~ Prefacio ~
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Bruno
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~ Principios de diciembre ~
Las puertas del ascensor se abrieron y caminé por el iluminado pasillo. Era un edificio muy bonito, no se podía negar, tenía que admitir que trabajar en un sitio así debía ser relajante, salvo por el hecho que mi hermano tenía uno de los trabajos más estresantes del mundo, en mi humilde opinión. Pero la abogacía era un trabajo estresante, digno de un hombre bastante estresante, así que le sentaba bien.
Me encaminé hacia la oficina de Francesco un poco molesto, más decepcionado que molesto en realidad, recordando el mensaje de texto que me envió el muy bastardo:
*Me hicieron una oferta que no pude rechazar... Compré el piso en Vicálvaro*
Mi hermano era todo un caso, recién regresaba a España después de siete largos años en Londres, argumentando que necesitaba el calor de su familia y lo primero que hacía era negarse a vivir cerca de nosotros. No podía recordar ya cuántos apartamentos en la zona centro de Madrid le mostré, con cuántos agentes inmobiliarios le puse en contacto con la esperanza de convencerlo, pero no... El hombre era un hueso duro de roer.
En cambio había decidido mudarse a aquel condominio que quedaba casi a las afuera de la ciudad. Intentó convencerme de que le gustaba la vista, pero yo sabía que lo que más le gustaba era lo apartado que estaría de Michelle y de mí, pero no le presté mucha atención, si creía que un par de kilómetros me iba a mantener a raya... Era que no se acordaba que su despacho quedaba a quince minutos de mi oficina.
Toqué la puerta, por pura cortesía, porque al instante siguiente la abrí sin esperar ninguna confirmación, y agradecí que aún no hubiera ninguna molesta secretaría que me lo impidiera.
Francesco se giró en su silla al escucharme entrar y me frunció el ceño como todo saludo antes de seguir hablando por teléfono.
- Pues eso debiste pensarlo antes de lanzar esa botella, ya se hizo un trato con el fiscal y no pienso retractarme... No se podría aunque quisiera, debes estar ahí el sábado a las siete y más te vale que seas puntual - dijo con autoridad antes de colgar.
Sonreí al pensar en esa pobre alma al otro lado del teléfono, no sé cómo me sentiría yo al contratar a un abogado para que me defendiera y que este terminará regañándome como un padre a su hijo, aunque ni Francesco ni yo conozcamos de primera mano esa sensación.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó Francesco quitándose el auricular y dejándolo sobre el escritorio.
- Hola hermano ¿Cómo has estado? Yo también te extrañé, estoy bien, gracias por preguntar - respondí sarcástico.
- Sigues teniendo dos manos y dos piernas, y viniste en propio pie, así que he de asumir que estás bien Bruno... ¿A qué viniste?
- ¿En serio piensas comprar aquel departamento en la conchinchina?
- No está en la conchinchina Bruno, no te pongas con el drama, solo queda a las afuera de Madrid, no es mal de morir. Y en segundo lugar... No lo pienso comprar, ya lo compré, te dije que me hicieron una oferta que no pude rechazar.
- Sí, claro... ¿Seguro que no tiene nada que ver con poner distancia entre nosotros? - pregunté haciéndome el ofendido, que de hecho sí que lo estaba.
- No, claro que no - respondió de inmediato, pero la risita que intentó disimular me lo dijo todo.
- Le romperás el corazón a Michelle.
- No, Michelle sobrevivirá... Me llamará todos los días, pero estará bien. El que parece que entrará en crisis eres tú.
- Es que no entiendo por qué quieres estar tan lejos de nosotros hermano.
- Solo considero que cada uno debe tener su espacio Bruno, deja de actuar como si estuviese rompiendo contigo. Ustedes están iniciando una nueva etapa y lo mejor es que estén solos el mayor tiempo posible ¿O acaso me quieres ahí viendo mientras... Ya sabes? - comentó alzando la ceja con picardía, refiriéndose al hecho de que estábamos buscando quedar embarazados.
- Por supuesto que no, pero es que... Acabas de llegar Francesco.
- Exacto Bruno, acabo de llegar y no tengo planes de irme pronto, por favor baja el estrés.
- Vale, vale, mi dispiace, es que... Te extrañé fratello - admití un poco avergonzado.
- Lo sé, yo igual. Pero tendremos tiempo de sobra para ponernos al día - respondió con una sonrisa, y supuse que era lo mejor que iba a obtener.
