, fuera de peligro? Pero el pueblo estaba demasiado lejos y con la nevada pasada sería imposible llegar hasta allí con su pie y menos con estos tacones. Aunque, por supuesto, me gustó más la otra opción, en la que estábamos juntos en la sauna. Lisa estaría desnuda, sonrojada por el calor y deseo, gritando mi nombre con pasión. ¡Infierno! Debido a esta fantasía malvada, no pude dormir hasta la medianoche. ¿Por qué me provoca este cortocircuito en la cabeza? Parece una chica normal y corriente, que yo he visto en mi vida más hermosa, pero nunca he llegado a tal estado que babeo felizmente en el suelo. ¡Como un tonto, de verdad! Resignado a mi propia estupidez, agité la mano con conformismo y salté del porche. Fue hacia el banco, tomé una bota y entré en el granero. Era necesario arreglarla, porque se lo prometí. Lisa. Abrí un ojo con la esperanza de ver mi dormitorio, mi propia cama, pero no funcionó. La miserable choza estaba en su lugar, como todo lo demás. Gimiendo lastimeramente el perro arañaba la puerta, la cual esta vez la cerré prudentemente. La cabra balaba alegremente fuera de la ventana, y desde algún lugar a lo lejos escuché el sonido de un hacha. ¿Cuánto puede cortar? Destruirá todo el bosque así. ¡El leñador insaciable! El estado de ánimo, por extraño que pareciera, era optimista. Supongo que me cansé de sufrir y preocuparme por toda esta situación. Me quedé, como en un chiste, para relajarme y divertirme. Si lo miras, no estaba todo tan mal. Durante mucho tiempo soñara con irme de vacaciones a algún lugar junto al mar, tomar un poco de aire, tomar el sol, coquetear con un macho bronceado y al menos distraerme un poco de mis problemas. Detener mi agitada vida, parar y mirar a mi alrededor. ¡Por favor! ¡Los sueños se hacen realidad! Ahora estaba detenida y bien parada. Aquí, por supuesto, no hay mar, pero hay un mar de bosque y aire libre a granel. Tomar el sol, por supuesto, no podría, pero el leñador tiene una sauna. Podría hacer un salón de spa, tengo todo lo que quiero en mi neceser para tal procedimiento. Y en lugar de un macho bronceado, tengo un guardabosques corpulento, barbudo y de aspecto salvaje. Bueno, ¿no es una suerte? ¿Dónde más puedo encontrar tal descanso? ¿Y tal macho? Ayer se dio la vuelta de manera tan conmovedora mientras yo lo miraba con insolencia, que valió la pena un gran esfuerzo para no reír. Apenas me contuve. ¿Qué pasa si tiene un alma tierna y vulnerable y se ofende? ¡Pero por qué mentir! Yo misma, para ser honesta, estaba avergonzada, como una niña. Al recordar involuntariamente el cuerpo de escándalo, un extraño calor se derramó por la parte inferior. ¿Qué pasa conmigo? Una cosa es agradar la vista y otra es desear algo más. No, tengo que levantarme y hacer cosas. Prometí una cena de Navidad. Salté alegremente del sofá. Bostecé y me estiré dulcemente. Me cambié el pijama por unos vaqueros y recogí el pelo en dos trenzas. Abrí la puerta con cuidado. Peck inmediatamente metió la nariz y, felizmente moviendo la cola de un lado a otro, corrió hacia mí. - ¡Para! ¡Para! ¡Cálmate, perro loco! - empujé al perro de mí, porque él estaba esforzándose por lamer todo lo que pudiera alcanzar con su lengua. - ¡Para! Estaba tan contento de que no le importaban mis gritos. Saltaba, giraba, casi derribándome al suelo, y luego saltó al sofá y se dejó caer felizmente sobre la almohada, gimiendo silenciosamente por el exceso de sentimientos. - ¡Eres un monstruo! - Me reí entre dientes, acariciando su fuerte lomo y salí de la habitación. El primer paso fue recoger la nieve y derretirla en la estufa. Cogí una olla grande y salí. No cerré la puerta y fue un terrible error. Mientras estaba recogiendo nieve, la cabra traviesa entró corriendo en la casa y por fin me llegó hasta mi falda lavada. Agripina salió lentamente de la casa y me pareció que tenía algo azul cerca del hocico. Miré de cerca. ¡Esto era cierto! ¡Mi falda! Un trozo colgaba de su boca. - ¡Oh, maldita seas! - corrí hacia ella