Imaginar una vida sin Julia le costaba a Julio un esfuerzo sobrehumano, una tarea que parecía casi imposible de realizar. Cada vez que intentaba visualizar un futuro en el que ella no estuviera presente, sentía como si una parte fundamental de su ser se desgarrara dolorosamente.
La mera idea de que Julia pudiera rehacer su vida con otra persona le provocaba un sufrimiento tan intenso que le resultaba casi físico, como si alguien estuviera arrancando lentamente cada centímetro de su piel, dejando expuesta su carne viva y palpitante. Este dolor desollador se manifestaba no solo en su mente, sino también en su cuerpo, haciendo que su corazón se acelerara y que sus manos temblaran ligeramente. La ausencia de Julia en su vida no era simplemente un vacío, sino un abismo profundo y oscuro que amenazaba con engullirlo por completo.
Tras soltar un suspiro cargado de pesar y resignación, Julio se dio la vuelta lentamente, como si cada movimiento le costara un esfuerzo tremendo. Al hacerlo, se encontró con la mirada comprensiva y llena de preocupación de su madre, quien lo observaba atentamente desde el umbral de la puerta. La mujer, con el rostro surcado por arrugas que hablaban de años de experiencia y sabiduría, se acercó a su hijo con pasos suaves y deliberados.
Sin decir una palabra, lo envolvió en un abrazo cálido y reconfortante, un gesto que pretendía transmitir todo el amor y el apoyo que las palabras no podían expresar. Sin embargo, en lugar de proporcionar el consuelo esperado, aquel abrazo maternal actuó como un catalizador, derrumbando las últimas barreras emocionales que Julio había construido para mantener a raya su dolor. En ese momento de vulnerabilidad, sintió como si todo el peso de su sufrimiento lo aplastara de una vez, dejándolo expuesto y desarmado ante la realidad de su situación.
—Dale un poco de tiempo. Estoy segura de que cuando se dé cuenta cuanto te extraña, ella recapacitará.
Julio inhaló profundo. Asintió mientras sostenía las lágrimas.
—Iré a descansar. Mañana realizaré un corto viaje con Val.
—Ve cariño, descansa.
Subió a la habitación. Cerró la puerta y se sentó al filo de la cama. Contempló su mano, le dio varias vueltas al anillo. Intentó retirarlo, no obstante, sintió que plomo cargaban sus manos y fue imposible moverlas.
El cuerpo de Julio cayó hacia atrás, centró la mirada en el techo y se perdió en el recuerdo. Ese recuerdo que dolía cada vez que lo traía a su mente.
FLASHBACK
—Estas serán las mejores vacaciones familiares que tendremos—, manejaba muy emocionado hacia la perla del Pacífico. Tomó la mano de Julia y la besó. Ella recostó su cabeza en el hombro de él, y así continuaron el trayecto por varios minutos.
A tras de ellos iba Valeria y Carlos. Ambos muy asegurados en su silla de coche, los dos dormían ya que habían salido desde la madrugada.
Llegando a la perla, Julio bajó del auto, sacó a Val y Julia a Car. Se adentraron a la casa que habían comprado frente al mar, recostaron los niños en la cama, la cual ya estaba limpia porque días anteriores le habían escrito a una conocida que se la diera limpiando.
El viaje había sido muy caluroso. Habían pasado del frío al calor, por lo tanto, se introdujeron a la ducha y así refrescarse. Dentro de esta, acariciaron sus cuerpos y unieron sus labios formando un beso cargado de pasión. Llevaban ocho años de casados, y su amor permanecía intacto como el primer día que lo sintieron.
Salieron del baño y cayeron a la cama, donde recorrieron sus cuerpos dejando una y mil caricias en cada parte de este. Se besaron apasionadamente, sus labios se encontraban ansiosos por explorar y descubrir cada centímetro de piel. Julia deslizó sus manos por el pecho de Julio, sintiendo la firmeza de su musculatura mientras sus dedos trazaban suaves círculos alrededor de sus pezones.
Julio, por su parte, recorrió con sus manos las curvas de Julia, desde su suave cuello hasta su espalda, y luego descendió lentamente hasta alcanzar sus caderas. Su tacto era suave y delicado, tratando de no perderse ningún detalle, generando en Julia una profunda sensación de deseo.
Los besos se intensificaron, sus lenguas entrelazadas mientras sus manos exploraban con más intensidad. Julia deslizó su mano por el abdomen de Julio, sintiendo el ligero vello que cubría su piel, y bajó hasta llegar a su entrepierna. Ahí lo encontró, duro y ansioso, esperando por ella.
Julio no se quedó atrás, sus dedos encontraron el lugar más íntimo de Julia, acariciando suavemente hasta conseguir que sus gemidos llenaran la habitación. El deseo crecía entre ellos mientras se sumergían cada vez más en la pasión desatada.
