Su mundo cambió cuando fue a visitar a sus padres, y había encontrado a su abuela bastante débil debido a la vejez y sus pulmones. Se encontraba a las afueras de la ciudad en un pueblito mágico, lo llamaremos Villa del Monte. Villa del monte se encontraba a escasas dos horas de la ciudad donde ella vivía feliz su vida de soltera solitaria. Era un lugar lleno de montes verdes y ríos alrededor, había un sinfín de ranchos que se dedicaban al cultivo de la uva, sus padres habían decidido mudarse ahí por la calidad del aire y el bienestar de los pulmones de su abuela.
La casa en la que vivían no era muy grande sin embargo, tenían un enorme jardín con árboles frutales, donde la abuela se mecía en su mecedora de madera tallada, mientras tejía con su lentes de gran aumento. Esa tarde Enith fue a visitar a su familia y como era costumbre, se sentó al lado de su abuela para hacerle compañía y tener esas charlas que tanto disfrutaba.
— Enith, sé que lo que te pasó hace dos años en el altar hija pudo haberte quedado un mal sabor de boca, pero eres joven, hermosa y toda una vida por delante —le decía su abuela mientra dejaba de tejer para ver a su nieta quien se encontraba sentada en el pasto al lado de ella.
— Abue, yo, es solo que no creo más en el amor, tengo amor por mi carrera que es algo que me llena y me apasiona, amor por ustedes, amor por mi soledad, estoy bien así.
_Lo sé hija pero no me gustaría irme de este mundo sin que te vea compartiendo tu vida con alguien más, no se lo he dicho a nadie más pero el doctor me ha diagnosticado cinco años de vida, no me defraudes.
—Pero abuela yo, ¿por qué no le has dicho a nadie más sobre lo que te dijo el doctor? ¿por qué solo me lo dices a mí?
— Porque ¿qué caso tiene que les preocupe por algo inevitable que va a pasar? quiero que las cosas sigan igual sin que haya algo en lo que pensar constantemente, a ti te lo digo porque me gustaría verte con alguien más siendo feliz a su lado, guarda el secreto como buena nieta que eres Enith.
— Lo haré abue, aunque es muy cruel que me lo hayas dicho solo a mi, haré lo que pueda y esté en mis manos, te lo prometo.
Enith se incorporó para abrazar a su querida abuela, la señora era cálida con Enith aunque sonreía con cierta complacencia maliciosa a espaldas de la chica.
Regresó un domingo por la tarde a su departamento en Gran Amarilo, una ciudad élite que era el centro de los negocios a nivel mundial en el continente americano, vivía en un pequeño apartamento en un suburbio de clase media, conducía un Atos rojo modelo 2008, a pesar de su esfuerzo, no llevaba una vida muy lujosa pero era feliz por lo que había logrado a sus escasos veintiseis años, tenía toda una vida por delante para superarse profesionalmente hablando.
Había meditado muy bien en irse al extranjero a estudiar por lo que le encargó el carro a su familia y pasó el siguiente año y medio en Canadá estudiando una maestría en diseño de ilustraciones avanzadas y marketing digital, un tema que sin duda le apasionaba al por mayor. En ese país se hizo amigos de todas partes del mundo y se divirtió de todas las maneras posibles, pero nunca se abrió al amor a pesar de que oportunidades pasajeras aparecieron en su camino, no quería saber nada relacionado al romance nunca más.
Cuando regresó a Grand Amarilo tenía veintiocho años de edad, el noventa por ciento de sus compañeras de la universidad se había casado, estaban comprometidas o tenían relaciones duraderas y estables, todo eso lo veía en los perfiles de f*******: e i********:. Se encontraba tomando un té en su departamento con su soledad, mientras veía f*******: después de haber desempacado sus maletas, había creado un nuevo perfil desde su tragedia.
Ahí en las r************* había salido el perfil de Roberto quien se había casado con Jessica tres años atrás “par de estúpidos” pensó para sus adentros con rabia, le habían llegado rumores que la fiesta de los traidores había sido un cuento de hadas y lo llamaron “el evento del año”; era doloroso pensar que aún no superaba las heridas del pasado del todo, cerró de manera abrupta su computadora yéndose a dormir.
Su vida desde su regreso se había convertido en ir de la casa al trabajo y viceversa aunque no descartaba la posibilidad de viajar al extrajero de nuevo, claro siempre y cuando fuera de manera solitaria. Un día regresando de visitar a sus padres y su abuela en Villa del monte, recibió un mensaje de una de sus antiguas compañeras de la universidad, Katia, ella estaba abriendo la puerta de su departamento con maleta en mano.
Katia siempre había sido muy amable con ella durante la universidad, de no ser por Jessica ella habría sido su mejor amiga durante ese tiempo, pero la muy perra rubia se había encargado de ser “la mejor amiga” para que el golpe doliera más, ninguno de los dos traidores contestó nunca más las preguntas que les había hecho de manera insistente luego de haberse perdido en la playa por tres días, nunca supo el porqué habían planeado algo tan ruín contra ella.
— Enith, cuánto tiempo sin saber de ti —escribía por inbox Katia.
— Hola Katy ¿cómo has estado? —respondió de inmediato la solterona, mientras aventaba sus zapatos de tacón para caminar libre en la habitación.
