Punto de vista Gerónimo
Con el paso de los días, Eva se estaba volviendo cada vez más insistente respecto a nuestra relación. Ella se estaba convirtiendo en una tormenta que abrumaba mis sentidos, y sus gritos retumbaban como el golpe de tambores implacables.
—No quiero que sigas casado ni un día más, ¿lo entiendes? ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? ¿Qué te cuesta comprenderlo, Gerónimo? —Eva llevaba más de tres días volteando mi mundo al revés, quejándose sin parar de mi matrimonio, y ya estaba empezando a desesperarme.
—Eva, mi amor, ya te he dicho que es una decisión muy difícil de tomar. No puedo divorciarme de inmediato y, sinceramente, no sé cuándo podré hacerlo. Quiero que eso quede bien claro.
—No, Gerónimo, no. Mira, ya no puedo seguir con esta situación. Me voy a regresar con mis padres, y este bebé que está por venir, no va a nacer. —Los ojos de Eva estaban completamente oscuros, su mirada fría e indiferente.
—A ver, explícame, ¿Qué quieres decir con eso?
—Lo que has escuchado. Si no te separas de inmediato, o al menos empiezas con el trámite de divorcio, me haré un aborto. —Me acerqué a ella, aprovechando mi altura para mirarla fijamente. Sus palabras me llenaron de una furia profunda. La tomé del brazo con fuerza.
—Mira, Eva, ya me estás agotando. Si consideras que eres una mujer inmadura para aceptar nuestra relación, es mejor que te olvides de mí. Y para que lo sepas, no me interesa lo que hagas; no voy a obligarte a tener un hijo conmigo. Si ese bebé llega a nuestra vida, bienvenido sea; si no, es un problema que tendrás que cargar en tu conciencia.
—¡Suéltame, me estás lastimando! —Eva apretó los dientes y se zafó de mi agarre, dándome un fuerte empujón que casi me hace caer.
—Calmémonos, Eva. Esta situación no tiene por qué escalar entre nosotros. Ya te dije que no me voy a divorciar. Si queremos tener un futuro juntos, necesito mantenerme casado con Margaret al menos un par de años más.
—¿Por qué no te divorcias ya? ¿Qué es lo que te impide separarte de ella?
—Tengo unas malditas cláusulas de fidelidad. Si me divorcio o ella descubre que tengo una amante antes de que termine el período del fideicomiso que compartimos, ella podría quedarse con ese dinero. Y créeme, es una suma considerable, los ahorros de toda mi vida, Eva. ¿Puedes entenderlo?
—El rostro de Eva se enrojeció de furia. Estaba al borde de un colapso, sus puños apretados y los nudillos blanquísimos me hicieron pensar que podría golpearme en cualquier momento.
—Me voy a ir con mis padres. Haré mis maletas y me iré de esta casa. Y olvídate del bebé, porque no lo voy a tener. ¿Escuchaste? No seguiré siendo la amante de alguien como tú, un hombre egoísta y manipulador.
—Eva, querida, yo te amo. No puedes hacerme esto. Podemos hablar. Vamos a prepararnos para el bebé. Sé que estás hormonal y todo esto es complicado, pero no quiero que sigas sintiéndote así. ¿Qué te parece si vamos a comprarle cosas a nuestro futuro hijo?
—Crees que el sucio dinero lo soluciona todo, ¿verdad? Yo te amo a ti, no a tu maldito dinero. Por eso me voy. No puedo soportar estar contigo un minuto más mientras sigas casado. Esta situación me exaspera. Es mejor que nuestra relación termine.
Las palabras de Eva me hicieron sentir como si el mundo se desplomara bajo mis pies. Ella era la única mujer que había amado en mi vida. Comprendía que era mucho más joven que yo y que tal vez esto podía pasar en cualquier momento, pero la amaba profundamente y no quería que se alejara de mi lado.
—No Eva, mi amor, mira déjame hablar con mi abogado a ver qué podemos hacer, ¿sí? déjame ver que puedo solucionar, pero no tomes la decisión apresurada de terminar con nuestra relación.
—¡Nuestra relación, por favor! —Eva me miraba con una rabia creciente, y mis súplicas solo parecían aumentar su furia y dolor. Su mirada estaba cargada de desprecio y asco, y de repente empezó a gritarme y a golpearme sin piedad.
—¡Eres un maldito imbécil! ¡Mira lo que me has hecho! Soy muy joven para ser madre, ¡mírame! ¡Mírame lo que me has hecho, viejo desgraciado! —Cuando escuché eso y vi cómo me golpeaba sin parar, en un impulso irrefrenable, le di una bofetada que la hizo caer al suelo. Al verla en el suelo, con la mano en la mejilla y una gota de sangre en la nariz, sentí una punzada de horror y arrepentimiento. ¿Cómo pude haber sido capaz de hacerle eso?
—¡Me golpeaste! ¡Eres un animal sin control! Te denunciaré. Ahora tengo aún más razones para no tener un hijo que lleve tu sangre. Me voy. —Eva se levantó con furia y comenzó a hacer su maleta. No me dio ni la oportunidad de disculparme. Yo estaba paralizado, viendo cómo se preparaba para irse, sabiendo que había cometido un error imperdonable, pero sin comprender la magnitud de lo que había hecho.
—Eva, mi amor, todo se puede resolver. Por favor, perdóname. ¡Te lo suplico! —En ese momento, comencé a llorar como un niño. Las lágrimas rodaban por mis mejillas y sentía un dolor profundo en mi corazón, como si algo vital hubiera muerto dentro de mí. El desesperado deseo de abrazarla y rogarle que se quedara me invadió, pero ella me rechazaba con una aversión palpable, impidiéndome acercarme.
—¡Lárgate lejos de mí! Me has golpeado estando embarazada, y eso es algo que no puedo tolerar. Eres un maltratador en potencia, y antes de que eso se vuelva aún peor, me voy. Y ¿sabes qué? Quédate con esa mustia arrogante de tu esposa. Yo me iré y comenzaré de nuevo. Me arrepiento profundamente de haber estado a tu lado. ¡Adiós!
Vi cómo Eva se alejaba de mí, llevándose consigo mi vida entera. La amaba profundamente, y su partida me dejó en un estado de desolación total. Solo me quedé gritando su nombre tras la puerta, sintiendo cómo todo se desmoronaba a mi alrededor.
—¡Eva, por favor, no te vayas! ¡No me dejes! —Mi voz estaba llena de desesperación mientras sentía un vacío en mi estómago. La vida se había vuelto insostenible; las ganas de vivir y respirar se me habían ido, pero nada podía evitar que el amor de mi vida se alejara de mí.
Un par de días después de aquella dolorosa discusión, sin esperanza de reconciliarme con Eva ni de saber algo sobre mi hijo, decidí regresar a la ciudad. Afortunadamente, mi posición me permitía moverme con flexibilidad. Planeaba sorprender a mi esposa, quería concederle el deseo de tenerme a su lado para siempre. Había llegado a la conclusión de que mi relación con Eva debía terminar. Ella era solo una amante, mucho más joven que yo, sin un futuro claro juntos. Su embarazo había sido un capricho, y necesitaba retomar mi vida, con o sin ella. La vida debía seguir, y para eso contaba con mi esposa, Margaret, siempre a mi lado.
nota de autor: No olviden agregar a su biblioteca la nueva novela ATRAPADA POR UN HOMBRE MAYOR, la encuentran en mi perfil, vamos con toda estos últimos meses del año.