Daysi convidó a Marilyn a tomar unas malteadas mientras esperaban a Thiago. Mientras transcurría el tiempo conversaron de todo un poco y se conocieron más.
Marilyn era una joven de estrato medio, sus padres eran contadores y su hermano Thiago estudiaba ingienería civil, estaba en cuarto semestre. Ella se encontraba en último año de bachillerato. Por lo que le contaba Marilyn a Daysi, parecía tener la misma vida aburrida, en eso compaginaron a la perfección.
Al parecer, Marilyn tenía un poco de envidia de su hermano, ya que, por lo que contaba, sus padres tenían algo de favoritismo por él. Le comentó sobre la deuda en que sus padres se metieron al comprarle un auto, la diferencia que había entre el celular de ella y el de su hermano y las muchas fiestas a las que él iba y que a ella prácticamente no la dejaban salir.
Mientras Daysi tomaba su malteada de fresa, le pareció que Marilyn era ella unos días atrás quejándose por todo. ¿Acaso eso era un comportamiento que se daba en esa edad? Comenzaba a creer que sí. La conversación le pareció aburrida, tediosa, sólo quejas de Marilyn hacia su hermano. ¿Acaso no tenía nada más de qué hablar?, ¿ella se veía así cuando se quejaba?
—¿Y qué tal te va en el colegio? —preguntó para cambiar la conversación.
—Ah… bien, nada de interesante, la verdad —respondió Marilyn, sonando un poco ronca después de hablar por más de una hora.
En aquel momento vieron un auto n***o parquearse en la esquina de la tranquila calle.
—Ese es mi hermano, creo que ya nos vio —informó Marilyn—. Mira la hora en la que viene a aparecer.
La boca de Daysi se secó, intentó tragar saliva, pero se le hizo imposible. Su corazón se aceleró, ¿qué debía decirle a Thiago cuando lo viera? Además, no estaba arreglada, se veía fea, no quería que la viera así.
El joven se bajó del auto y las buscó con la mirada, las observó fijamente y comenzó a caminar hacia ellas. Al llegar se sentó al lado de su hermana.
—¡¿Por qué llegas a esta hora?! —preguntó Marilyn con enojo.
—Tuve que adelantar un trabajo con unos compañeros —respondió Thiago con tono aburrido.
La mirada del joven se posó en Daysi y le sonrió.
—Hola —saludó.
—Hola —respondió ella mientras se ruborizaba.
Thiago reparó el uniforme de la chica, su rostro y su cabello despeinado. No traía maquillaje, se veía con el rostro un poco sudado por el calor de la tarde y tenía su bolso n***o responsando en sus piernas. Era una simple chiquilla de dieciséis años, un año menor que su hermana, aunque, se veía bien desarrollada, expresaba que tenía unos padres que la cuidaban bien. Sus zapatos colegiales se veían costosos, bolso de marca y el uniforme elaborado con la mejor tela. La falda azul turquí se veía meticulosamente planchada, al igual como la camisa estilo clásica color blanco que llevaba en el lado derecho del pecho el escudo del colegio prestigioso al cual asistía. No era cualquier chica, debía pertenecer a una familia prestigiosa de la ciudad.
—Daysi necesita que le prestes tu celular para hacer una llamada, se le perdió el de ella —informó Marilyn.
Los ojos de Thiago se acomodaron más en la chica morena frente a él.
—¿Qué le sucedió a tu celular? —preguntó.
—Lo perdí en el último aguacero, se me cayó en la carretera —respondió Daysi.
—Ese aguacero parecía un diluvio —expresó el joven mientras sacaba su celular del bolillo delantero de su pantalón—. ¿A quién necesitas llamar? Claro, si se puede saber —sonrió mientras desbloqueaba la pantalla del dispositivo.
—A… —Daysi lo pensó, ¿sonaría infantil si respondía que era a su madre? —mi madre para que envíe al chofer a recogerme.
