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Irene
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~ Un viernes de Diciembre ~
Miré mi reloj por tercera vez, las siete con cuarenta, suspiré con frustración mientras volvía la mirada hacia la ventada del auto y veía cómo pequeñas gotas se deslizaban por el cristal cerrado. Afortunadamente había dejado de llover, pero las calles estaban inundadas y la gente hacía malabares para poder cruzar de un lado a otro.
Giré y me volví hacia el conductor, que silbaba distraídamente con ambas manos sobre el volante, sacudí mi cabeza exasperada, ya había pasado una hora y quince minutos desde que me subí al taxi y llevaba media hora de retraso para mi cita. Pero lo cierto era que no podía descargar mi frustración con él, pues no era su culpa que el tráfico estuviese siendo un completo desastre esa noche.
– ¿Podría decirme cuánto nos falta para llegar? – pregunté con impaciencia, el hombre me miró por el retrovisor apretando los labios.
– Bueno, verá señorita… En una situación normal estaríamos a menos de dos minutos, el restaurante queda dos manzanas más abajo en esta misma calle – dijo señalándome hacia enfrente – Pero con este endemoniado tráfico... No sé cuánto más podríamos tardarnos, apostaría que un cuarto de hora más.
– ¿Dos cuadras más abajo dice? – Pregunté asombrada, él asintió – Habérmelo dicho antes hombre – comenté mientras sacaba unos billetes de mi cartera y se los tendía con impaciencia – Discúlpeme la premura, y muchas gracias por sus servicios, pero aquí me bajo, estoy segura que llegaré antes que esta cola se mueva.
– ¿Esta qué? – preguntó el hombre en medio de la risa, pero no me detuve para explicarle a lo que me refería, en ese momento no tenía tiempo para explicarle a un madrileño mi léxico venezolano.
Bajé del taxi y empecé a caminar rápidamente, cruzando los brazos sobre mi pecho y agachando la cabeza lo más que pude como protección al frío que estaba haciendo, realmente estaba resultando ser una noche catastrófica. Esquivé los charcos de agua que me encontré en el camino y unos cinco minutos después había caminado las dos cuadras que me había dicho el taxista.
Miré hacia ambos lados de la calle y vi el anuncio luminoso en la acera de enfrente, pero antes de disponerme a cruzar hacia el restaurante, me detuve para contemplar mi reflejo en el cristal de la ventana de un auto estacionado en la acera. Miré mi largo cabello marrón y al notar que se había esponjado un poco, lo peiné con mis dedos, para que retomara sus ondas naturales, luego me limpié un poco la cara que tenía rastros de humedad debido al clima, saqué un pañuelo y lo pasé por los hombros de mi blazer rojo, contemplé mi reflejo y suspirando concluí que no me veía mal.
Sin duda no era mi mejor día, pero definitivamente tenía un aspecto aceptable considerando que mi cita no me conocía. Supuse que no daría una gran primera impresión pues si bien me veía bonita… Estaba llegando super tarde, pero al menos no sería un desastre. Crucé la calle y me detuve frente al local.
– La Tentazione Ristorante – leí en voz alta con un pésimo acento italiano.
__¡Hmm! Esto se ve costoso.__
Dije internamente sin saber qué pensar al respecto. El lugar lo había elegido él, yo jamás había pisado ese sitio, en primer lugar porque era relativamente nuevo, y en segundo porque si bien tenía un buen sueldo, no me quejaba, no podía permitirme lujos como ese, y eso me hizo pensar… ¿Intentaba impresionarme o este era el tipo de lugar que frecuentaba normalmente?
El interior del restaurante era impresionante, como de otro mundo. Decoraciones doradas se apreciaban en todas partes y lo que no parecía de oro... Era de cristal. Había un pianista tocando en el extremo más alejado de la entrada, lo que le daba un ambiente más sofisticado al lugar, había decenas de mesas con sedosos manteles rojo sangre, todos con una vela encendida en el centro, aquello parecía sacado de una escena de Titanic, y en medio de todo eso empecé a sentirme como una versión femenina y más bajita de Jack Dawson.
__¡Uuuf! Adiós a mi antojo de papas fritas__
Me lamentaba mientras ojeaba todo rápidamente y me acercaba a la recepcionista, quien vistiendo tan solo un simple vestido n***o parecía una jodida modelo de pasarela, me tragué mi amarga envidia femenina y le sonreí cuando estuve frente a ella.
