Sociedad

3106 Words
La señora Eliana tornó su rostro triste al ver cómo su hija derramaba las lágrimas por sus mejillas. —Hija, yo no me avergüenzo de ti —replicó la mujer. —Yo sé que sí, así como todos también lo hacen —sollozó Daysi—, y es normal, mírame, parezco una loca. —Pero es porque no estás arreglada. Si te bañas y cambias, te verás muy hermosa. —Eso no es cierto —Daysi se abrazó a sí misma—. Todos se ríen de mí. Soy fea. —Claro que no eres fea —su mamá se acercó a ella y la abrazó—, eres muy hermosa, muy hermosa. Daysi abrazó con fuerza a su madre y cerró los ojos mientras soltaba el llanto. —El problema es que eres muy descuidada —dijo su mamá—, mira que salir en esas fachas a la calle. ¿Qué te pasó en la rodilla?, ¿dónde estuviste metida?   La señora Eliana volvió a regañarla cuando Daysi le contó que saltó la paredilla para poder conseguir algo de internet. La joven se bañó y después su madre le curó la herida en su rodilla. —El problema, Daysi —dijo la señora mientras ponía un parche en la rodilla— es que la sociedad sólo se fija en lo físico, es lo primero que ve y así cataloga a las personas. Por cómo te ven, así te tratan. Si yo te regaño y te exijo que te comportes a la altura es por lo mismo, no deseo que se burlen de ti y mucho menos te traten como algo menos. Los ojos de Daysi estaban rojos de tanto de llorar y su boca se mantenía en un puchero. —Lo siento —se disculpó la joven—, yo no quiero darte problemas. —Si no me quieres dar problemas —la mujer comenzó a recoger los implementos con los cuales curó la herida de su hija y los metió en el botiquín— por favor, estudia más. Cuando entreguen el primer boletín con tus notas, veré si reconecto el internet y te doy un celular nuevo. —Pero… ¿qué haré todo el día aburrida en la casa? —inquirió ella con tono triste. —La vida no es sólo estar todo el día pegada en un celular o un computador —replicó la mujer—. Sal más, has amigos. —Nadie quiere ser mi amigo. —El colegio no es el único lugar donde puedes hacer amigos. —¿Dónde más si yo no salgo de aquí? —No sales porque no quieres. Nunca te he prohibido salir de la casa. —Claro que sí, le dijiste a los empleados que no me dejaran salir, por eso tuve que saltar la paredilla. —Eso fue… —la señora desplegó una sonrisa— porque estabas muy rebelde. Sabía que irías a buscar dónde conectarte. —¿Ves? Te estás contradiciendo. —Hija… —dejó salir un suspiro— está bien, puedes salir. Pero por favor, que no sea para buscar internet, debes aprender a socializar más. Mañana irás al grupo de lectura. —No… Mamá… —Daysi amenazaba con volver a llorar—, ese lugar es muy aburrido. —¿Cómo puedes decir que es aburrido? Ni siquiera has ido. —Estará lleno de viejos, leerán cosas aburridas. —Claro que no —replicó la mujer con una ligera sonrisa en su rostro—. Los días que irás serán estrictamente de lectura juvenil, estarás rodeada de chicos de tu edad, ¿qué tal y conozcas a uno que te guste? —Mamá… —gruñó Daysi. —Hija, lo que quiero decirte es que es una oportunidad para que conozcas a chicos de tu edad y tener amigos, socializar y que ellos no piensen que eres rara, fea o se avergüencen de ti. Toma esa oportunidad y muéstrate como eres, como quieres que te traten. —Pero… ¿cómo hago eso? —Comienza arreglándote para la ocasión. —No sé cómo hacerlo. —Para eso estoy yo. Era la primera vez que Daysi conversaba de manera tan personal con su madre. La primera vez que aceptaba sus condiciones y hasta le emocionaba el hecho de ir al grupo de lectura. Su mamá tenía razón, ella tenía una oportunidad de conocer a nuevas personas y que ellos la trataran como ella deseaba. Esta vez podía elegir el cómo la verían las personas. Al día siguiente, su madre la fue a buscar a la salida de clases, hicieron una parada en un centro comercial y compraron algo de ropa, maquillaje y hasta comieron unos helados. A Daysi le gustó pasar tiempo con su madre, que compaginaran tanto en un tema. La señora Eliana estaba aliviada al ver que su hija tenía algo que la comenzara a motivar, por fin había dado con el malestar que desencadenaba los muchos problemas de su única hija. Le entristecía saber que Daysi se sentía rechazada por la sociedad, saber que todos la discriminaran por su apariencia, ¿quién se sentiría motivado a salir de su casa cuando lo único que va a encontrar en la