Las cejas de Thiago se alzaron mientras le pasaba el celular, cómo le gustaría decir a él que necesitaba que le enviarán un chofer a recogerlo. El sólo hecho de pensarlo lo hizo soltar una pequeña risita. Pareció que su hermana también pensó lo mismo, ya que se vieron las caras.
—Pero Daysi, si quieres yo te puedo llevar, no hay ningún problema —se ofreció el muchacho.
La mirada de Daysi se levantó rápidamente al escuchar aquello, ¿cómo sabía su nombre? ¿Realmente la dejaría montarse en su auto?
—No lo sé, yo… —Daysi no sabía qué decir, se sentía muy nerviosa.
—No te preocupes, no es ningún problema —dijo Thiago—, ya después nos darás un aventón en tu auto con tu chofer —chistó el joven y junto con su hermana rieron.
Thiago era un joven bastante divertido, alegre y extrovertido. Hizo que Daysi se montara al lado de él y la interrogó alegremente. Marilyn estaba sentada atrás, pero no dejaba de hablar y llenar a la jovencita también con muchas preguntas. Así que nunca se formó algún silencio incómodo.
Fue fácil para Daysi tomar confianza con ellos y varias veces soltó carcajadas por los comentarios de Thiago y los enfados de Marilyn. Parecía que ellos eran unidos, claro, a su manera. No eran de esos hermanos cariñosos, tenían más una relación de amor y odio, pero, al final del día, se llevaban bien.
Daysi se enteró que Thiago asistía al grupo de lectura porque debía recoger a su hermana ya que él era su chofer, sus padres lo obligaban a hacerlo, así que, prefería quedarse a esperarla a tener que hacer doble viaje, ya que ellos vivían lejos del centro de la ciudad.
No era un chico amante a la lectura como su hermana, de hecho, varias veces en la conversación se quejó de lo aburrido que le parecía tener que estar allí. Se notaba a simple vista que él era más de sitios ruidosos, estar en el desorden y, además, ser el centro de atención, porque sí, capturaba la atención de las personas, se le notaba.
Pero a Daysi nada de eso le desagradó, al contrario, le gustaba que Thiago fuera así. Nada de él llegaba a molestarle.
Al momento de bajarse, Thiago le regaló una sonrisa que hizo acelerar su corazón. Sonrió tontamente mientras se despedía con un movimiento de mano.
Marilyn estaba boquiabierta observando por la ventana la imponente casa con aquel enorme jardín lleno de rosas y una fuente en el centro. Disfrutaría de aquella amistad, claro que sí.
Den y Alex se acercaron a Daysi, confundidos por ver a la jovencita bajarse de aquel vehículo desconocido.
Den bajó un poco la mirada hasta poder ver a Thiago, sus miradas se cruzaron por un momento. ¿Quién rayos era ese tipo y por qué traía a Daysi?
Thiago se marchó, dejando a Daysi en medio de los dos chicos.
—¿Quién era ese? —indagó Alex.
—Nadie que te importe —respondió Daysi seria.
Daysi volteó a ver a Alex, después a Den, ¿por qué la veían con esa expresión seria?, ¿a ellos qué les importaba con quién salía?
—Dile eso a mis tíos cuando les cuente —soltó Alex.
—Vete a la mierda, Alex —Daysi acomodó su bolso en su hombro—, piérdete.
La joven dio media vuelta, el vigilante abrió el portón y ella entró. Aunque, para su desgracia, aquellos chicos no estaban allí porque sí, no, en su casa había una reunión familiar.
Con rostro de pocos amigos entró a la vivienda, topándose con Axel y Peter. Los chicos la barrieron con la mirada y soltaron unas risitas burlonas.
—¿Peleaste con el estilista, Crespas? —se burló Axel.
—No, ella es así por naturaleza —dijo burlonamente Peter.