– Buona sera Signorina ¿En qué puedo ayudarle? – me recibió ella con una sonrisa amable.
– Ehm… Sí. Buenas noches, ahm... Yo tengo una reservación para hoy, se supone que era para hace unos cuarenta minutos, me temo. A nombre de Irene Ospina, o... Francesco Sturano, no estoy del todo segura – dije preguntándome de pronto si no estaba llegando tan tarde que el hombre había decidido irse, pero no tuve tiempo de caer en el pánico pues vi como los ojos de la chica se abrían de par en par ante la sorpresa.
– Por supuesto, el señor Sturano le está esperando desde hace un rato – dijo señalándome hacia un hombre sentado en una de las mesas centrales del salón. Al verlo me quedé inmóvil y juro que la mandíbula casi se me desprende.
El hombre que estaba señalando la recepcionista era un impresionante espécimen de piel bronceada, con un espeso cabello azabache; con hombros anchos, de esos que daban entrada a una impresionante espalda de nadador. Estaba sentado, pero incluso así podía deducir que medía fácil unos dos metros de altura, era impresionante. Llevaba una inmaculada camisa negra de botones que lo hacían lucir endemoniadamente sexy, no debería ser legal andar por la calle causando las reacciones que de seguro causaba él entre las mujeres.
Él estaba distraído jugando con su copa, absorto en sus pensamientos, mantenía la cabeza baja, aunque pude notar que sonreía mientras miraba la copa que tenía entre sus dedos. Pero en ese momento, interrumpiendo mi evaluación, el hombre levantó la mirada y la clavó directamente en mí, y sentí como si mi cuerpo ardiera en llamas al instante.
Me giré rápidamente sobre mis talones, aturdida por el efecto de su impresionante mirada, y miré nuevamente a la recepcionista.
– ¿Estás segura que ese es el señor Sturano? – Pregunté sintiendo la garganta reseca, ella asintió – Espera, espera... Dices que ese monumento de hombre que está ahí sentado... El que parece sacado de una fantasía s****l de E.L.James ¿Ese es Francesco Sturano? – pregunté acalorada mientras veía como la chica articulada un mudo "Sí", con una expresión de "¿Impresionante, cierto?" en su rostro perfectamente maquillado. Abrí mi boca en un sonoro jadeo y entorné los ojos.
– ¡Maldito Bruno! ¡¿En qué estabas pensando?! – dije en voz alta mientras me escondía un poco tras una mampara de cristales opacos que había junto a recepción.
No me podía creer que el imbécil de Bruno me hubiese arreglado una cita a ciegas con un jodido modelo de Hugo Boss. Sí, él me había dicho que su hermano era guapo mientras intentaba convencerme de aceptar la cita, pero ese adjetivo no le hacía justicia al hombre que esperaba por mí en la mesa.
__¿"Creo que harían buena pareja"? ¿"Tienen mucho en común"?__
Recordé con ironía las palabras de mi jefe.
__¡¿Qué puedo tener yo en común con ese dios romano?!__
Ese hombre sin lugar a duda estaba fuera de mi liga, más que eso… Creo que ni siquiera jugábamos a lo mismo; y yo estaba empeorando todo llegando casi una hora tarde, aquello era una verdadera catástrofe. Tomé una gran bocanada de aire y traté de relajarme, pensando en que ya estaba ahí, no podía retractarme e irme, y lo cierto era que tampoco quería, para ser honesta moría por conocerlo, aunque pensara que todo eso no pasaría de aquella cita.
– Bueno… Que sea lo que Dios quiera ¿No? En el peor de los casos será sólo una anécdota interesante – me dije a mí misma en voz baja mientras daba la vuelta y le indicaba a la recepcionista que estaba lista para ir a mi mesa. Ella llamó a un hombre de traje parado cerca de nosotros y él rápidamente me guió a través de las mesas.
A medida que nos acercábamos me ponía más, y pude notar el momento exacto en el que mi cita se dio cuenta que nos dirigíamos hacia él, pues su postura se tensó un instante y luego se irguió en su silla, esperándome con una expresión seria en su rostro.
