Ilegal.

1762 Words
Estamos a pocos minutos de llegar Denver, el viaje en Missy fue caótico realmente. Se ha detenido al menos dos veces en la autopista y tuvimos que pedir que extraños la empujen al menos tres de las cuatro veces que paramos a estirar las piernas. Literalmente llevamos viajando un día entero en camioneta, casi veintiséis horas encerrado en esta chatarra con el entrenador que se pasó todo el camino refunfuñando, cantando rancheras y contándome anécdotas de su "loca" adolescencia, estoy a punto de enloquecer. Debí irme a Los Ángeles, claramente. —Entonces California, es por eso que dejé la maria. —Eso no era maria, Bruney. Seguro haz fumado alguna especie de hierba como césped seco. —¿Tú crees? Llevo al menos seis intentos de comunicarme con mi novia pero fue imposible, Alai no contesta mis llamadas. Sé que llegaron bien a Los Ángeles porque Peter me mantiene al tanto, ya están instalados en la casa de sus padres y Tyson se fue a casa de Parker, seguramente se quede allí todo el resto de días de vacaciones. Intento no prestarle mucha atención al asunto, supongo que en algún momento ella tomará la iniciativa y querrá hablar las cosas conmigo, o eso espero al menos. —Bien, aquí es dónde dormiremos —Bruney estaciona su chatarra en una típica casa de vecindario, parecida a las que la rodean y con un jardín muy bien cuidado. —¿Quién vive aquí? —observo el lugar. —No lo sé, usurparemos el lugar, apresúrate necesito que saltes el cerco. —¿Qué? ¡Bruney espera! ¿Se te zafó un tornillo como a Missy a ti también o qué? ¡Ven aquí! —hablo entre dientes viendo como se acerca lentamente a la puerta. —¡California no seas cobarde, trae tu trasero aquí hay una cerca que saltar! —¡Esto es ilegal! —grito lo más bajo posible. En cuanto lo veo intentar saltar de la manera más patética el cerco del jardín salgo de la camioneta en su dirección, el entrenador quedó con medio cuerpo trancado en la madera y patalea ridículamente para zafarse. —¡Iremos a prisión, bájate de ahí! —insisto murmurando. —Lame mis huevos, maldita gallina cobarde. Ayúdame a salir de aquí, mariscal de campo —sus piernas se sacuden frente a mi rostro buscando donde pisar para bajar. Intento estirar de su pantalón para bajarlo de allí pero claramente no funcionó y lo dejé con el trasero al aire apuntando a la calle. —¡California! ¿Qué demonios haces? ¡Sube mi pantalón! —¡Bruney no grites van a descubrirnos! —¡Qué me subas el pantalón, me lleva el diablo! No puedo seguir aguantando la risa así que intento bajarlo de allí con poco éxito mientras intento no perder el oxígeno por estar carcajeandome. La luz del porche de la casa se enciende apagando automáticamente mi voz, empiezo a entrar en pánico cuando oigo como la puerta se abre y una anciana sale de su hogar con una cuchilla. Demonios. —¡Bruney tenemos problemas! —intento bajarlo de una vez. —Si, bueno esto es tu culpa. No tendríamos este problemas si hubieras saltado tú como te pedí. —¿Me estás hablando enserio? Mierda, la señora viene por nosotros. Comienzo a pensar que sería genial dejar al entrenador colgado de la cerca, tomar a Missy y salir a toda prisa de aquí antes de terminar en prisión. —¡¿Quién anda ahí?! —la gruesa y carrasposa voz de la anciana se oye a pocos metros de nosotros. —¡Hol...ay! —¡Ladrón, fuera de aquí, largo! No quieres problemas con esta anciana —la señora golpea al entrenador con un palo de escoba. —¡Madre soy yo, Kilian! —grita desesperado. —¿Qué Kilian? No conozco ningún Kilian. —Ugh —protesta —, Kilian Bruney, mamá. Tu hijo menor. La anciana tarda unos segundos en abrir la puerta de la cerca y rodearla para verle el rostro, se oye un gemido de impresión seguido de un grito agudo que me pone en alerta. —¡¿Kili eres tu?! —Si, mamá. —¿Y qué demonios haces ahí, idiota? ¡Bájate! Me pones en vergüenza con los vecinos. —En eso estoy, California dame una mano. Se me ocurre una brillante opción, tomo un poco de distancia y cuando estoy cerca del trasero del entrenador lo empujo con mi hombro logrando que de un giro por encima de la cerca, ruede cabeza abajo y caiga sobre el césped. —Lo siento —me asomo viéndolo preocupado. —Recuerdame que cuando volvamos a Columbia te haga correr doscientas vueltas al campus —habla adolorido. [* * *] —Kilian ¿Por qué trataste de saltar la cerca en vez de llamar a la puerta? Una vez que resolvimos el altercado la señora Bruney nos dejó pasar a su casa, preparó café y nos obligó a sentarnos en los sofás de la sala para darle una explicación. —Creí que no estarías aquí, por eso. —¿Y a dónde iría? Eres tonto, muchacho. —Tal vez a una super mansión con tu hijo mayor, yo que sé mujer —el entrenador