Daysi les mostró su dedo corazón derecho mientras caminaba rumbo a su habitación. No vio el momento de abrir la puerta de su habitación y que el silencio la atrapara por completo.
Al momento de hacerlo, recostó su espalda a la puerta e intentó calmar su respiración. Odiaba esa vida. Ahora que conocía a otras personas que la trataban bien y no se burlaban de su aspecto, comenzaba a detestar el estar en aquella casa.
A su mente llegó el recuerdo de Thiago sonriéndole antes de marcharse, aquel rostro la traía prendida.
Lentamente llevó una mano a su pecho y comenzó a soltar risitas de emoción.
—No sé qué hice mal —confesó Camila (la madre de Yiret)—, no reconozco a mi propia hija. Es arrogante, egocéntrica y egoísta.
La voz de la mujer sonaba apagada y triste.
—Ayer su padre discutió con ella porque llegó tarde a la casa, tenía mucho miedo —comenzó a sollozar—. Pensaba que Luis Ángel la golpearía, ¿se imaginan?, lo peor es que Yiret lo enfrentó y le gritó que la golpeara si eso era lo que quería.
—Se nota que es hija de Luis Ángel —soltó Neyret—, mi hermano se comportaba de la misma manera a la edad de Yiret. Si mis padres no lo envían a aquella finca, jamás habría dejado esa rebeldía.
—Cierto, pero… el estar un año apartada de mi hija —dijo Camila—, me rompería el corazón.
—No debe ser un año, pueden ser unas vacaciones para que aprenda lo que es la vida —dijo Laura—. Si Estefanía fuera así de rebelde, no dudaría dos veces en enviarla a la finca de mi madre, para que aprenda a trabajar y aprecie las comodidades que tiene.
—¿Crees que Yiret entraría en razón si tiene un castigo como ese? —inquirió Camila.
—¿Acaso tu esposo en su época de rebeldía no entró en razón cuando aprendió a trabajar? —indagó Laura.
—Sí, pero él es un hombre, además, eran tiempos diferentes.
—Tu hija lo que necesita es mano dura, Camila. Le dejas hacer lo que desee, ese es su problema.
—¡Válgame Dios!, —soltó Eliana— ¿cómo se les ocurren esas ideas tan retorcidas? ¿Enviar a sus hijas a una finca?, ¿quieren ver a sus hijas recogiendo café en pleno medio día?, ¿cómo pueden hacerles eso?
—Eso es lo que necesitan mis gemelos —dijo Neyret con voz aburrida—, que aprendan a trabajar. Partida de flojos, pasan todo el día jugando en sus celulares y no obedecen en lo absoluto. Si se comportan de esa manera ahora que son menores de edad, no me imagino cuando cumplan los dieciocho.
La reunión de mujeres entró en un silencio un tanto incómodo. Comenzaron a mirarse los rostros, analizándose entre ellas. Muchas de las allí presentes no se dignaban a confesar que les encantaría enviar a sus hijos lejos, deshacerse de ellos por un rato y que alguien los pusiera en cintura para así por fin descansar de sus berrinches de niños mimados.
—La única afortunada aquí es Sandrid —confesó Camila—. Su hijo Enden es un amor de muchacho.
Sandrid tomó una taza de té de la pequeña mesa de madera.
—Nunca ha sido un niño problemático —dijo Sandrid—, pero eso es porque mientras ustedes suplían todos sus caprichos, nosotros le poníamos límites. Sebastián nunca les impidió a sus padres que lo castigaran y lo pusieran en cintura cuando se comportaba mal. En un principio se me hizo difícil porque es mi único hijo, pero siempre entendí que era por su bien. Un niño sin límites a largo plazo sólo generará problemas, ya mayor, ¿Cómo podré corregirlo?, sería un dolor de cabeza y más con el temperamento tan fuerte con el que salió.
—Yo siempre le he dicho a Estefanía que ella no viene de familia adinerada —contó Laura—, así que la enseñé a ser humilde. Gracias a eso mi Estefanía hasta el momento no me ha dado dolores de cabeza, pero si algún día se atreve a hacerlo, la haré entrar en razón.