__Decepcionado probablemente, apuesto a que Bruno le dijo que tendría una cita con una mujer hermosa, y en cambio aparezco yo.__
Me sentí más insignificante e insegura con cada paso que daba hacia él. Y para cuando nos detuvimos frente a la mesa y el trabajador del restaurante hizo un gesto hacia el hombre, yo ya estaba hecha un manojo de nervios.
– Señor… La signorina Ospina ha llegado – dijo haciendo una educada reverencia y el Adonis se puso de pie, y... Sí, yo tenía razón, era altísimo, un rincón de mi mente evaluaba lo ridícula que se vería la escena para el resto de los comensales, porque yo medía apenas un metro cincuenta y siete... ¡Vamos, que soy casi un duende!
– ¿Tú eres Irene? – me preguntó con una profunda voz que me erizó los vellos del cuello, mientras me tendía su mano.
– La misma, y supongo que tú eres Francesco – le respondí con una sonrisa mientras aceptaba su saludo.
Aquella era una mano grande y masculina, su tacto fue cálido pero me hizo más consciente de cada centímetro de mi piel, lo cual me puso más nerviosa de lo que ya estaba.
Eso y el hecho de que ese hombre tenía los ojos azules más maravillosos que había visto en mi jodida vida, con largas y espesas pestañas negras que enmarcaban sus divinos ojos, y sus tupidas y oscuras cejas le daban un aire de fiereza que podría derretir a la más fría de las mujeres, todo adornado con una leve barba impecablemente cuidada cubriendo la parte baja de su rostro.
Sinceramente la cara de mi acompañante era un sueño, una fantasía si se le agregaba que tenía un porte impresionante, seguía sin poder creerme que fuese mi cita para esa noche, esperaba que de un momento a otro aparecieran mis compañeros mofándose de que todo era una broma, grabando la escena para subirla a Internet y volverme viral en las r************* .
– El mismo – respondió Francesco sonriendo levemente, y devolviéndome a la realidad – Por favor, toma asiento. – me pidió mientras daba un paso hacia mí con intención de ayudarme en la labor justo al tiempo que el mesero hacía lo mismo.
Ambos hombres se detuvieron y dudaron entre quién lo haría, pero al final Francesco hizo un gesto con sus manos indicándole que me ayudara y se sentó en su silla, mientras el joven mesero empujaba sutilmente la mía cuando me sentaba.
– ¿Me permite su chaqueta Signorina? – Me preguntó amablemente, yo asentí y me quité el blazer para entregárselo al hombre, me removí incómoda deseando de pronto haber elegido una blusa más elegante, no quería desentonar aún más con él, que gritaba elegancia con cada uno de sus movimientos, pero emanaba masculinidad por cada uno de sus sensuales poros, porque sí, hasta sus poros eran sensuales.
– ¿Desean ordenar ahora o prefieren una copa de vino antes? – la pregunta del mesero me regresó a la realidad nuevamente, y me di cuenta que estaba perdiéndome demasiado en mis pensamientos.
– Traiga una botella de vino blanco, por favor – le respondió Francesco, pero al hacerlo su cara se crispó y luego se dirigió hacia mí – A menos claro que tú desees tomar otra cosa, lo siento – dijo luciendo seriamente apenado, yo alcé mis manos restándole importancia.
– Para mí está bien, vino blanco, por favor – respondí mirando al mesero, este asintió y se alejó de la mesa. Quedamos en un incómodo silencio por unos segundos y mi mente divagó un poco pensando en qué decir.
__¿Cómo se supone que deben hablarle los mortales a los dioses? ¿Quizás deba pedir clemencia por mi retraso? O mejor no y espero que me castigue... ¡Basta Irene, contrólate! __
Me reproché por mis pensamientos insanos, al tiempo que decidía disculparme por llegar tarde.
– Lamento mucho mi retraso, no quiero que vayas a pensar que suelo hacer estas cosas, pero las calles son un completo desastre – comenté apenada – Para llegar aquí tuve que bajarme del taxi y caminar dos cuadras y estoy segura que el taxi ni ha pasado por aquí aún. – dije mirando hacia el ventanal que había a mi derecha. – De verdad lo lamento ¿Tienes mucho rato esperándome? – él me miró y dudó un momento antes de responderme.
