Camila observó con cautela el fajo de billetes que había encontrado en el interior de la bolsa de plástico, eran cuarenta mil pesos en billetes de quinientos y mil, una cantidad que jamás soñó con tener reunida sin necesidad de hacer nada, pero conforme pasaban los minutos las dudas de Camila crecían.
¿Acaso Sofía si era una prostituta?
No, al parecer Sofía aseguro con sus palabras que ganaba más dinero del que Camila tenía frente a sus ojos, más dinero del que una prostituta pueda ganar, así que no, Sofía no era una prostituta.
¿Narcotraficante?
Probablemente, pero no estaba del todo segura. Haciendo memoria de la primera vez que había visto a Sofía, nunca había notado un comportamiento anormal en ella, de hecho parecía ser una persona muy preocupada por su salud y su apariencia, por lo que había escuchado ademas de aquel extraño rumor, Sofía se esforzaba en su universidad, tenía buenas notas a pesar de trabajar en un horario no muy conveniente para una universitaria, si Sofía era narcotraficante lo disimulaba muy bien, pero no entendía qué podía hacer ella para Sofía. ¿Vender droga?
Era algo ilógico aunque no imposible, pero otra teoría reemplazo rápidamente esa idea.
¿Y si falsificaba dinero?
Era la teoría que más tenía lógica, quizás por eso salía de noche y por esa razón podía disponer de del dinero que deseara. Camila tomo un billete de quinientos y lo analizo, no había nada extraño, aquel billete parecía real, pero tenía que corroborarlo. Tomo un suéter y uno de los billetes, devolviendo el resto del dinero a la bolsa y guardándolo en el cajón de su ropa interior, tal vez no era el mejor escondite para esconder tanto dinero, pero era lo mejor que tenía.
Salió de los dormitorios y camino hasta un supermercado a la vuelta de la esquina, estaba asustada, sentía que en el bolsillo de su pantalón llevaba el cuerpo del delito, su cabeza no paraba de advertirle que intentar comprar algo no era una buena idea y que era mejor regresar y devolverle el dinero a Sofía para evitar meterse en problemas; sin embargo, cuando llego a esa conclusión ya estaba en la tienda. Podía irse, pero una voz en su cabeza le decía que era mejor intentarlo y arrepentirse que quedarse con la duda. Pasaron unos diez minutos, ella observaba un paquete de toallas femeninas, por lo general ese pasillo estaba vacío, ahí podía luchar contra esa voz en su cabeza y resolver sus dudas sin temor que la juzgaran y la tacharan de loca, aunque en realidad no hacía nada más que ver ese paquete verde el cual planeaba comprar con el billete en su bolsillo.
Ya había pasado bastante tiempo ahí, así que finalmente se decidió a pasar a la caja y pagar, tomo el paquete y camino lentamente pensando en una excusa en caso de que no recibieran el dinero y entonces llego y miro a la cajera, se notaba cansada de estar ahí parada todo el día, no parecía ser una persona agradable y fue evidente cuando tomo el paquete de las manos de Camila.
Comenzó a sudar en frío cuando el paquete se registró en la caja registradora marcando la cantidad que debia pagar, la cajera la miro esperando el p**o y Camila, lentamente, saco el dinero y se lo entrego sintiendo un nudo en el estómago.
La cajera lo miro un segundo y paso sobre él, un marcador transparente para después observarlo y posteriormente colocarlo dentro de la caja. A camila le regreso el alma cuando le dieron su cambio y su compra en una bolsa de plástico. Si la cajera no había notado nada en el billete eso quería decir que era real o era muy tonta en su trabajo para notar la diferencia.
Camila volvió a su dormitorio con más dudas que respuestas, esa compra aún no probaba nada, pudo haber sido una equivocación, eso siempre sucede o eso fue lo que pensó. Debia pensar en otra forma de averiguar si el dinero era real.
El lunes por la mañana, Camila, se despertó siguiendo la misma rutina que había tenido los últimos tres años, se bañó, se vistió, se cepilló los dientes y se tomó su tiempo para arreglar su cabellera castaña. Camila no era una chica hermosa, de hecho era la típica chica universitaria que usualmente no usaba tacones para evitar el dolor de pies al llegar a casa, no acostumbraba a usar peinados extravagantes porque le dolía la cabeza cuando se sujetaba el cabello. Usaba maquillaje, sí, pero no exceso porque le daba pereza colocarse más que el delineado de ojos y la máscara de pestañas.
Usaba lentes, porque sufría de miopía y aunque tenía sus lentes de contacto, prefería las gafas a media hora perdida tratando de colocarse las lentillas sin poder lograrlo debido a su falta de práctica.
Camila no era la típica chica buena, de hecho se consideraba normal, entre lo bueno y lo malo, pensaba eso porque en una ocasión, Fernanda le había invitado a probar un panque de marihuana, como olvidar la primera vez que se había drogado con algo tan inofensivo, tuvo vómito todo el día, se sentía como si alguien la hubiera atropellado y lo peor de todo es que la sensación de bienestar y relajación solo había durado quince minutos y después de eso los efectos secundarios duraron todo el día e incluso perduraron hasta el día siguiente, tuvo que ir al doctor al pensar que se había intoxicado con esa cosa o que era alérgica, por supuesto recibió un regaño por parte del médico que la atendió, pero la experiencia y el orgullo de decir que había probado algo tan insólito como lo era la marihuana se quedaría para toda su vida.
