Capitulo 4

2146 Words
Esa mañana Camila se levantó de la cama con una extraña sensación en los labios, el beso de una mujer era difícil de olvidar, sobre todo proviniendo de Sofía, la chica más ardiente de los dormitorios, pero el inconveniente era que Camila no tenía ni quería relacionarse de esa manera con ella. Era la primera vez que sentía la lengua de otra mujer y aunque al principio le había resultado asqueroso, esa noche había tenido sueños extraños que involucraban a Sofía, fue el primer sueño, en toda su vida, que deseaba olvidar. Aunque trabajaría para ella, Camila había decidido mantener su distancia y tratar de poner un límite entre ambas. Mientras buscaba entre sus cosas algo que ponerse para comenzar el día, su teléfono sonó con ese viejo tono de llamada de campana, le recordaba a sus días en la primaria cuando su madre ponía una alarma que rompía los tímpanos y aunque la odiaba, le traía viejas memorias que añoraba con el corazón, cuando su familia estaba bien y su padre mantenía el control de la casa. Antes de que lograra encontrar algo bonito que ponerse, alguien llamo a la puerta, era muy temprano para que alguien la viniera a buscar, sus amigas debían estar alistándose al igual que ella, pero la curiosidad le hizo abrir la puerta, era Sofía. —¿Qué sucede?—pregunto nerviosa, sin darse cuenta dio un paso atrás, sus pensamientos la traicionaron y le hicieron recordar la textura de los labios de Sofía. —Debo prepararte para el juego—explico Sofía soltando un suspiro cansado, al igual que Camila, Sofía no disfrutaba del estar frente a su puerta, pero había recibido órdenes y debía llevar a la nueva a revisión. —¿Por qué debo prepararme? —insistió Camila, no le gustaba no ser bien informada, si fuera otra persona haría miles de preguntas hasta obtener las respuestas que necesitaba para estar satisfecha, pero era Sofía la que estaba frente a ella, la chica que la había besado y el nerviosismo no le permitía pensar con claridad, no le permitía ser ella misma. —¡Solo ponte algo lindo, nos vamos!—grito Sofía harta de tener que dar explicaciones, ese no era su estilo. Camila asintió y cerro la puerta un instante, tomo un pantalón deportivo y la sudadera color gris que utilizaba para hacer ejercicio, una playera de manga corta y sus tenis blancos. Se agarró el cabello en una coleta y salió de la habitación, Sofía estaba frente a ella con las manos cruzadas y una mala actitud. Cuando vio a Camila solo se dispuso a caminar para salir de ahí antes de que alguien la viera juntas. Camila camino unos pasos detrás de ella, su respiración era muy agitada, quizás por el hecho de haberse vestido en menos de un minuto. Realmente su apariencia daba mucho que decir, una rata tenía mejor aspecto que ella, no se maquillaba, no tenía ropa decente y para colmo hacía demasiadas preguntas. —Hoy tengo clases—comento Camila esperando que Sofía le dijera que podía cambiar sus planes por sus clases. —No iras, tienes cosas más importantes que hacer— respondió Sofía en un tono severo, fue suficiente para que Camila dejara de hablar y perdiera toda esperanza de ir a clases, pero la clases no le importaban mucho, lo que quería era no estar sola con Sofía. Al salir, un auto n***o esperaba por ellas en el estacionamiento. Un joven musculoso de piel bronceada y bien vestido le abrió la puerta a Sofía y antes de que entrara la beso apasionadamente frente a Camila. —Hola, preciosa—le dijo, pero Sofía no respondió, solo sonrió y entro al auto seguida de Camila, quién se sintió incómoda por la situación, no sabia que Sofía tenía novio. Una vez adentro, Camila se limitó a quedarse callada mientras el joven que había besado a Sofía daba la vuelta hasta el asiento del conductor. —Camila quiero presentarte a Carlos, es mi chofer y de ahora en adelante tú también tendrás uno y harás lo mismo cuando él llegue por ti. —¿Te refieres a besarlo? —Si, la mejor manera de que puedas salir sin que nadie pregunte adonde o porque, es decir que tienes