– Bueno... Yo llegué a la hora acordada, pero no estoy realmente molesto por eso, comprendo que lo de esta noche fue una situación especial –dijo y yo articulé un "Lo siento" mudo, pero él me interrumpió con la mano. – Así que... Tú eres Irene – me sonrió cruzando los brazos sobre la mesa mientras yo asentía lentamente, hablaba español con una pronunciación perfecta, pero su acento italiano era condenadamente sexy – Bruno me habló mucho y muy bien de ti, aparentemente eres excelente en tu trabajo – me dijo y yo traté de mantener una buena cara de póker, no estaba segura de qué le había dicho Bruno de mí, pero pude notar en su rostro que aparentemente no se habían conversado cosas por las que debiera preocuparme.
– Pues eso intento, me esfuerzo mucho para que así sea, amo mi trabajo y me alegra saber que mi jefe realmente lo aprecia. – le respondí sonriendo – Y bueno, él también me habló de ti, me dijo que tú eres un eminente abogado y que recientemente regresaste a Madrid.
– Sí, estuve viviendo en Londres por un tiempo, pero estoy retomando mis actividades acá en la ciudad, y estableciéndome nuevamente – se interrumpió cuando el mesero llegó con el vino, sirvió dos copas, nos dejó los menús en la mesa y luego se retiró.
– Y dime Francesco ¿Qué tipo de abogado eres? – Le pregunté tomando un sorbo de mi copa – ¿Eres un abogado de esos de... "Señor Juez mi cliente exige la propiedad en Cannes, la mitad de los bienes bancarios y una pensión de cincuenta mil euros mensuales como justa retribución dado los perjurios sufridos a causa de las indiscreciones del señor Frederick" - sonreí antes de continuar. – O del tipo "No señor Juez, mi cliente no pudo haber asesinado a las víctimas porque el guante no le queda y obviamente este es el guante del asesino" – pregunté con una gran sonrisa.
__Mejor que se vaya acostumbrando a mi lengua.__
Pensé, era una ráfaga de valentía que sabía que no me duraría mucho, así que la aproveché. Decidí que al final de la noche él me amaría o me odiaría, pero yo seguiría siendo yo y podría sentirme orgullosa de mí misma por eso, no me iba a comportar como una princesita que asiente a todo lo que él dice sólo para agradarle, el hombre era la cosa más sexy que jamás había visto... Sí, y estaba enloqueciendo a mis hormonas… También. Pero yo tenía mi orgullo, y era vital mantenerlo intacto si quería sobrevivir a esa cita.
Él entrecerró los ojos y me miró fijamente antes de responder
– Soy un litigante, acepto diversos casos, pero me rehúso a tomar casos civiles, nada de divorcios ni cosas por el estilo. Soy un abogado penal, acepto demandas y defiendo a cierto tipo de acusados, pero me reservo el derecho de escoger a quién representar – me dijo encogiéndose de hombros.
__Esos anchos y perfectos hombros cubiertos por la sedosa tela de su pulcra camisa negra que quiero arrancarle a mordiscos. No, no, no... los la charla, enfócate en la charla.__
– ¿Y cómo eliges? Me refiero... ¿A qué tipo de acusados representas? - dije tosiendo un poco para disimular mi voz seca.
– A los inocentes – respondió inclinando su cabeza – No me gusta la idea de ser el causante de dejar que los criminales se salgan con la suya, sé que es contradictorio a la creencia popular de que los abogados no tenemos conciencia, pero... Es mi modo de operar. – Yo asentí, sintiendo una ligera admiración por el hombre sentado a frente a mí.
Era una de las cosas que Bruno había alabado más sobre él, sobre todo cuando hice una mueca de disgusto al saber que era abogado.
"Jamás hallarás a un hombre más correcto que Francesco, el hombre tiene unos valores intachables" __ Me había dicho, sabiendo que me agradan las personas honestas de buenas intenciones.
__Un hombre con principios... Un sexy hombre con principios.__
– Puedo entenderlo, eres un abogado con principios... Buenos principios. Me agrada – le dije dedicándole una sincera sonrisa, él se quedó un rato mirándome fijamente, y se me hizo imposible descifrar la línea de sus pensamientos.
– Te ves bastante joven Irene, Bruno no me dijo nada de tu edad ¿Cuántos años tienes? – me preguntó de repente, intensificando su atención en mí.
– Tengo veintitrés años, cumpliré veinticuatro dentro de seis meses... En mayo – al decir esto él arrugó levemente el ceño, pero asintió lentamente.