Camila Olivares era un caso peculiar y no por el hecho de haberse drogado una vez con un mufin, sino porque aún seguía siendo virgen. En la universidad existía un tipo de fraternidad de la cual casi todos los chicos eran miembros y para entrar debían lograr acostarse con las chicas puras, como ellos le decían y Camila era una de esas chicas, todo el mundo tenía conocimiento de esto, todos excepto Camila y las otras vírgenes de la universidad. Esta información se derivaba gracias a la doctora de la universidad, ella y su equipo médico.
Ya que la universidad era costosa, debia tener un médico a cualquier hora y disposición para los estudiantes y en el servicio incluía un control de métodos anticonceptivos, un control al que la vírgenes de la universidad no asistían, pero debían firmar cada mes para recibir una caja de condones en caso de necesitarlos. La doctora había vendido esta información a los chicos de la fraternidad que ellos denominaban como "Omega" y de esa manera sabían qué chicas debían buscar, conquistar y acostarse.
Camila ya había sido objetivo de esa fraternidad, un par de chicos ya la habían buscado, pero Camila no era una chica fácil, de hecho pensaba que la forma ideal de salir con un hombre era que él la buscará e intentara hacer de la relación algo único, los chocolates y las flores ya había pasado de moda y el sexo era algo que cualquiera podía conseguir así que incluso eso le parecía absurdo,ademas había escuchado las experiencias de su compañeras en el dormitorio sobre esa prueba que los chicos hacían para entrar a esa estúpida fraternidad y no se dejaría engañar tan fácilmente.
Antes de irse, Camila recordó que era el día de revisión en los dormitorios, era una especie de control para evitar que en el dormitorio hubiese objetos prohibidos como cuchillos, navajas, drogas y armas y no podía dejar el dinero en su habitación ese día, así que no había otra opción más que llevárselo a la universidad.
Estaba nerviosa, llevar mucho dinero en la mochila no era algo que hiciera con regularidad y mucho menos si era de dudosa procedencia; sin embargo, no tenía opción. Inicio sus clases sin apartar la vista de su mochila y cuando debia buscar y sacar algo de su interior tenía mucha cautela de que nadie la vigilara, un comportamiento algo impropio de ella, pero nadie lo noto, ya que no era una chica popular, de hecho no era muy sociable al menos no con los hombres.
Al terminar el día estaba dispuesta a marcharse corriendo si era necesario con tal de quitarse el peso que llevaba en la espalda, pero la contadora de la universidad la intercepto en su camino hacia la salida. No era la primera vez que esperaba a un alumno para exigir el p**o de sus colegiaturas y esta vez Camila no se salvaría.
—Señorita Olivares, me gustaria hablar con usted en mi oficina por favor.
Y de un momento a otro, Camila ya estaba siendo reprendida por su falta de interés en su educación profesional. La contadora Silvia Garcia no tenía mucha paciencia en ese aspecto, sentía que rogaba para que los estudiantes pagaran y por esa razón trataba de ser estricta y muy severa para que la primera vez que hablara con alguien también fuera la última.
—¿Acaso desea echar a perder todo su esfuerzo?—alzó la voz harta de dar siempre el mismo discurso.
—No—dijo pensando en la razón por la que no había podido pagar puntualmente sus colegiaturas, sus padres.
—Hemos esperado por mucho tiempo una iniciativa de su parte para poder liquidar su deuda, pero nuestra paciencia tiene un límite.
—Lo sé—dijo apretando su mochila contra su cuerpo y agachando la mirada. La solución a su problema estaba en sus manos, pero a causa de la duda no se animaba a sacarlo.
—Necesito una solución ahora—exigio la mujer frunciendo el ceño.
—Yo...yo—tartamudeo Camila pensando en una solución, pero en su mente solo recordaba el fajo que habia guardado en la mochila y que habia estado vigilando todo el día.
—Si su familia no contaba con la economia para solventar el gasto que representa una carrera profesional lo hubiera pensado mejor.
Aquellas palabras le dolieron más de lo que ella penso, una cosa era regañarla por la falta de pagos, pero lo que estaba haciendo era humillarla y no solo a ella, si no a su familia, una ofensa que no estaba dispuesta a soportar.
—Tal vez me retrase al pagar, pero eso no significa que tiene el derecho de expresarse asi de mi o de mi familia.
Rebusco en su mochila y al encontrar la bolsa con el dinero lo saco y lo dejo frente a los ojos de la contadora. Aquella mujer abrio los ojos de par en par, asombrada, confundida y avergonzada.
—Mi mamá dice que los desvergonzados nunca te reprocharan nada cuando ven tu dinero y veo que tenia razón. Vendre mañana para hablar con alguien que puede atenderme como es debido.
—¡Espera! —alzo la voz la contadora antes de que Camila se fuera—tu recibo.
Y enseguida escribio algo sobre un recibo de la universidad y extendio su mano hacia Camila. Ella lo tomo con obvio desdén y se marcho.
En todo el camino de regreso a su dormitorio murmuro ofensas hacia esa mujer, realmente la habia sacado de sus casillas, pero al llegar a la entrada de los dormitorios se dio cuenta de su error. Le habia dado todo el dinero de Sofia, dinero del cual sospechaba era falso. Un frio calo sus huesos y se le quito el hambre que comenzaba a sentir, seguro se le habia bajado la presión al darse cuenta de que si descubrian que tenia razon podia ir a la carcel y el que sus padres perdieran su hogar seria el menor de todos sus problemas.
Fue a su dormitorio pasando de largo a sus amigas, queria evitar a toda costa su mirada, estaba segura qje si la veian se darian cuenta de que algo malo habia ocurrido y lo que menos qyeria era dar una explicación de lo sucedido, pero mientras buscaba las llaves de su habitación en su mochila atisbo una figira femenina retrancada contra su puerta, era Sofia, su ahora jefa.