La peor etapa de la soledad es saber que, por más personas que tengas a tu lado, aquella sensación no se va. Era la hora del almuerzo, Daysi estaba sentada alrededor de la mesa y, para su mala suerte, Enden estaba en frente de ella. El joven no dejaba de observarla y comunicarle con sus ojos que quería hablarle. —Desde mañana comenzarán sus quehaceres diarios —informó la mujer. Unos murmullos en contra de la información, emanó. La mujer limpió su garganta y todos volvieron a hacer silencio. —Las mujeres me ayudarán en la cocina, limpiarán la casa y barrerán el patio, debemos limpiarlo —dijo la mujer—. Los hombres ayudarán en la finca, deben reparar la cerca de la quebrada, Juanjo les dirá qué hacer, ¡ah!, se me olvidaba, también ayudarán a limpiar el patio. Hasta el rostro de End