Sin prisas, pero sin poder contenerse por mucho tiempo, se quitaron la bata y se entregaron el uno al otro, envueltos en un torbellino de sensaciones y emociones. El vaivén de sus cuerpos se volvió frenético, los gemidos y suspiros llenaban el aire. Cada movimiento, cada caricia, los llevaba a un planeta aparte, donde solo existían ellos dos y su pasión desbordante.
Finalmente, el clímax llegó y se unieron en un abrazo apretado, dejando que la intensidad del momento los invadiera por completo.
Por la noche salieron en familia a dar una vuelta en el malecón. Al día siguiente los demás familiares se unieron al paseo.
—Veamos qué tan bueno es el yate que compraste —masculló Bethany.
—No lo compré yo. Lo compró Julio.
—¿Quién paga el préstamo? ¿No eres tú?
—Ambos lo pagamos.
—Eso es lo que dices para que no te critiquemos.
La señora Martina hizo que Bethany se callara. Pero esta no dejó de criticar en todo el viaje las acciones de Julio. Según ella, este era un aprovechado que a costilla de su hermana estaba consiguiendo las cosas.
Julia y Julio se encontraban junto a sus hijos en la parte trasera de la popa. Cuando Val empezó a vomitar y se sintió mareada, Julia la llevó al camarote. Julio quedó a cargo de Car, y en ese momento, Sebastián que dirigía el yate lo llamó.
—Julio, te necesito un momento —Car no quiso salir de aquel lugar, le encantaba ver como el agua iba quedando atrás.
—¿Puedes quedarte un momento con Car? —Bethany asintió.
Se acomodó al lado del pequeño. Le entregó un pedazo de la fruta que comía.
—Mamá, no encuentro mi traje de baño —reprochó Katy. Bethany se levantó, y cuando se acercó a su hija, Car calló al agua— ¡Car!, ¡Car se cayó! —gritó Katy. El grito fue tan fuerte que llegó a oídos de Julio, quien sin dudarlo se lanzó al agua por su hijo. Nadó como si de eso dependiera su vida.
Desde el yate, Julia y todos gritaban con desesperación al ver a un Julio mirando hacia un lado y otro, porque las olas impedían ver a su hijo. Sebastián también ayudó, los demás hombres también ayudaron a buscarlo, y cuando lo encontraron, este ya no respiraba. Intentó que reviviera, sí que lo intentó, pero sus intentos fracasaron. Cubrió su rostro con ambas manos y gritó con dolor. El grito que salió de su garganta era el sonido del dolor más puro y desgarrador, el lamento de un padre que acababa de perder a su hijo.
Aquella mañana, que había comenzado con tanta promesa y felicidad, se convirtió en el día más triste en la vida de las familias Montiel y Peralta. El sol que antes brillaba alegremente ahora parecía burlarse de su dolor, iluminando una escena de tragedia que ninguno de ellos olvidaría jamás.
FIN DEL FLASHBACK
Cuando Julia entró a casa, encontró a Bethany en la sala junto a Katy.
— ¿Y la grosera de tu hija? —Julia acomodó la cartera a un lado y miró con enojo a su hermana.
—Puedes dejar de dirigirte a mi hija de esa forma.
—¿Qué? ¿Te molesta la verdad?
—Pues sí. Me molesta ya que mi hija no es como la tachas. Es una niña muy educada y respetuosa. Su padre se ha encargado de educarla muy bien. A diferencia de los tuyos. No eres la más indicada para criticar a los hijos ajenos cuando los tuyos abandonaron el colegio, y uno tiene un repertorio de ratero del barrio —miró a Katy y continuó—. Y la otra como dama de compañía —dicho eso se dio la vuelta para irse, pero en las gradas se detuvo y dijo—. No sé qué le hayas dicho a Val de su padre. Pero deja de hablar mal de Julio porque voy a creer que tu odio hacia él es porque en tu miserable vida pudiste encontrar un hombre como él.
—Por favor, no vegas a darte la defensora del aprovechado, porque si fuera un hombre que yo o cualquier mujer quisiera tener, no estarías queriendo divorciarte.
—Mis motivos de divorcio no son porque él sea un mal hombre.
—Entonces no vengas quejándote, Julio esto, Julio lo otro… —hizo muecas de desagrado.
—Jamás he venido a quejarme ante ti. Que tú no pares de meterte en la vida de los demás, es distinto.
Culminando con eso, Julia subió a la habitación. Estando dentro se lanzó a la cama y alborotó sus cabellos. Sabía que vivir en esa casa y compartir espacio con su hermana, sería fatal. Apenas llevaba tres días que salió de su casa y ya estaba agotada.
Necesitaba buscar un lugar donde mudarse. O que julio se mudara donde su madre y le dejara quedarse a ella y a Val en su casa. Eso debía hablarlo con él.
Agarró su teléfono y le envió un mensaje. Mensaje del cual no obtuvo respuesta.
Julio despertó asustado. Apretó sus sienes y se sentó. Se había quedado dormido, eran pasadas las ocho cuando despertó. Al momento que revisó su móvil encontró un mensaje de Julia.