—¿Y cómo has hecho con Daysi? —preguntó Neyret a Eliana.
La mujer dejó salir un suspiro y tomó una taza de té de la mesa, comenzó a revolver el interior subiendo y bajando la bolsilla con lentitud.
—Ella ha mejorado mucho en su comportamiento —dijo—, su problema no es de rebeldía, su problema es que no tiene amigos. Todos se burlan de ella.
Se creó un gran silencio en el pequeño salón, las madres se miraron las caras, demostrando que sentían pena ajena.
—Pero afortunadamente eso ha cambiado —explicó Eliana—, ayer dos de sus amigos la trajeron a casa, van juntos al grupo de lectura y pasaron la tarde cerca a la playa. Ella ya no me da problemas, de hecho, está mejorando en sus calificaciones y pasa las tardes leyendo libros en la biblioteca.
—Es una pena que nuestras hijas no se lleven bien —confesó Camila—. Le he dicho mil veces a Yiret que no moleste a Daysi.
—Ya te lo dije, Yiret necesita una reprimenda —insistió Laura.
—Mis gemelos también se han vuelto unos brabucones, ¿cómo se les ocurre burlarse de Daysi? —soltó Neyret avergonzada—, son familia, no deberían tratarse de esa manera.
—No te preocupes Neyret —calmó Eliana—, Daysi también los ha tratado mal.
—Claro que no, yo lo he visto, la pobre Daysi sólo lo hace para defenderse —replicó Neyret. Miró a Laura— y Estefanía no es ninguna perita en dulce, también la he visto muchas veces burlándose de Daysi junto con Yiret.
Laura y Camila se sobresaltaron.
—Sí —dijo Neyret—, sus hijas se han vuelto un dolor de cabeza para Daysi en el colegio. Alex me contó todo. Dice que en el colegio se burlan de Daysi por su apariencia, sus hijas junto con Peter (ese chico engreído que siempre está con mis hijos), y Den. Den tampoco es tan bueno que digamos, nunca defiende a Daysi, una vez él me vio regañar a Daysi porque se voló por el patio, le pregunté el por qué no defendía a Daysi cuando veía que la gente se burlaba de ella y me dijo que le daba igual, que esa era la vida de ella, no la suya —hizo un corto silencio—. Esa misma tarde Alex me comentó que todos se burlaron de Daysi cuando ella fue a ver a Axel.
—Sí, Daysi me comentó lo que sucedió —dijo Eliana—. La trataron mal. Llegó llorando a la casa, estaba muy alterada.
Eliana llevó una mano temblorosa hasta su boca, intentando no llorar. Dejó salir un pequeño sollozo.
—Esa Estefanía —gruñó Laura, miró a Eliana—. Amiga, yo no estaba enterada de nada, si lo hubiera sabido desde hace mucho habría reprendido a esa niña.
—Realmente no sé qué hacer con Yiret —sollozó Camila—, ¿cómo puede tratar de esa manera a su propia familia?
—Nuestros hijos no se parecen en nada a nosotros —confesó Sandrid.
Peter tocó con fuerza la puerta de la habitación de Alex, en vista de que no abrían, volvió a tocar con mucho más afán.
Alex abrió con un rostro de enfado.
—¡¿Qué te pasa?! —gritó Alex un tanto sacado de quicio.
—¡Eso mismo quiero saber yo!
Axel se asomó por detrás de su hermano, su rostro se veía un poco serio al escuchar aquellos gritos.
—¡Sus padres se volvieron locos! —gritó—, ¡hablaron con los míos y por su culpa mi padre me hizo esto —volteó un poco su rostro y mostró un moretón—. ¡Por culpa de sus papás me van a enviar a una maldita finca disque para que aprenda a trabajar y conozca lo que es la vida!