pareja, Carlos finge ser mi novio y tú también tendrás uno, así que ve quitándote esa vergüenza de niña tonta, comienzas hartarme. Camila apretó los labios y los puños, pensaba que se había metido en la cueva del lobo y ahora ya no podría salir, pero la imagen de sus padres vino a su mente, ellos eran la razón por la que estaba dispuesta incluso a acostarse con Sofía con tal de ayudarlos, solo debia ser valiente. —¿Cuando recibiré mi primer p**o? —cuestiono Camila. Sofía giró hacia ella y luego miro a Carlos por el espejo retrovisor, ambos rieron un instante. De las chicas que habían contratado antes, ninguna se había animado a preguntar sobre su salario, Camila era la primera. —Cuando tengas un Amo—respondió Sofía—él pagara tu salario y también cualquier otra cosa que necesites, un departamento, un auto, tú solo tienes que pedirlo y lo tendrás, pero antes debemos revisar que vales lo que prometes. —Soy virgen—alzo la voz y miro hacia afuera, donde el panorama cambiaba constantemente debido a la velocidad del auto. Sofía, prácticamente había confirmado que la vendería a un “Amo” y eso la puso tensa. —Lo sé, pero ellos quieren que su médico lo certifique— explico—pasara rápido, después iremos de compras y te haremos un cambio de look, mira ese cabello... —Y esas puntas, puedes sacarle un ojo a alguien— interrumpió Carlos burlándose de su cabello. El auto las llevo a una zona que Camila no conocía, parecía ser un lugar muy distinguido, donde el pavimento era liso y no había ningún bache y los jardines aledaños estaban bien cuidados. Eran un par de edificios donde había consultorios médicos especialistas, contadores y bufete de abogados. Sofía entró mientras Camila la seguía unos pasos detrás, dedujo que debia acostumbrarse a verle la espalda por mucho tiempo. Finalmente, después de subir por el elevador llegaron al consultorio de una ginecólogo. Camila estaba nerviosa, pero al estar ahí a tan solo unos pasos de que inspeccionaran su virginidad, la realidad le cayó como un balde de agua fría sobre el rostro y quizás no dejaría de sentirse así, como un pez fuera del agua, utilizada y quizás lo peor sería ser desechada. Esa tarde aunque en un lugar diferente lejos de ahí, sobre la famosa avenida paseo de la reforma, donde los de clase media pueden llegar a toparse con algún empresario o político, se encontraba en su oficina, Julián Cazares, desde la cual podía admirar el ángel de la independencia. De las pocas virtudes que realmente poseía y de las que podía jactarse, era su amor al arte. No era extraño que Julián se quedara horas y horas mirando una pintura o una escultura en el museo de antropología. Cuando su vista se posaba en algo que él consideraba hermoso, su arrogancia desaparecía al menos por ese instante, su falsedad y su indecencia eran nada en comparación de a lo que observaba. Llevaba 10 minutos sobre la ventana, despreciando a los peatones que pasaban y no disfrutaban del arte a su lado, nadie pensaba como él, nadie apreciaba las cosas como él y precisamente por esa razón había cambiado la honestidad por las mentiras, era mejor así, porque de esa manera él podía burlarse de todo aquel inútil y despreciable que confió en él ¿Por qué? Porque él no confiaba en nadie que conociera y precisamente porque conocía a sus amigos, conocidos y lamebotas, sabia que la confianza es el tesoro más importante que le puedas ofrecer a una persona y se ha visto que incluso, tu familia o amigos pueden traicionarte ¿Por qué las personas deberían confiar en un político que solo vive de ellos? Era cierto que Julián era una mala persona, arrogante, orgulloso y falso, ademas de las indecencias que ocultaba tras esa cara bonita y su hermosa sonrisa, pero todo lo que él era se derivaba de lo que había visto y vivido cuando era tan solo un niño, de lo que paso, de lo que le hicieron y por ello desconfiaba de la gente, nadie en su miserable vida merecía su confianza, nadie. A él no solo lo habían defraudado, a él le habían