¿Habrá en la vida cosa peor que la confusión? Puede que, en realidad, no, pues cuando se extravían los linderos entre lo bueno y lo malo, es posible llegar a creer que se está viviendo cuando, a la verdad, ya se ha muerto. Estela, por su parte, sigue aferrada a la vida que quedó enterrada en el pasado, cuando era una mujer del montón, que era feliz. Ojalá ya no se agarrase más de la rosa, una nueva primavera, que ha crecido sobre su tumba, para no desangrarse más la mano. ¿Y qué decir de Jaime? El canalla ya ni viene a verla; hasta se ha llevado toda su ropa a la otra habitación, un mundo en donde no existe aquel patético ser que alguna vez amó con locura. Aunque de cuando en cuando el señor Martínez se convierte en buitre que se asoma a ver si la muerte ya le ha hecho el favor de llevar