Suceden un par de semanas y aparentemente nada fuera de lo común en la casa Martínez. Salvo que Jaime sigue desempleado, por lo que pasa el día entero agazapado en su laboratorio, tratando de dar con el antídoto contra su fracaso. Además, ya no pasa las noches con Esmeralda, aunque tampoco junto a Estela, sino que se recuesta en el sofá de la sala, con su nueva amante y compañera de fantasías, la televisión que no le reprocha nada. Estela, por su parte, ahora se encuentra en un noventa por ciento recuperada; ya es capaz de ir al baño por sí sola; aunque todavía no ha podido evacuar su venganza contra la enemiga que, a la postre, le ha asistido más que todas sus amigas, quienes, por cierto, ni siquiera se han dignado a visitarla una sola vez. A decir verdad, su recuperación no ha sido ta