quitado todo lo que un niño debería tener, su madre, su inocencia y amor. Julián Cazares estaba loco, sí, pero su locura era curable, solo que él no quería perderla porque se negaba a olvidar, no quería hacerlo, quería seguir odiando y vaya que disfrutaba hacerlo. El mejor método para desahogar su odio hacia sí mismo era odiar a los demás, hacía pagar justos por pecadores y no le importaba, la gente siempre haría lo que él quería porque era una persona muy poderosa. Había un rumor acerca de él, la gente lo murmuraba, pero no había pruebas que lo ligaran a esas habladurías y con la reputación que tenía, del político abnegado, pacífico y justo, nadie creía en ese absurdo rumor, sin embargo, ese rumor era cierto. Julián Cazares venía del norte del país, específicamente de un pueblo llamado Santa lucia, sin embargo, lejos de ser el típico pueblo abandonado donde solo viven los pobres y los campesinos, ese pueblo y toda la región de Sinaloa, Nayarit, Durango, Chihuahua y Tijuana le pertenecían al cartel Xibalba. Juliano Salazar Guzmán era hijo del rey del cartel Xibalba y ese príncipe del narcotráfico era Julián Cazares. Encontrar una nueva identidad no había sido difícil, el reto para Julián era el comportamiento, el tratar de ser recto cuando realmente no lo era. Su padre a quien todos conocían como Xibalba, había sido el demonio que lo atormento cada noche con terribles pesadillas, vivió odiándolo por la muerte de su madre y renuncio a su apellido, así como la herencia de ser el próximo líder del cartel Xibalba. Ahora se desempeñaba como un buen político que tenia un parecido con el hijo del mas buscado narcotraficante de la epoca, pero solo eso o al menos esa debia ser la opinión publica, ya que realmente él era el rey del juego, el lugar mas pecaminoso de toda la ciudad. Los burdeles y las esquinas donde trabajan las prostitutas es tan solo un juego de niños, lo que sucede debajo del antiguo auditorio es el inicio del paraíso para los ricos y poderosos, ahi no hay reglas ni hay derechos si no tienes dinero, el mejor postor gana el mejor producto y ahi es donde comienza el juego. —Dicen que llegaran nuevas muñecas al juego—expreso Roberto Gutierrez Álamo, el socio de Julian, ambos tenian algunos negocios turbios que debían solucionar esa tarde. El bebia un trago de whisky mientras se imaginaba el nuevo producto y la chicas que no le habian decepcionado en el juego, todas y cada una de ellas sabia lo que hacían— ¿Compraras algo esta ocasión? —Si llama mi atención—giro Julian hacia Roberto. —Escuche que los nuevos productos son virgenes asi que no creo que algo asi llame tu atención, tu gustas mas de un juego rudo, no creo que una chica nueva pueda soportarlo. —¿Estás retandome? —No, por supuesto que no—expreso Roberto alterado, hacer enojar a Julian era algo que deseaba evitar desde que conoció sus metodos de castigo para personas que son un obstáculo para él. —No me gustan las vírgenes porque no saben que hacer para complacerme, pero puedo hacer una excepción ya que tanto insistes en retarme. —Yo no hice tal cosa. —Hare un trato contigo y si pierdo, puedes quedarte con las ganancias de nuestro negocio. Los ojos de Roberto brillaron, pero la palabra de Julian no era precisamente de fiar, necesitaba mas que solo su palabra. —¿De que trato estamos hablando? —Te lo dare por escrito si eso quieres. El juego perverso, si no logro que una chica virgen lo juegue conmigo te dare mis ganancias. —¿Y que pasa si lo logras? —Me daras tus ganacias y la mitad de las acciones de tu compañia. —¿Acaso estas loco? —Parecias muy seguro cuando dijiste que mis juegos son demasiados rudos para que una virgen pueda soportarlo. —Tienes razón, estoy seguro que haras llorar a la pobre que tenga la desgracia de ser tu juguete. —¿Es un trato? —Julian extendio la mano hacia su socio. —Claro—le dijo sujetandola, ambos seguros de sus apuestas porque se conocian entre si, sus juegos y trampas
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