— Me da tanto gusto que por fin contestes mis mensajes, pon atención, nos estamos organizando las mujeres ex compañeras para reunirnos en un restaurante este sábado y me dijo Diana que te contactara para ver si podías asistir, claro siempre y cuando no tengas alguna excusa como todos los años para evitarlo, este año Jessica no vendrá así que sientete libre.
Enith pensó bien la respuesta al leer que Jessica no asistiría. Por un momento pensó en la respuesta, dudosa de qué decir.
— Está bien, nos veremos el sábado entonces.
— Genial que bueno que vendrás, la reunión es a las ocho en Hacienda Las uvas, es un restaurante al centro de la ciudad, mañana te mando ubicación.
— Pasa buena noche Katy.
— Buenas noches Enith.
Enith entró a su habitación aventándose a la cama sin pensar, qué más daba ir a una estúpida reunión, por lo menos no iría Jessica eso era ganancia, hacer algo fuera de la rutina de vez en cuando después de todo no era tan mala idea hacerlo de vez en cuando.
Tres días pasaron cuando finalmente el día llegó. Había salido al gimnasio por la mañana y hecho algunos pendientes de la oficina durante el día. Para cuando era tarde, se metió a bañar y se arregló de manera casual con un pantalón n***o y una blusa blanca, era un vesturio un tanto rockero y modesto, pero era cómodo.
Llegó al restaurante a la hora acordada, entró al lugar y vio a un total de veinte ex compañeras de la universidad, en medio de ellas se encontraba Katy que la saludó desde la distancia sacudiendo su mano en lo alto con energía para que pudiera verla.
El restaurante estaba iluminado con luces cálidas por todos lados con plantas como adornos, Enith se sentía más entrando a una selva que a un restaurante, la parte de afuera tenía un hermoso jardín que daba vista a una laguna, sin embargo; las chicas habían decidido hacer la reunión adentro por los mosquitos y aunque Enith pensó que era más por el hecho de que había un grupo de hombres que habían reservado el jardín completo para ellos y su reunión.
Enith saludó con cierto nerviosismo a Katy, habían pasado casi cuatro años que no veía a nadie de la universidad desde el día de su boda no realizada.
— ¡Enith! ¡Qué gusto volverte a ver después de tanto tiempo! —gritaba Katy en medio de la conmoción de mujeres
Para ser honestas, a Enith le dio cierto orgullo saber que ella aún conservaba parte de su belleza veinteañera, pues a sus ex compañeras se les notaba el paso de los cinco años que las había dejado de ver.
— Katy qué alegría volver a verte —decía Enith mientras abrazaba a Katy
El resto de las mujeres dejaron de parlotear por la sorpresa de que Enith Caley se había presentado por primera vez después de tantas reuniones que había dejado pasar.
— Enith pero qué radiante estas mujer, no han pasado los años sobre ti —se acercó Diana a saludarla con un beso en la mejilla.
— Chicas ustedes están radiantes —replicó Enith con cierta modestia mientras se tocaba la nuca con nerviosismo.
— Es probable que se conserve de esa manera por su soltería, el matrimonio si acaba con el tiempo, los hombres son muy demandantes —decía una de las presentes, Enith no sabía cómo reaccionar ante la afirmación de la mujer que estaba al lado de Diana.
— Seguro y qué decir de los embarazos, cuando vas por el tercer hijo es inevitable que el pezón de tus pechos toque tu ombligo —decía otra mujer con resignación.
— O los constantes desvelos por los bebés o el marido que llega tarde a casa —decía otra mujer más.
— Eres afortunada Enith, al menos conservas tu libertad y parte de tu belleza —decía otra mujer en tono resignado.
Enith se sentó al lado de Katy, mientras cerraba los ojos sonriendo como idiota al estar confundida por no saber si lo que estaba escuchando era un cumplido o una advertensia si llegaba alguna vez a pesar en el matrimonio.
— Seguro que tiene su lado bueno, como no estar sola todo el tiempo como en general me encuentro —replicó Enith mientras todas la veían con ojos de escáner con detenimiento, para encontrar algún defecto en ella— aunque en lo personal disfruto demasiado no rendirle cuentas a nadie.
—Enith en definitiva tienes mucho más libertad que nosotras, pero si es verdad que hay otras áreas de nuestra vida que están más completas —replicó otra señora.
— Tener un hijo puede que sea la labor más pesada que tengas como madre, sin embargo; es de las más satisfactorias —dijo otra mujer, todas las damas habían entrado en la plática con Enith como centro de atención del momento, era el bicho raro.
— Me imagino que debe ser así, cada quien tiene su tiempo —dijo Enith.
— Quien logre crear un equilibrio entre el matrimonio y el trabajo está del otro lado, aunque no conozco a ninguna mujer que lo haya logrado —dijo Diana.
— Yo si que lo he logrado, me he casado con el amor de mi vida y tengo un trabajo envidiable, viajo por todo el mundo cuando quiero y creo que aun me conservo fresca.
Enith abrió los ojos por la sorpresa, su corazón estaba palpitando a mil por hora, por un momento creyó que se le saldría del pecho como un toro enfurecido, pues esa voz nada más y nada menos pertenecía a Jessica la perra traidora que solía decir que era su mejor amiga, la esposa de Roberto, el hombre que le había destrozado el corazón y ambos habían enterrado sus ganas de volver a amar.