«¿Qué hago ahora? Voy a tener un hijo y ni siquiera sé quién es el padre…». «Bueno, aunque lo supiese no sería de mucha ayuda, ya que si es hijo del obispo, lo más probable es que me obliguen a abortar; y yo no sería capaz de renunciar a ese trocito de mi alma y cuerpo…». «Ahora, si Jaime fuera el autor no sé si nuestro hijo tenga cabida en esta casa, en la que la esposa me odia y el primogénito dice amarme con locura. No logro imaginarme lo feo que se pondría si me viesen con una criatura en brazos. Y es que ya no tengo los hábitos para tratar de convencerlos de que ha sido por obra divina, ¡como si fueran a confiar en mí!». «¿Debería callar este acontecimiento y marcharme sin que nadie se dé cuenta? Eso sería un tanto egoísta, pues condenaría a mi niño o a mi niña a crecer sin padre.