calle son burlas y rechazos? Haría todo lo que estuviera en sus manos para darle a su hija una nueva vida, un lugar donde se sintiera feliz y aceptada. Llegaron a la casa y después de la chica darse un baño, se cambió con la nueva ropa, un vestido rojo oscuro con encaje en la espalda, le llegaba por encima de las rodillas y, después de un maquillaje suave con un labial rosado oscuro, el cambio en Daysi era muy notable. Hasta su madre se sorprendió por lo linda que quedó. Unas zapatillas negras que la hacía ver casual y después de definir sus rizos, ya estaba lista para ir al grupo de lectura. Al mirarse en el espejo, sintió que era otra. Era la primera vez que se veía linda, que se sentía hermosa. Desplegó una ligera sonrisa y se ruborizó. Su madre era una experta en transformar monstruosidades. El grupo de lectura quedaba en una biblioteca en frente de la playa. Era la primera vez que entraba a ese lugar. Su madre se despidió y le dijo que la iría a buscar al finalizarse la clase. A Daysi le hubiera gustado entrar acompañada de su madre, pero no fue así. Al ingresar, se encontró con una pared llena de casilleros y un gran silencio, un celador la saludó y le preguntó si era la primera vez que visitaba la biblioteca. —Ah… sí —respondió mientras se ruborizaba—, estoy buscando el grupo de lectura. —Está en el tercer piso, en la sala de investigaciones —respondió el celador con voz baja y muy amable. —Gracias. Daysi siguió hasta el fondo, rodeando unas mesas de maderas redondas, no sabía si ir por las escaleras de la derecha que iban en forma de caracol o tomar el elevador. Por primera vez quiso subir unas escaleras para conocer la biblioteca, debía aceptar que era muy linda. Comenzó a subir por las escaleras y no se arrepintió de hacerlo, había una pared de cristal un tanto tridimensional por la que podía ver el parque frente a ella con sus hermosos y grandes árboles, un poco a la derecha la bahía azulada, los edificios estilo colonial bien conservados y las estatuas oscuras de los indígenas donde los turistas se tomaban fotos. En el segundo piso vio al fondo un piano, era un salón grande, había un mirador donde algunas personas contemplaban por la pared de cristal la panorámica que ella antes contemplaba. Siguió subiendo y sus labios se entreabrieron al ver la gran biblioteca silenciosa. Había varias mesas redondas de madera donde muchas personas leían. Los montones de estanterías repletas de libros, algunos siendo ordenados por el bibliotecario. Era un silencio que Daysi comparó con el salón de estudio de su padre, pero ese lugar siempre estaba solo, en cambio, aquí había bastante gente, pero todos parecían ser mudos. Volteó a la derecha y encontró un largo pasillo, había un letrero al fondo, encima de una puerta de cristal que decía “sala de investigaciones”. Era el lugar que ella estaba buscando. Se adentró por el pasillo y, al momento de empujar la puerta de cristal, sintió un cierto cosquilleo en el pecho. Al abrir la puerta, encontró un círculo creado por sillas acolchonadas de color gris, casi todas ocupadas por jóvenes que debían tener alrededor dieciocho a veinticuatro años. Todos rodaron su mirada a Daysi, pero ninguno parecía querer burlarse, algo que la alivió, al contrario, pudo ver que la reparaban y después le sonreían. Un hombre calvo, con un poco de barriga que vestía una camisa blanca de mangas largas y aparentaba tener unos cincuenta años le hizo señas para que se sentara. —Hola, ¿cómo estás? —le preguntó el hombre. Tenía una voz bastante seria. —Bien —respondió la joven con voz tímida. Daysi se sentó en una silla vacía al lado de una chica blanca con cabello n***o, era de contextura gruesa, con la cara un poco redonda, tenía el rostro lleno de pecas y calzaba unas botas marrones que le quedaron gustando a Daysi. Siempre quiso unas así. —¿Cómo te llamas? —preguntó el hombre. Dándose cuenta la joven que era el profesor. —Daysi —contestó. —Bien, Daysi, ¿es la primera vez que vienes a un grupo de lectura? —Sí, es la primera vez. En aquel momento, mientras la joven paseaba su mirada por los allí presentes, vio que la vida parecía sonreírle al entregarle la mayor de las casualidades. Aquel joven de sonrisa encantadora que vio en la playa días atrás estaba ahí, sentado frente a ella, mirándola fijamente. El chico acentuó con su