responde molesto. —Pasan los años y tu rivalidad con Will sigue intacta, ya superalo hijo. —No hablaré de esto ahora —sentencia incómodo. —¿Y éste quien es? —me mira con desconfiasa la anciana —¿A caso eres mi nieto? —No, yo... —¡Mamá! ¿Que clase de persona crees que soy como para darte un nieto? Sabes que eso jamás pasará —entorna sus ojos —. California es uno de mis estudiantes en Columbia, el mariscal de campo. —Creí que ya no dabas clases en esa universidad. —Lo sigo haciendo. —Que lástima, creí que eras mi nieto —me mira decepcionada —¿Que clase de nombre es California? —Oh no, no. Sólo es un apodo, mi nombre es Noah —hablo por primera vez sin ser interrumpido. La anciana me sonríe, al parecer le gusta como me llamo. Le da un sorbo a su café antes de volver a hablar con Bruney. —¿Qué haces en Denver con un alumno tuyo? ¿En qué clase de negocio raro estás, Kilian? El entrenador se ahoga con su infusión ante la pregunta de su madre, el café sale volando de su boca mojando parte de mi camiseta y rostro. —No estoy secuestrandolo si es lo que quieres saber —aclara rápidamente —, debemos ir a la sede de Los Denver Broncos, están interesados en California y soy el maestro a cargo de traerlo al entrenamiento previo del partido —explica. La anciana presta suma atención a las palabras de su hijo, pasea su mirada entre él y yo. —¿Cuanto tiempo se quedarán? —Dos semanas, no más. —De acuerdo, pueden dormir en tu antigua habitación —deja la taza de café sobre la pequeña mesa ratona antes de ponerse de pie —las reglas son simples: mantengan el baño limpio, no coman mis chocolates, repongan lo que usen, antes de la diez en la cama y no intenten saltar el cerco. Enumera sus dedos mirándonos con severidad. —Si mamá. —Si señora Bruney. —La próxima tendré que dispararles con mi escopeta, buenas noches —se gira sumiendonos en un silencio incómodo —¡Ah! y me olvidaba, de las siete a las ocho de la noche veo mi novela, así que procuren no usar la televisión en ese horario. Se larga por el pasillo que supongo va a las habitaciones, lo miro al entrenador quien parece sentirse incómodo por la situación. —Créeme no estoy feliz de estar aquí, pero todo esto es por apoyar tu futuro, no me decepciones, recuerda que ella tiene una escopeta —me señala. —Si entrenador —trago saliva con dificultad. —Genial, te mostraré la habitación y luego iré al baño, tengo un intestino que vaciar. Camino al cuarto veo algunas fotos familiares viejas pero bien cuidadas que adornan el pasillo, Bruney abre la puerta de la que creo es su habitación y me indica que ingrese. Tras cerrar la puerta a mis espaldas dejo la maleta en un rincón, la recamara está decorada con un tapiz azul marino, una cama superpuesta, algunos muebles y muchos posters sobre fútbol americano, específicamente del equipo de Los Chiefs. Decido dejar de husmear en lo que no me importa y me siento sobre la cama con mi teléfono, intentaré llamar a Alai, no puedo seguir sin hablarnos y no solucionar este dilema. El pitido suena una, dos, tres veces y nada, cuelgo la llamada volviendo a insistir hasta que después de la quinta llamada ella contesta. —¿Bebé? —Hola...—responde nerviosa. —¿Cómo haz llegado, como estuvo el viaje? Te extraño muñeca. —Fue un vuelo rápido, la verdad. Pero de todas formas estoy agotada, estaba por dormir. —Lo siento, no quise despertarte. Sólo...quería oír tu voz. —Entiendo. —Oye, se que estas molesta conmigo ¿Podemos hablar bien? No quiero que estés angustiada y lejos de mi, quiero que estemos bien. —Me comporte como una idiota, enserio lo siento Noah. No supe como reaccionar y lo hice de la peor manera, estoy feliz de que estés cumpliendo tu sueño. —¿Lo dices enserio? —Claro, cómo no sentirme feliz y orgullosa de ti. De veras, lo lamento, no quise... —Está bien, bonita. Me hubiera gustado despedirnos bien, apenas nos vimos dos días —le recuerdo con un poco de tristeza. —Lo siento, debí besarte y no salir corriendo como una idiota. —Está bien, no sigas atormentandote con eso. Te amo. —Y yo te amo a ti. —Debo ir a dormir, es tarde y necesito descansar. Tengo muchas cosas para contarte, pasaron demasiadas cosas en todo el trayecto de Columbia a Denver —me río —, mañana te llamo ¿Quieres? —Estaré esperando oír tus historias, todo lo que tiene que ver con Bruney siempre es extremadamente random —oigo su risa y jna corriente eléctrica me recorre el cuerpo. —Dencansa mi amor, mañana estaré llamando. Veré si puedo escaparme el fin de semana a Los Ángeles, por favor, ve a casa de mi madre de seguro te extraña muchísimo. —De acuerdo, mañana iré. Descansa León, te amo. —Te amo.
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