lo más rápido que pude. La cabra se detuvo. Orejas erguidas, cola levantada, en los ojos había sorpresa, como diciendo, ¿qué es este grito anormal? - ¡Ven aquí! – grité a todo pulmón. Luego, el animal cornudo se dio la vuelta, saltó y se alejó de mí, pateando con sus pezuñas traseras. Corrió tan alegremente, brincando, probablemente pensando que querían jugar con ella. No tenía tiempo para juegos ni para bromas, así que corrí tras ella, gimiendo y lamentándome cuando pisaba mi pierna adolorida. - ¡Devuélvemela! Ella siguió galopando, su pequeña cola estaba alegremente levantada, y el trapo azul se agitaba con el viento. - ¡Para! Agripina! - grité, tropezando y casi cayendo. Finalmente logré alcanzarla. Agarré los cuernos estriados y tiré de ella para que se detuviera, obligándola a pararse. La cabra trató de escabullirse, pero yo ya había logrado agarrar el borde de la falda y, con un brusco tirón, la saqué de su boca. - ¡Maldición! - me estiré la falda, examinando la prenda estropeada, sembrada de pequeños agujeros en un borde, como un colador. Casi rompo a llorar de resentimiento. Esta era mi prenda favorita. - ¿Qué ha pasado? - preguntó Igor, saliendo desde atrás de la casa. - ¡Aquí, tu cabra arruinó mi falda! - Grité. - Bueno, ¿qué puedes hacer, es un animal? No te preocupes, te arreglé las botas, - dijo con calma y me entregó las botas. De hecho, él arregló muy bien el tacón, casi imperceptiblemente. - Si quieres, ¿puedo ayudarte con la cena? - sugirió, como si quisiera expiar el sufrimiento causado por sus animales. - Bien, entonces lleva esta olla de nieve a casa. Todo el día estuvo cumpliendo mis órdenes. Trae esto, toma esto, abre ese frasco, pon la leña en la estufa. Me gustó tanto, ser la jefa, que al final, fui completamente insolente y pedí un árbol de Navidad. - ¿Por qué necesitas un árbol? - preguntó Igor perplejo. - No tengo adornos. - ¡Qué Navidad sin árbol! - Sí, el bosque está lleno de ellos, ¿por qué arrastrar uno a la casa? - Por favor, - lo miré suplicante. - Está bien, lo traeré, - respondió. Cuando estaba limpiando la casa, encontré una caja con algunos botones, cartuchos vacíos y varias revistas viejas en el armario. De todo esto, decidí hacer adornos para el árbol. Saqué todo este tesoro en la mesa y empecé crear la belleza de una basura. Me dejé llevar tanto por este trabajo creativo, que no me di cuenta de cuando regresó Igor. Igor. Al regresar del bosque con un abeto pequeño, me quedé paralizado en el umbral. De alguna manera extraña, mi choza, o sea no era la mía, se había convertido en una casa, una verdadera y acogedora casa. Olía a algo muy sabroso y a una sensación navideña. Ni siquiera pensé que durante estos tres meses extrañara tanto la civilización, o más bien, extrañara mi hogar y, posiblemente, una familia. Hasta ahora, era difícil sorprenderme con algo. Pero como pudo una muñeca de la ciudad con una pinta glamurosa, con las uñas arregladas y pintadas, comportarse libremente en la cocina, la cocina de hierro, lo que no generó ninguna duda de que no era la primera vez que estaba preparando la comida. Tampoco era comprensible, el hecho de que trabajara tan duro para llevar a cabo la limpieza de algo, que parecía no tener arreglo. Pero verla hacer las decoraciones navideñas para el árbol de Navidad me rompió los pensamientos, y al final los hizo, como en una imagen de revista de moda. Definitivamente todo eso no me podía pasar por la cabeza. Podría haber jurado, que los compró en alguna tienda o, ordenó hacer en algún taller, pero el problema era, que físicamente no podía hacer esto. Y por encima ver, como Lisa sacaba la lengua al pegar las partes de bolas de las hojas de las revistas, no dejaba ninguna duda de quién las hizo. No sabía cuántos años tenía, al principio pensé que tenía veintiséis o, veintisiete, pero ahora me parecía muy joven con esas coletas e inspiración en el rostro. Otra pregunta era por qué comencé a observarla. Tenía curiosidad. Y al final conseguí