Daysi habló por horas con Enden, debatiendo el tema del libro en aquella sala de estar. La tarde se volvió noche y dos autos se parquearon frente a la vivienda. Los padres de la joven acababan de llegar. Las voces se hicieron escuchar con rapidez y Enden notó que era hora de marcharse. Al momento de salir de la sala de estar a la antesala, su mirada se chocó con aquellos ojos negros de la señora Eliana. —Enden —soltó ella con impresión—, ¿visitabas a Daysi? —Hola, tía —saludó el joven—, sí, hablaba algo con ella. La señora Eliana tornó su rostro lleno de preocupación, comenzaba a creer que él pudo haber llegado a discutir con su hija. Daysi acababa de entrar a su habitación, organizaba su bolso para el día siguiente. En su pequeño escritorio había una luz encendida de una lámpa