cabeza a modo de saludo mientras le sonreía, ¿la había reconocido? No, no podía ser cierto, lo estaba imaginando, él si a lo mucho llegó a verla esa tarde. Daysi intentó concentrarse en la lectura que hacían sus compañeros, pero se le hacía imposible, sus ojos eran tan desobedientes y sólo sabían observar al joven. Cuando llegó el momento del joven leer, se enteró que su nombre era Thiago. —Thiago —musitó. Ese era un nombre que nunca olvidaría. Le encantaba. Las dos horas de clases se fueron con rapidez, le pareció muy corto. Quería seguir allí, observando a Thiago. Al momento de salir, Daysi quiso acercarse a él para hablarle, pero, se le hizo imposible por dos razones: Su timidez no se lo permitió y una joven se le adelantó. La chica tomó a Thiago por un brazo y lo amarró a ella, al momento de ellos salir, el joven le plantó un beso a la jovencita en la punta de su nariz. Era más que evidente que eran novios. Claro, ¿cómo un hombre como Thiago estaría soltero? Era de esos pocos ángeles caídos del cielo que no demoran mucho tiempo en ser amarrados por una mujer. La boca de Daysi quedó totalmente recta, tornando su rostro de manera aburrida. Era por esa razón que nunca se fijaba en hombres, sólo se volvían una patada en su pobre hígado. Pronto estaría sufriendo de cáncer por lo mismo. Meneó su cabeza a los lados de manera monótona y después limpió su nariz. Lentamente volteó la mirada a la chica que se había sentado a su lado en las dos horas de lecturas. Se dio cuenta que la jovencita en todo ese tiempo estuvo dándose cuenta de lo que había pasado. “Qué chismosa” pensó Daysi mientras caminaba hacia la salida. Al momento de esperar en el ascensor Thiago y su pareja también esperaron a su lado. Eran demasiado melosos, se besaban las comisuras de los labios, también se susurraban cosas y la jovencita soltaba pequeñas risitas chillonas que Daysi estaba segura que incomodaban en gran manera a los lectores. Las puertas del ascensor se abrieron y los tres entraron al interior. En todo ese tiempo Daysi permaneció con un rostro serio. Oprimió el botón que los bajaría hasta el primer piso. Daysi no se dio cuenta, pero Thiago por un momento la reparó de pies a cabeza, sonriente mientras analizaba las facciones de la jovencita. La novia del chico le dio un pequeño pellizco en las costillas del joven a modo de reprensión, algo que lo hizo formar una mueca de dolor. Al momento de abrirse las puertas, la chica salió disparada totalmente consumida por los celos, el joven iba detrás de ella llamándola por “Lola”, pero ella lo ignoraba por completo. Daysi salió lentamente del ascensor confundida por lo que estaba viendo. Se acercó a la gran puerta principal de la biblioteca que era de vidrio un tanto oscuro, pero se podía ver lo que sucedía en el exterior. Thiago discutía con la chica. “Es por eso que las relaciones de personas melosas nunca duran” pensó Daysi mientras dejaba salir una ligera sonrisa malvada. La discusión de Lola y Thiago terminó en un fuerte bofetón que ella le dio al rostro del joven. Después, la chica sacó del bolsillo trasero de su jean oscuro un celular que se lo mostró a Thiago, parecía que le pertenecía al pobre, ya que, ella lo aventó al piso y comenzó a pisarlo con mucha fuerza. Thiago se llevó las manos a la cabeza, horrorizado por lo que veía. —Qué vieja tan loca —murmuró Daysi—, se parece a mí. No, ella me supera por dos puntos. Daysi soltó una pequeña risita mientras rodaba la mirada un poco más allá de la escena que la novia de Thiago hacía afuera de la biblioteca. Un auto blanco estaba estacionado en la carretera, sabía que se trataba de su madre. Salió rápidamente de la biblioteca y caminó cerca de la escena que hacía la chica celosa, no disimuló que los estaba observando y negó por un momento mientras apreciaba el celular.   Thiago estaba ruborizado por la vergüenza y llevó las manos a su rostro para frotarlo. Daysi no era la única que observaba, las personas que pasaban por allí estaban viendo el show, hasta había algunos que se atrevían a grabar mientras reían. Daysi subió a los asientos traseros del auto y volvió a observar la escena por la ventana. Thiago se veía enojado y le decía algo a la chica que pareció no ser nada bueno, ya que ella comenzó a suplicarle mientras lo tomaba de una mano. —Dios mío, qué chica más loca —soltó su madre mientras veía la escena. —Y después dicen que yo soy la loca —dijo Daysi mientras se cruzaba de brazos. Thiago comenzó a caminar hacia la izquierda, sacudiendo el brazo para que la chica lo soltara. —¡Que me sueltes! —se pudo escuchar un grito salido de la garganta de Thiago. —Creo que terminaron —dijo la señora Eliana sin dejar de mirar lo que sucedía. —Hace unos minutos no dejaban de manosearse en la biblioteca, ahora no desean verse, qué irónica es la vida —soltó Daysi.   