Mi hermano no era conocido por sus demostraciones de afecto, de hecho podía contar con los dedos de mis manos todas las veces que Francesco Sturano se había puesto sentimental por algo, me sobraban dedos, y casi siempre estuvo ebrio. Yo estaba acostumbrado a eso, su modo de ser era bastante fácil de descifrar para mí, con el tiempo mi esposa también aprendió, sin embargo la mayoría de las personas lo tachaban de frío y distante, y por eso es que tenía pocos amigos y una escasa experiencia en cuanto a relaciones amorosas, serias al menos.
Conocía a Francesco desde los cinco años, y jamás había tenido una relación duradera. Ninguna mujer había logrado llegar al corazón blindado de mi hermano y eso estaba empezando a preocuparme, ya éramos unos treintones y mientras yo estaba felizmente casado y haciendo planes con mi esposa para concebir a nuestro primer hijo... Él en cambio seguía solo, comprando apartamentos de soltero en sitios apartados para recibir pocas visitas, como el propio ermitaño, estaba yendo en la dirección opuesta y eso me estaba volviendo loco, no quería verlo seguir su camino solo mientras yo avanzaba en busca de una familia.
__Lo cual me recuerda...__
- Me parece genial, pero creo que igual deberías compensarme por esa mala jugada ¿Sabes? - comenté mientras tomaba asiento frente a él.
- A ver Bruno... ¿Cómo crees que debo compensarte? - preguntó él sin apartar la vista de los documentos que había empezado a revisar.
- ¿Recuerdas que te hablé de esta mujer que trabaja en el periódico...?
- No - respondió de inmediato.
- Pero, déjame terminar...
- No, no, y cinco veces no Bruno. No quiero escuchar nada sobre sea cual sea la chica que quieres que embarace esta vez... Fermare - respondió señalándome con el bolígrafo.
- No quiero que embaraces a nadie, no seas exagerado, solo hablo de una cita - dije a la defensiva, pero para nada sorprendido, no era la primera ni la última vez que se negaría a una de mis propuestas.
- ¿Sólo una cita? ¿Quieres que me crea que este no es otro de tus intentos para arreglarme la boda con una mujer que crees apropiada para mí? - preguntó alzando la ceja, y tuve que hacer un esfuerzo para no reír, no estaba lejos de la verdad.
- Claro que no, Irene es distinta. Sólo creo que se llevarían bien.
- Solo creo que se llevarían bien - repitió con burla - ¿Por quién me tomas? ¿Acaso Irene no es la mujer con la que intentaste emparejarme hace dos años cuando vine para navidad?
- No, no... Esa fue Yrma - le corregí arrugando la frente - Y eso fue idea de Michelle, yo no tuve nada que ver.
Ciertamente no podía culparle por enfadarse con nosotros. Yrma era una compañera de karate de mi esposa, una mujer físicamente agraciada y de buena posición laboral, bella e independiente, creímos que sería una buena opción para Francesco; lo que también creímos es que a esas alturas la mujer habría superado su divorcio de hacía tres años, pero nos equivocamos, en cambio tuvimos que pasar toda la cena de navidad consolándola mientras ella lloraba y se embriagaba maldiciendo a su ex.
Mi hermano, que había volado desde Londres para pasar solo esa noche en nuestra casa, tuvo que no solo presenciar todo el espectáculo, sino que también cargarla hasta el auto y conducirla a su casa... No fue nuestra mejor navidad en familia ciertamente.
- Como sea, ya tuve suficiente con tus delirios de casamentero. No te necesito para conseguir mujeres, grazie - respondió cortante.
- Sé que puedes conseguir mujeres tú solo, el problema es que no lo haces - argumenté con fastidio.
- Basta Bruno, estoy bien como estoy.
- ¿Solo?
- No, no solo... Soltero, que es distinto - me corrigió.
- Creo que ser soltero es aburrido, pero allá tú - comenté encogiéndome de hombros, él rió ante mi comentario.
- Vale, muchas gracias por darme tu opinión - dijo con humor.
Su teléfono sonó en ese momento, interrumpiendo nuestra conversación. Me hizo un gesto para que le esperara un momento y yo sacudí mi mano indicándole que no me importaba. Miré por la ventana de la oficina, la vista era impresionante, pero claro... Cuando tu oficina queda en el vigésimo piso de un edificio en plena ciudad, es obvio que tendrás una vista de primera clase. Envidié un poco aquello, el edificio donde estaban las oficinas del periódico no era ni de lejos tan alto como aquel, pero al menos teníamos una hermosa vista a la plaza.
Pero aquel era un edificio de lujo, y esa era la razón por la que Francesco y sus socios se habían instalado ahí, en medio de toda la acción de la ciudad, querían comenzar por lo alto, y me alegraba por él, si bien su vida personal era una completa mierda, al menos su vida profesional no podía ir mejor. Solo le faltaba equilibrarse, y yo no iba a descansar hasta lograr mi cometido, solo debía encontrar la estrategia adecuada.