__¿Qué dije de malo? ¡Oh, espera!...__
– ¿Y qué me dices tú? ¿Cuántos años tienes?
– Tengo treinta y uno – dijo con un gesto de pesar en la boca, pero sin apartar la vista de mí – Cumplo treinta y dos en marzo.
__Mi-er-da... Eso no me lo esperaba.__
– ¡Woah! Casi diez años de diferencia – dije sinceramente sorprendida, realmente no lo esperaba pero si lo analizaba un poco... No me sorprendía del todo, observándolo detenidamente por unos minutos era bastante obvio que el hombre estaba en sus treinta, y los llevaba de maravilla.
__Siiip... De ma-ra-vi-lla.__
Pude notar que tenía una pequeña cicatriz en su mejilla izquierda, ubicada justo sobre la comisura de su boca, era sólo una pequeña línea en su rostro, pero contrastaba con su piel bronceada. Sentí un impulso salvaje por besarle esa pequeña pero perfecta, perfecta imperfección de su rostro.
Francesco inclinó un poco su cabeza con curiosidad.
– ¿Eso representa algún problema? – preguntó serio, yo negué con la cabeza.
– No me importa que seas mayor... Si a ti no te importa que yo sea menor – le solté temerosa que su respuesta, pues aunque a mí me parecía atractivo el hecho que fuese mayor, tal vez él lo viera como un contratiempo.
Francesco bajó la cabeza y rió por lo bajo, y así se mantuvo un momento antes de volver a hablar.
– La verdad sería la primera vez, pero... Justo ahora... Mi mente está bloqueando cualquier desventaja al hecho de que seas ocho años menor, mientras que resalta vivazmente todos los... Beneficios – me respondió con un sutil levantamiento de ceja. Me emocioné.
__¡Oh, por Dios! ¿Qué significa eso? ¿Le gusto? ¿LE GUSTO?__
Me pregunté sin poder contener una estúpida sonrisa de excitación pura. Algo fue llenando mi interior, una extraña confianza, porque aunque no podía confirmarlo del todo, Francesco no parecía incómodo o decepcionado conmigo, así que tal vez existía una remota posibilidad de que yo le gustara a este hombre.
__Todo es posible ¿Por qué no?__
– ¿En serio? Y... ¿De qué tipo de beneficios hablamos? – pregunté, sintiéndome osada.
Él captó mi intención y me dedicó una sonrisa ladeada que fue haciéndose cada vez más grande a medida que sus pensamientos se desarrollaban sin apartar los ojos de mí, se quedó así unos segundos más y yo no pude evitarlo, me fui sonrojando ante su mirada.
– Jovialidad – dijo finalmente alzando las cejas y ensanchando más su sonrisa. Yo dejé salir una sonora carcajada.
__Estúpidos abogados siempre saliéndose con la suya, esquivando todas las balas que les disparas.__
– Buena respuesta, pero tiene sentido... Eres un abogado, siempre debes tener una buena respuesta a todo – expresé sonriendo y señalándolo un poco con la copa, él se encogió de hombros, también sonriendo – Pero está bien, yo también puedo ver los beneficios de salir con un hombre mayor – continué mientras tomaba otro sorbo de mi vino.
– ¿Como por ejemplo...? – Francesco dejó la frase al aire indicándome que la terminara, yo lo miré por unos segundos, justo como había hecho él, antes de responderle con picardía.
– Experiencia. Los hombres mayores son más... Experimentados – dije y él rió justo en el momento en que daba un trago a su copa, por lo que terminó ahogándose con el vino, yo volví a reír abiertamente mientras él se limpiaba la boca y la camisa con una servilleta. – Me refiero por supuesto a que los hombres mayores han vivido más, han adquirido más... Conocimientos, y eso los hace más... Maduros – dije como si fuese obvio, reprendiéndolo por los pensamiento que yo sabía que estaba teniendo, pues yo misma los estaba teniendo, porque aunque lo dije como un chiste… Era cierto, nunca me gustaron del todo los hombres de mi edad.