Axel soltó una carcajada desde sus adentros.
—Ah… y encima te ríes —soltó con amargura Peter—. Se nota que ustedes no están enterados de nada —desplegó una ligera sonrisa—. A ustedes les va a ir peor, sus padres ya vienen en camino.
La risa de Axel se cortó de golpe y los rostros de los gemelos se tornó bastante seria y con algo de miedo.
—Nuestras vacaciones a la isla de San Andrés se fueron al carajo, nos van a mandar a esa maldita finca —soltó Peter desesperado—. Mi papá casi me hecha de la casa. Llamaron al rector y él mostró mis notas y la de todos, encima les puso mil quejas de las escapadas y todo lo que hemos hecho en el colegio. Están furiosos. Me quitaron mi celular, bloquearon mis tarjetas de crédito y mi papá dijo que venderá mi auto.
Peter llevó las manos a su cabeza y comenzó a caminar en círculo por el pasillo.
—¡Mierda! —gritó Peter—, ¡y todo por culpa de la fea esa, la loca estúpida esa, parece que le contó todo a mis papás!, ¡¿quién sabe qué mierdas les dijo!, ¡pero ya verá, ésta me las va a pagar!
—Oye, oye, ¡Peter! —llamó Alex.
Peter volteó a verlo.
—Cálmate, cálmate —se acercó a él—. ¿Estás hablando de Daysi?
—Sí, esa misma, ¿de quién más sería? —soltó con amargura—, ¡es una loca de mierda, eso es!, ¡¿yo cuándo me he metido con ella?!, ¡más lo hacen ustedes que son sus primos y no la dejan en paz!, ¡ah! ¡Y esas estúpidas que viven gritándole y burlándose de ella!
—¡¿De qué rayos estás hablando?! —escucharon al fondo.
Yiret llegó jalando a su prima de un brazo. Estefanía tenía una mejilla colorada y soltaba pequeños sollozos.
—¡Dímelo en mi cara, ¿qué fue lo que hice?! —gritó Yiret encolerizada.
Peter se acercó a ella y la fulminó con una mirada.
—¡Tu padre fue el que les dijo todo a nuestros padres, les dijo que sí sería bueno el enviarnos a esa maldita finca! —gritó Yiret—, ¡ah!, ¿y ahora también te las quieres dar de santo? Si eras tú quien vivía poniéndoles apodos a Daysi, ¡inmaduro!, si estamos en estas es por tu maldita inmadurez.
—¡Ay, ya cállense! —gritó Alex.
—¡Cállate tú! —replicó Yiret—, ¡mira, el que dice que es su mejor amigo y se avergüenza de ella!, ¡además, fuiste tú quien contó todo! —Yiret se abalanzó a él y comenzó a darle puños en su pecho—, ¡por tu culpa me quitaron todo!, ¡imbécil!
Den veía a su gato dormido boca arriba y con las patas abiertas en la cama, pasó una mano por su barriga, sintiendo la suavidad de su pelaje n***o.
—¿Qué querían que hiciera? —preguntó Den—, ese grupo está lleno de inmaduros, de hecho, Daysi es la mayor inmadura y es una completa desconocida para mí. Ella es una inadaptada social, se presta para todo tipo de burlas. No pueden obligarme a tratar con ella, me parece una chica tóxica.
—Pero hijo… —trató de hablar su padre.
—Si quieren enviarme a una finca, adelante —Den lo observó fijamente—, ¿quieres que te de mi celular, el portátil? Si crees que he hecho algo mal, está bien.
—Den, yo entiendo por completo tu punto de vista, —dijo su padre— de hecho, pienso igual que tú. Daysi no es la inocentona que todos quieren hacer ver, si sus primos la tratan mal, es porque ella les hizo algo y me parece bien de tu parte el no meterte en ese problema. Pero tu madre piensa diferente, por eso dijo que también debes ir a pasar las vacaciones a la finca a trabajar.