Enith recuperó la cordura y regresó en sí, cuando a lo lejos escuchó como un vaso se estrellaba contra el suelo, el ruido la hizo ser consciente de la realidad, sus sentidos comenzaron a funcionar al captar los cubiertos chocando entre sí y los cuchicheos en las mesas de su alrededor, respiró con cierta dificultada al obligar a su voz salir de su garganta. —Roberto ¿qué haces aquí? —preguntó Enith tomando el valor de alzar la vista para ver el rostro adornado con la miel de sus ojos de los que alguna vez fue cautiva, la chica no pudo evitar fruncir el ceño al tener tan desagradable encuentro. —Es un café que siempre frecuento cuando estoy harto de la oficina, me sorprende verte aquí —contestó el hombre sentándose en la silla que Enith tenía en frente, sin siquiera pedir permiso. “Menuda