Nunca los buscaba ocho años mayores, pero nunca de mi edad. Me gustaba la idea de que fuesen más vividos que yo, con más experiencia en muchos sentidos... En todos los sentidos. Yo era una mujer independiente, y creía con todas mis fuerzas que una mujer podía hacer cualquier cosa que se propusiera sin necesitar un hombre a su lado las veinticuatro horas del día. Pero sí me gustaba la idea de, aunque sea de vez en cuando, dejarme llevar por un hombre que sabía lo que hacía y con el que pudiera sentirme segura y protegida... Y eso no ocurría con los chicos de veintitrés años, al menos no los que yo conocía.
– Por supuesto, nunca pensé otra cosa – respondió él a mi comentario, sonriendo. En ese momento llegó una mujer a nuestra mesa.
– Buona Sera, mi nombre es Sandra, mi compañero tuvo que retirarse, pero yo seré su mesera esta noche. – dijo mientras le dedicaba a Francesco una coqueta y muy poco sutil sonrisa.
__¡Descarada! ¿No te das cuenta que está conmigo?__
Pensé irritada y sintiéndome furiosa de repente. Aunque me alegró notar que Francesco no mostró gran interés por la chica, pero ella no lo notó, así que siguió con sus pocos sutiles gestos.
– ¿Puedo tomar su orden?
– Sí, claro... Mejor ordenemos – comentó él sonriendo y supuse que aún pensaba en nuestra conversación previa. – De entrada quiero los gnocchi, y como principal la Saltimbocca alla Romana, por favor – luego se dirigió a mí – ¿Tú qué vas a ordenar?
– Le recomiendo la Caprese signorina, utilizamos mozzarella bajo en grasa hecho en casa – interrumpió la mesera antes de yo poder abrir la boca, con algo más que simplemente buenas intenciones, debo agregar.
__¿Son cosas mías, o me acabas de llamar gorda?__
Pensé sintiendo fuego en mi garganta. Yo la miré con severidad, pero ella me devolvió una mirada de falsa inocencia.
– Pues sí quiero la Caprese, gracias. Pero la quiero con mozzarella ordinario... No importa cuanta grasa tenga. – dije con una sonrisa a la tal Sandra.
__Sí querida, tengo lo que tengo y no me acomplejo por eso… ¡Observa y aprende!__
Ella me lanzó una odiosa pero tomó nota de mi pedido, pero justo cuando creí que se quedaría tranquila, abrió la boca nuevamente.
– Como principal le recomiendo la Panzanella de vegetales, es un plato exquisito y lo hacemos bajo en grasas, con pan integral, excelente para no consumir carbohidratos en exceso – concluyó con otra mirada ofensiva, dejando claro ahora sí que consideraba que yo estaba pasada de peso y que debía cuidar bien lo que comía.
__¡Oh! No quieres irte por ese camino amiga... Acabaré contigo si me provocas demasiado.__
Furiosa le dedicarle una sonrisa hipócrita, ella pretendía... ¿Qué? ¿Dejarme en ridículo frente a Francesco? Se suponía que así aumentarían sus posibilidades ¿Acaso estaba mal de la cabeza?
__¡Ilusa!__
Yo podría no tener un cuerpo despampanante, pero sin duda era más llamativa que esta chica, en el buen sentido al menos, porque ella sí que llamaba la atención, era demasiado flaca, demasiado, no era experta en nutrición ni mucho menos, pero eso no podía estar bien.
– Gracias por tu sugerencia... Cariño, pero yo quiero el Spaghetti ala puttanesca, por favor y... ¿Podrías ser linda, no juzgar, y traerme junto a eso una gran ración de papas fritas? – pregunté con una falsa sonrisa, y por el rabillo del ojo vi cómo Francesco sonrió también y que la chica abría sus ojos de par en par antes de reponerse.
– Que sean dos raciones, por favor – agregó Francesco. La mujer nos sonrió a ambos con educación, fingida obviamente, y se alejó hacia la cocina.
__¡Víbora!__
Ladré mentalmente mientras la veía alejarse, no sabía qué pretendía esa chiquilla, pero no iba a permitir que arruinara mi velada, velada que prometía ser una experiencia inolvidable.
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TRADUCCIONES
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*La Tentazione Ristorante: Restaurante La Tentación.
*Buona Sera: Buenas Noches.
*Signorina: Señorita.
*Gnocchi, Saltimboca alla Romana, Caprese, Panzanella, Spaghetti ala Puttanesca, Zuccotto: platos de la cocina italiana.