¿Su error? Y pensar que antes decía ser lo mejor que le pasó en su vida. Rio en mi interior porque sus palabras sonaron vacías, sin un ápice de realidad. Tal vez lo dijo porque estaba dolido, no porque en verdad así lo sintiera. Sé que lo que vivimos no fue un error, en su momento no lo veía así. Ahora lo ve de esa forma por lo que pasó esa noche.
No lo juzgo. Si existe en su corazón resentimiento hacia mí, razones de sobras tiene. Sé que no era la forma de rechazar su propuesta de matrimonio, pero me sentí acorralada, y cuando me acorralan reacciono de una manera inmadura, donde huir sin dar explicaciones es lo primero que hago.
Al llegar a casa ceno con la familia, terminando llevo a los niños a la cama, una vez dormidos procedo a arreglarme. Abro mi armario, encuentro muchos vestidos, vestidos que mis padrinos me han regalado, incluso él. Pienso en que ponerme, si por mi fuera me colocaría un jean con una blusa licra, pero tengo que hacer la entrega de la cinta y el regalo a una de las finalistas, entonces tengo que ir bien presentada porque en este hermoso lugar lo que más existe es la crítica.
Elijo un rojo, mi color favorito, procedo a vestirme, pintarme y peinarme, por último, rociar algo de perfume. Estando lista me despido de mis padres, los que en realidad son mis abuelos, les recomiendo mucho a mis hijos, procedo a salir, subo al coche que espera por mí, el auto que mis padrinos enviaron para que me recoja y luego a ellos.
Hace años atrás, estás fiestas eran normales para mí, no existía esa emoción como existió después de conocer a Arvid. Desde que su mirada se cruzó con la mía en la plaza, todo tuvo sentido, más cuando se acercó a nuestra mesa una noche como esta y pidió permiso a mis padres para bailar con él. Ver su mano estirada frente a mí, fue como un sueño hecho realidad. Acababa de verlo en la plaza al medio día y en la noche ya estaba frente a mí, pidiendo que le aceptara una pieza de baile.
Esos recuerdos provocan un aleteo en mi vientre. Al recordar que ya no es un hombre soltero desecho cualquier sensación que se produce en mi cuerpo. Arvid ya no es un hombre soltero, es prohibido.
Lo dejé ir hace más de cuatro años, por mis miedos e inmadurez. Ahora pertenece a otra mujer, le entregó su corazón a alguien más, así que, no puedo pensarlo, menos desearlo.
Bajamos del auto, caminamos lentamente hasta llegar a la plaza porque las calles están abarrotadas de autos. Son fiestas patronales que ningún hacendado se pierde.
Como si un imán me jalara la mirada la llevé a él. Fueron segundos en que lo miré, lo suficiente como para desatar olas de sensaciones en mi cuerpo. Verlo vestido con un traje que yo le regalé, hizo sentir que mi regalo fue especial. Para que volviera a utilizarlo, sobre todo en esta fiesta significaba mucho para él. Aunque lo luciera con esa mujer, el presente se lo di yo, y se lo puso sabiendo, porque no creo haya olvidado de parte de quien lo obtuvo.
Llegamos a la mesa que han ordenado para mis padrinos, quiero sentarme en otro lado porque detrás de nosotros está la de los Mehmet, pero mis padrinos insisten en que me quede junto a ellos.
No puedo negarme a sus peticiones, porque son tan buenas personas conmigo, me han tratado siempre como parte de su familia. Yo creo que es porque mi verdadera madre, que es solo diecisiete años mayor a mí, quiso meterme como hija al hijo de mis padrinos. Pero cuando realizaron las pruebas de ADN descubrieron que no era hija de él, entonces la mujer que me trajo al mundo abandonó el pueblo por la crítica y burla de todos.
Está en otro continente, rehaciendo su vida con un hombre que la ama, con sus nuevos hijos, y no piensa volver al pueblo, tampoco pienso visitarla porque para mí, mi madre y padre son mis abuelos, y mis tíos, son mis hermanos, los que son menores a mí, porque los que son con unos años mayores si les digo tíos.
Esa mujer no me ha hecho falta, y el hombre que me engendró tampoco, porque ese amor lo cubrieron mis abuelos, sobre todo, mis padrinos. Ellos han sido como unos verdaderos abuelos. Creo que muy en el fondo deseaban que fuera su nieta, pero lastimosamente no lo fui, aun así, me vieron como tal y me amaron como si lo fuera.
Aun siento la mirada de Arvid caer en mi espalda. Es como si hubiera fuego en ella, siento que me quema, pero es una quemadura que no lastima, al contrario, produce hormigueo en cada poro de mi piel.
Creo que se sentó detrás de mí, porque su fragante perfume invade el aire y provoca oleadas de suspiros. Las sillas están tan pegadas, que siento rozar algo de él.
Es que hay tanta gente en el pueblo, que la plaza empieza a quedar pequeña para las fiestas patronales. Y eso que solo a los hacendados se les acredita mesa y sillas, porque a las demás personas del pueblo, les preparan asientos largos de madera o sillas plásticas, pero no obtienen una mesa para su bebida.
Según ellos, aquí no hay diferencia de clases sociales, solo porque todos se reúnen en esta magnífica fiesta, pero si estás del otro lado, sabes que sí hay diferencias sociales. Y eso se nota en como el alcalde del pueblo les prepara mesas elegantes a los hacendados y los demás no.
Trato de concentrar mi atención en el programa que ha empezado, donde sin número de jóvenes que ansían alcanzar el reinado del pueblo caminan hasta el centro de la plaza y realizan una coreografía. Pero la conversación detrás de mí no me deja disfrutar del baile de las candidatas.