- A veces pienso que es una piedra en mi zapato - comentó Francesco con disgusto, mientras ponía el móvil boca abajo en el escritorio.
- ¿Quién? ¿Yo? - pregunté extrañado, había perdido el hilo de la conversación.
- Tú sueles serlo, sí. Pero ahora me refiero a Antonio, habíamos acordado que anunciaríamos la inauguración en el periódico, sin mucha algarabía. Pero ahora él quiere hacer una fiesta, lo cual me parece un desperdicio de dinero, no quiero ir a una fiesta de navidad organizada por él, solo Dios sabe a quién demonios se le ocurrirá invitar.
- Vamos, no puede ser tan malo, será solo una fiesta, pero... ¿Sabes cómo podrías hacer mas llevadero el asunto? - pregunté en un mediocre intento de volver al tema anterior.
- ¿Una fiesta navideña de Antonio? No tengo idea... ¿Cómo?
- Acompañado de una mujer interesante - no había terminado de hablar cuando empezó a torcer los ojos.
-Vamos Bruno, no sigas con eso. Eres un maldito tormento - me lanzó pasándose la mano por el rostro.
- Lo digo en serio, tener a alguien con quien conversar haría que el tiempo pase más rápido.
- Es una condenada fiesta, de seguro puedo encontrar a alguien con quien conversar, no necesito que metas tus manos.
- ¿No acabas de decir que no confías en la lista de invitados de tu socio? ¿Acaso quieres arriesgarte a toparte con otra Yrma? - Francesco me miró con cansancio, de seguro aburrido por mis pobres argumentos, pero no me iba a dar por vencido, tenía un buen presentimiento esta vez.
- ¿Por qué tanta insistencia, ah? Llevas toda la semana persiguiéndome por esto - me preguntó poniéndose un poco serio.
No podía confesarle mis temores verdaderos,me diría que estaba loco y se negaría rotundamente, pero tenía que intentarlo, no quería que se quedara solo, ya estaba empezando incluso a tener pesadilla al respecto, pero traté de disimular y mantuve mis motivos para mí.
- Es que... Irene es una gran chica, pero tampoco tiene muchos amigos aquí, es prácticamente una recién llegada como tú. Creí que podrían tener cosas en común para conversar, además... - dudé un poco antes de hablar, pensando que quizás aquello enviara todo por el caño - Puede que le haya dicho a Irene que era un asunto seguro - al decir esto él alzó una ceja.
- ¿Qué cosa es un asunto seguro?
- Su cita - respondí con fingida inocencia y le vi agudizar su mirada.
- ¿Me das algo de contexto?
- Ok, ok... Puede que ella solo esté esperando la fecha y hora de su cita. Quizás le di a entender que todo estaba listo.
- ¿Y por qué diablos hiciste eso? - preguntó exasperado.
- Es que... No sé. No creí que me fuese a costar tanto convencerte, después de todo es una noche de platica con una mujer hermosa, no creí que fueses a negarte con tanto aferro - dije encogiéndome de hombros.
- ¿Así que si no se da la cita quedaré como un idiota? - preguntó enfadado, y sonreí internamente sabiendo que había dado en el clavo. Francesco se preocupaba bastante por su reputación.
- Algo así - asentí torciendo la boca.
- Vale... ¿Te parece si hacemos un trato?
- ¿Un trato cómo? - pregunté extrañado, los tragos eran su fuerte yno me gustaba meterme en su territorio, terminaría fracasando como siempre si lo hacía.
- Si accedo a salir con tu amiga... No me molestarás mas por dos años. Ninguna otra cita, nada de meter tus manos en mis asuntos.
- Dos años es mucho tiempo, uno es lo máximo que puedo darte - respondí y le vi chasquear la lengua.
-No hay trato entonces - dijo encogiéndose de hombros. Me incliné sobre el escritorio y me apresuré a salvar la situación.
-Espera, espera... Vale, si sale mal, te dejaré en paz por dos años - respondí algo temeroso.
Estaría tomando un gran riesgo al aceptar, dos año abriría mucho más la brecha entre nosotros si él seguía soltero, y estaba seguro que mientras más tiempo pasara solo Francesco se terminaría cerrando por completo a la posibilidad de una familia y así jamás lograría mi cometido.
Pero por otro lado... Tenía un buen presentimiento, Irene era harina de un costal muy distinto del que solíamos buscarle mujeres a mi terco hermano, tenía la corazonada de que ella era la indicada para él, y si así era entonces no tenía nada que perder realmente.