un quiebre absoluto en la plantilla que tenía sobre ella en mi cabeza. - ¡Ya has vuelto! Pon el árbol aquí, - ordenó. ¿Solo di que te lo pongo? ¿Cómo? Tuve que ir al granero y empezar a construir un soporte para el árbol. Cuando regresé, Lisa ya había terminado su trabajo. Sobre la mesa estaban colocados adornos navideños al estilo de "Naturaleza", en el mejor sentido de la palabra. Una vez le coloqué el árbol, subiéndose a una silla, comenzó a adornarlo. - Sabes, tienes muy buen gusto, Lisa, - no pude resistir el elogio. - Y los adornos te salieron muy exquisitos. - Gracias, siempre me han gustado las manualidades, - sonrió. - Desde que tengo memoria, siempre he hecho juguetes con mi madre, y no solo para los del árbol de Navidad. Quizás por eso me convertí en arquitecta. ¡Fue una sorpresa! Mi invitada resultó ser, como yo, del campo de la construcción. - Ni siquiera podía imaginar que fueras arquitecta, - le dije, rascándome la barba, - en el mejor de los casos pensé, que eras diseñadora. - No, el diseño es un trabajo para el alma y la arquitectura es una ciencia seria. Ahí tienes que pensar con la cabeza, inventar cosas cómodas y bonitas, calcular cada milímetro. - Siempre me pareció que esta era una profesión puramente masculina, - me solté, pero menos mal, que me detuve a tiempo. - Así piensa mi jefe, no confía en una mujer para desarrollar un proyecto, siempre me mantiene en mejoras, o sea en segundo plano, - sus ojos brillaron con enojo. - Porque no entiende que una mujer diseñará mejor un apartamento o una casa, porque inconscientemente piensa en la familia. Por ejemplo, tú vives aquí solo. Tienes dos habitaciones, una cocina y un pasillo. La estufa está en la cocina. Así sería muy correcto, pero las habitaciones están frías. - No hace frío en la mía, - dije. - Entonces, si enciendes la estufa, solo tienes el calor en la cocina y el pasillo, pero si pones la calefacción por el suelo radiante, entonces podrías caminar descalzo en toda la casa y necesitarás menos leña, - dijo. - No funcionará, no hay base aquí. – Respondí. Ya pensé en eso al principio, pero vi que era imposible arreglarlo. - Está bien, pero sería posible hacer un baño en la casa. Después de todo, tu tienes una ducha, pero por alguna razón la dejaste en la calle y eso no es cómodo, - ella no se calmó, tocando mis puntos sensibles. - Sabes que aquí no había nada en absoluto. - Estallé. No permitiré que nadie hable mal de mi creación. - Lo siento, no quise ofenderte, es solo una sugerencia. Si hicieras la puerta aquí, - ella hizo un gesto a la derecha, - podrías lavarte sin salir al frío. - Si eres tan buen arquitecto, deberías haber notado toda la estructura de la ducha. No se puede poner un barril de agua en este techo, no resistirá, y si también abres la puerta en esta pared, debilitarás la resistencia aún más. - Empecé a calentarme. - ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? - preguntó de repente. - Bastante, para entender que cualquier cambio en la estructura de esta casa es perjudicial. Toma todo como esta. En realidad, un ser humano no necesita mucho más de lo que puede ofrecer esta casa. - A lo mejor tienes razón. Tenía que hacer más cálculos, pero tú me entiendes, lo que te quería decir. Un hombre no ve de la misma manera que una mujer. – concluyó ella. - No me digas que eres una de esas feministas locas! – exclamé. - De ninguna manera, yo no quiero la igualdad, porque es una tontería, pienso, que somos diferentes por naturaleza y estamos hechos para funciones distintas. – dijo. – Por eso te voy a pedir, que saques la olla con el estofado del horno, mientras yo sirvo la mesa. De verdad me gustó su punto de vista. Y a pesar de ser arquitecta, ella podría convertir esta fría casa en un cálido hogar. A lo mejor tenía razón ella. Porque a mis arquitectos hombres últimamente faltaba algo así, como la comodidad. Sus proyectos eran perfectos, pero faltaba esta calidez.  
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