—Los bailes que te hago en las noches, son mejores.
Escucho que suelta una risa ronca muy baja. Como estoy de lado, para mirar hacia el centro la presentación, los miro de reojo, veo como su brazo está envuelto en el cuerpo de ella.
Inhalando profundo dejo rodar la saliva estancada en mi garganta. Ignoro que a mi lado están esos dos. Concentro toda mi atención en el baile de las candidatas. Cuando se termina, me disculpo con mis padrinos y me levanto. Voy hacia la parte de los pobres, me siento al lado de un grupo de amigos, quedando muy lejos de ellos, pero de frente.
Arvid agarra unas gafas que contiene en el cuello de su camisa y se las coloca. Puedo jurar que después de hacerlo su mirada no se aparta de esta dirección.
El programa de la presentación de las candidatas a reinas continúa. Modelan sus trajes de baños, luego el traje típico y al final el vestido de gala, por consiguiente, dan la respuesta a las preguntas y se hace la elección.
Son tres horas en las que pasamos entretenidos observando a cada candidata. Cuando se hace la proclamación de la nueva reina y las dos finalistas, mi nombre se escucha resonar en los parlantes.
Un amigo me extiende la mano ayudándome a levantar, le agradezco por su cortesía. Sintiendo la mirada de todas puestas en mí, camino firme en dirección al escenario.
Con una gran sonrisa tomo la cinta de la charola, un ramo de flores y le hago la entrega a nuestra nueva señorita deporte. La reina de toda el área de deportes, en eso incluye hasta el hipódromo. Al ser yo la campeona de la carrera de caballos me toca entregarle su cinta.
Culmino con mis felicitaciones y un fuerte abrazo, deseándole que tenga un gran año. Deberá trabajar para mejorar las instalaciones de los diferentes tipos de deportes. Enderezándome, con mirada al frente y paso firme regreso a mi lugar.
Al hacerse la entrega de la corona a la nueva reina, la orquesta invitada se presenta, todas las personas proceden a levantarse y sacar sus respectivas parejas.
El amigo que me ayudó a levantar me lleva a la pista de baile, cuando estamos bailando le da ganas de orinar, me pide que lo espere un momento.
—Lávate esas manos, porque de lo contrario no vuelvo a bailar.
Le digo mientras lo veo correr.
Estoy por volver a mi asiento hasta que regrese, pero cuando escucho esa voz mis huesos se congelan.
—¿Me concedes esta pieza?
Siento su aliento en la parte trasera de mi cuello. Como una cascada la sangre rueda de mi cabeza a los pies. Sin tener dominio de mi cuerpo voy girándome, al conectar nuestras miradas una oleada de emociones se suscita en mi pecho.
Logrando controlar mis emociones para que no se note la alteración de mis latidos, articulo unas palabras.
—Por supuesto, señor Mehmet, siempre y cuando eso no sea un problema para su esposa.
Sin decir nada y con su mirada fija en la mía se acerca, atrapa mi cintura y me apega a él.
—Cualquier problema, sé cómo solucionarlo —me ajusta más.
El calor de su cuerpo me quema, el tibio aliento que expulsa hace la atmósfera pesada y se me dificulta la respiración.
Poso mis manos en su pecho, para que el apego no sea mucho, pero es imposible apartarlo, porque su perfume, su calor, su calidez me dejan frágil.
Despegando la mirada de sus azules ojos, llevo la mirada hacia donde se encuentra su familia, solo veo a sus padres, su esposa no está ahí.
¿Será que se marchó?
Procedo a subir mis manos por su pecho, las dejo en sus hombros. Mientras lo miro, siento su mano ascender por mi espalda desnuda, sus heladas yemas producen el levantamiento de mis vellos y un cosquilleo en mi vientre.
Mis ojos dormilones quieren cerrarse, pero los mantengo abiertos para contemplar su perfecto rostro y perderme en el azul de su mirada. Esta baja unos centímetros, creo está mirando mis labios, se acerca un poco más, cuando creo me va a besar aparto la mirada y la llevo de regreso a lugar donde estaba sentado con su familia. Me encuentro con la mirada endemoniada de su esposa, incluso de su hermana.
—Señor Mehmet, creo que tendrá problemas al llegar a casa.
Espero sus respuestas, pero lo que escucho es otra pregunta.
—¿Son míos?
Giro mi mirada hacia él, mi nariz tropieza con la suya. Arvid me tiene sostenida de la espalda, cada vez ejerce más fuerza para apegarme a él. Siento que voy a desmayarme por la cercanía en que estamos y porque cientos de miradas están puestas en nosotros, incluyendo la de su esposa y familiares.
—Dímelo ¿Son mis hijos?
—Ar... Arvid. Nos están mirando.
—¿Cuándo te ha importado lo que dicen en este pueblo?
Me arqueo hacia atrás porque su cercanía me asfixia, creo que, si no me libero en los siguientes segundo, me desmayaré.
—Desde que soy madre, y el hombre con el que estoy bailando muy apegado es casado.
—No estoy casado —afirma, logrando que me relaje un poco—. Legalmente, claro. Pero pronto lo estaré.
Veo como ensancha una sonrisa, usando toda mi fuerza lo empujo y digo—. No son tuyos. Estaba con alguien más, fue por eso que no acepté tu propuesta de matrimonio.
Veo como su mandíbula se contraje, sus ojos echan fuego, pero no me importa. Quiero que deje de creer que son sus hijos, porque no estoy dispuesta a compartirlos.