Lo medité por unos minutos mientras la sonrisa en el rostro de Francesco se ensanchaba, sintiendo sin duda alguna que me tenía acorralado, esperaba estar en lo cierto, porque nada me gustaría más que borrarle esa sonrisa de superioridad de la cara.
Con un suspiro de aliento levanté mi mano derecha y la tendí frente a él, que la estrechó sonriendo.
- Vale, si la cita con Irene no funciona... Te dejaré en paz por dos años. Pero debes poner de tu parte, y llegar con la mente abierta a esa cita.
- De acuerdo... Hecho, conoceré a la famosa Irene, y procuraré no actuar como si estuviese ahí por obligación.
- No te obligo, solo creo saber lo que es mejor para ti - me defendí.
- Exacto... Crees que lo sabes, pero yo estoy bien así.
- Como sea, hablaré con Michelle para organizar la cena y te daré la fecha cuando tengamos todo preparado - empecé a decir, pero me callé al verle negar con la cabeza.
- No, no, no. Nada de eso. Si voy a salir con esta mujer... Yo organizaré todo. Y definitivamente no va a ser una cena en tu casa ni con ustedes alrededor para manipular la conversación.
- Pero...
- Pero nada, yo diré cuándo y dónde. Tú sólo se lo harás saber, y ahí morirá tu intervención en el asunto - torcí los labios mientras lo meditaba.
- ¿Y cómo sabré que realmente estás poniendo de tu parte? - pregunté a la defensiva.
- Fácil, solo debes confiar en mí, así como yo estoy confiando en que tu amiga no es una lunática - respondió encogiéndose de hombros.
Yo traté de mantenerme sereno y no fruncir el ceño al oírlo para no delatarme, porque técnicamente Irene sí que podía considerarse una lunática, en el buen sentido... Pero aún así, callé porque estaba seguro que ella era justo lo que él necesitaba.
- De acuerdo... Esperaré entonces tus instrucciones para hablar con ella. Te aseguro que no te arrepentirás - dije poniéndome de pie, él alzó una ceja al verme.
- ¿Eso es todo? ¿Accedí a salir con tu amiga y ya te vas? ¿Sólo a eso viniste? - apreté los labios conteniendo una sonrisa, a mi hermano el abogado no se le escapaba nada.
- Ehm... ¿Quieres que me quede? - pregunté alzando los brazos.
- No Bruno, lárgate que estoy muy ocupado, pero deberías trabajar en tus dotes de actuación... Son terribles - dijo medio riendo medio enfadado.
- Lo sé, Michelle tampoco me las suele comprar - comenté fingiendo preocupación - Pero he sobrevivido hasta ahora, y no creo que sea prudente cambiar mis métodos a estas alturas de mi vida - terminé con una gran sonrisa, que para su fastidio... él no pudo evitar corresponder.
- Lárgate Bruno, te avisaré cuando tenga algo organizado - me despidió con la mano y volvió su atención hacia las carpetas sobre su escritorio.
- Adiós hermano, te llamaré mas tarde - dije mientras me acercaba a la puerta, y me apresuré en salir para no escuchar la maldición que lanzó Francesco ante mi insistencia.
Sabía que quizás le estaba presionando demasiado, pero se acercaba navidad y no quería que estuviera solo otro año, estaba decidido a conseguirle pareja fuese como fuese. Y mientras estaba de pie en el pasillo esperando que las puertas del elevador se abrieran, recordé que aún faltaba una parte importante de mi grandioso plan.
Tomé mi móvil y marqué el número de mi reportera estrella.
- ¿Alóóó? - escuché la cantarina voz de Irene al otro lado de la línea.
- Aló... Eres tan mona - comenté sonriendo, siempre me hacían gracia las expresiones tan latinas de mi amiga.
- ¿Me llamó para burlárse de mí jefecito? - preguntó fingiendo enfado, sabiendo que yo odiaba que me llamara jefecito.
- Claro que no Piccola hermosa, en realidad te llamo porque necesito un favor tuyo.
- Qué sorpresa - comentó con sarcásmo - A ver... ¿Para qué soy buena?
- Ehm... ¿Estás saliendo con alguien justo ahora? - pregunté dándome cuenta de pronto que era una información que desconocía - Porque creo que tengo el hombre ideal para ti - dije mientras entraba al elevador.
- No me digas - fue la respuesta de Irene, y mientras las puertas se cerraban nuevamente frente a mí rogué para que ella no fuese tan difícil de convencer como Francesco.
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Traducciones:
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* Mi dispiace: lo siento.
* Fratello: hermano.
* Fermare: basta/suficiente.
* Grazie: gracias.
* Piccola: pequeña.