A Daysi no le importaba si era algo descabellado, pero le encantaba saber que Thiago ya no tenía novia. No creía que él volvería con esa después de la escena en la que quedó totalmente avergonzado. Esa era una chica totalmente bipolar, le hacía falta un tornillo… Llegó a su casa y entró a la biblioteca de su padre, comenzó a buscar el libro que estaban leyendo en el grupo de lectura. Necesitaba ponerse al día. Llegó a dormir cuando estuvo muy entrada la noche, para su sorpresa, aquel libro le pareció tan interesante que deseaba saber cuál era el final. Llevó el libro a colegio y en sus ratos libres lo leía. Llegó a sentirse más cómoda en el instituto al tener algo en qué concentrarse, así no tenía que ver a las personas burlarse de ella y mucho menos enojarse cuando veía a alguno de sus conocidos pasar por su lado y escucharlos hablando mal de ella. En el descanso se retiró a las canchas traseras del instituto y se sentó en las gradas, allí comió un sándwich junto con un jugo mientras terminaba de leer el libro. Se enfureció cuando el libro terminó en un “continuará…” eso la obligaba a leer un segundo libro para poder responder a los muchos interrogantes que tenía. Maldijo por lo bajo mientras terminaba de masticar el pedazo de sándwich en su boca. Al bajar el libro de su rostro se dio cuenta que había un grupo de chicos jugando fútbol en la cancha. Ella era de las personas que dejaba que su mente se alejara de la realidad por momentos, así que no se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Por lo mismo antes no se percató que aquellos chicos estaban allí. Notó que Den era uno de los jugadores y acababa de anotar un gol. Ella no sabía nada de fútbol, pero lograba ver que el chico tenía potencial, ya que quitaba el balón con facilidad a sus oponentes. Eso era típico de Den, le encantaba resaltar, ser el punto de atención. Daysi estaba segura que ese chico era un narcisista. No había que analizarlo mucho para darse cuenta, según ella. Sonó el timbre y Daysi tomó la botella del jugo que se encontraba vacía, limpió con una servilleta sus labios y comenzó a bajar de las gradas. Los días que no tuvo que asistir al grupo de lectura Daysi se los pasó entre trabajos del colegio, lecturas de los libros que, para su desgracia, era toda una saga de ocho libros. Llegó a devorar los libros en cuestión de horas. Tenía un tutor que la obligaba a no desprenderse de la mesa hasta que había realizado todas las tareas pendientes. Su madre llegó a creer que Daysi se estaba volviendo a encerrar en su cuarto porque había conseguido la contraseña de algún wifi, así que, una tarde, tratando de averiguar la verdad, entreabrió la puerta de la habitación de la chica, encontrándose con la gran sorpresa de verla acostaba boca arriba en la cama leyendo un libro mientras comía una manzana verde. ¡Su hija estaba leyendo un libro! Alex no podía dejar de mirar a Daysi a lo lejos, había estado asistiendo en toda la semana y, para su sorpresa, en sus ratos libres parecía un ratón de biblioteca con las narices metidas en esos libros juveniles que había estado trayendo. Uno tras otro, estaba leyendo toda una saga. ¿Realmente esa era Daysi?, ¡¿quién la hizo cambiar de esa manera descomunal?! Por fin llegó el día de asistir al grupo de lectura. Ese día Daysi deseó llegar más temprano para ver si tenía tiempo de hablar con Thiago antes de comenzar el círculo de lectura. Así que decidió dirigirse a la biblioteca al salir de clases. Aunque, al estar a punto de subirse al auto, se miró en el reflejo de la ventanilla del auto y le pareció que su rostro no era el mejor. Era la misma Daysi fea que se veía descomplicada, no deseaba presentarse así al grupo de lectura, allá no podía ser la misma, necesitaba arreglarse, verse bella.    
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