Las palabras de Julio eran un espejo de los pensamientos que habían atormentado a Julia durante tanto tiempo. La culpa, ese monstruo insidioso que se alimentaba de sus "y si...", de sus "podría haber...", encontraba eco en la voz quebrada de su esposo.
—Te juro que, si lo hubiera sabido, jamás lo habría dejado, jamás. Si tan solo pudiera retroceder el tiempo, si tan solo pudiera evitar todo, lo haría, créeme que daría mi vida por hacerlo, pero nomás no se puede —las lágrimas mojaron el rostro de Julio, sus labios gruesos se humedecieron con estas.
La impotencia en la voz de Julio, la desesperación por cambiar lo imposible, resonaron profundamente en Julia. Por primera vez, vio claramente que el dolor los había separado cuando más se necesitaban el uno al otro. La realización de que habían estado luchando solos contra un dolor que podrían haber enfrentado, era su culpa.
—Lo que, si puedo hacer, es luchar por recuperar nuestro matrimonio, mantener nuestra familia unida, tú, Val y yo, los tres juntos. Déjame intentarlo, sé que puedo sanar ese corazón, juntos lo superaremos, Ju. Solo déjame ayudarte.
Las palabras de Julio tocaron una parte de Julia que creía muerta. La idea de enfrentar juntos el futuro, de apoyarse mutuamente en el dolor y en la sanación, empezó a derretir el hielo que había congelado su corazón. Por un momento, Julia se permitió imaginar un futuro donde el amor pudiera coexistir con el dolor, donde pudieran honrar la memoria de Car sin que eso significara dejar de vivir.
Estaba por dar el sí, cuando Katy, que había trasnochado bebiendo con sus amigos se acercó. La aparición repentina de Katy fue como un jarro de agua fría sobre el momento íntimo que Julia y Julio estaban compartiendo. La atmósfera cargada de emoción y posibilidades se disipó en un instante, reemplazada por una tensión palpable, al menos para Julio.
—Veo que está a punto de haber reconciliación —cargaba una botella de licor en mano, la cual levantó y bebió—. Pero me temo que eso no se va a poder, tía querida —quiso seguir hablando, pero Julio se levantó.
Las palabras de Katy, arrastradas por el alcohol, tenían un tono de malicia que Julia no pudo ignorar. La forma en que su sobrina miraba a Julio, con una mezcla de triunfo y desafío, hizo que una alarma se encendiera en su interior. ¿Qué sabía Katy que ella desconocía?
—Puedes marcharte a otro lado —Katy negó mientras chasqueaba la lengua.
La reacción de Julio, su intento de alejar a Katy solo sirvió para aumentar la sospecha de Julia. Nunca había visto a su esposo actuar de manera tan defensiva frente a su sobrina. La tensión en su voz, la urgencia en sus movimientos, todo indicaba que había algo más, algo que Julio estaba desesperado por ocultar.
—Voy a hablar sobre....
—¡Cállate! —Pidió sin levantar la voz.
El intercambio entre Julio y Katy se volvía cada vez más intenso. Julia observaba, dividida entre la confusión y un creciente sentimiento de aprensión.
—¡No me callo! Voy a contarle a mi tía lo que pasó —Julio la fulminó con la mirada, pero Katy no se iba a detener. Julia lo contemplaba desde la silla. En todo el tiempo que llevaba con Julio, él jamás había actuado así con su sobrina, siempre que esta se acercaba, él ignoraba la presencia de aquella joven—. Hablaré. Voy a decirle la verdad.
La "verdad" que Katy mencionaba sonaba ominosa ¿Qué secreto podía ser tan terrible como para que Julio reaccionara de esa manera?
—¿Qué verdad? —Limpió la humedad de sus mejillas—. Habla pronto y deja de hacer espectáculos —Julio iba a impedir que continuara hablando, pero Julia le prohibió acercarse—. Déjala que hable.
Julia se encontró sorprendentemente calmada, a pesar de la tormenta emocional que se avecinaba.
—Ju...
—Me acosté con tu marido —no hubo ninguna reacción por parte de Julia, ya que su sobrina estaba borracha y debido al alcohol estaba hablando sarta de estupideces.
Julia siempre intuyó que Katy le traía ganas a su esposo, pues desde los quince empezó a tener acercamientos demasiados inapropiados hacia su esposo. Incluso su vestimenta cuando ellos llegaban de visita siempre cambiaba. Pero Julia jamás quiso avivar esas dudas y, dejó que se cansara, pues sabía el esposo que tenía.
Las palabras de Katy cayeron como una bomba en medio de la conversación. Julia se quedó paralizada, su mente negándose a procesar completamente lo que acababa de escuchar. Era demasiado absurdo, demasiado doloroso para ser verdad. Seguramente era una broma de mal gusto, un intento desesperado de Katy por llamar la atención.
—Creo que el alcohol te está haciendo daño, mejor vamos a casa para que descanses —se dio la vuelta para agarrar la cartera y llevar a su sobrina a casa, sin embargo, esta la tomó del brazo y gritó.
Julia intentó mantener la calma, aferrándose a la idea de que todo era un malentendido. Quería creer que Katy estaba confundida, que el alcohol había nublado su juicio. Pero la reacción de Julio, su silencio culpable, comenzaba a sembrar semillas de duda en su mente.
—¡Te estoy diciendo que me cogí a tu marido! —Atrajo la mirada y levantó el murmullo de los ahí presentes.
El grito de Katy resonó en el lugar, atrayendo miradas curiosas y murmullos de los presentes. Julia sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. La cruda vulgaridad de las palabras de su sobrina contrastaba dolorosamente con la intimidad y la esperanza que había compartido con Julio momentos antes.
—No digas estupideces —bramó mirando a Julio—. Mi esposo jamás se metería con alguien de mi familia —al escuchar eso, Julio bajó la mirada, dejando que la duda entrara en Julia.
La confianza con la que Julia defendió a Julio se desvaneció en el instante en que vio su reacción. La mirada baja de su esposo, su incapacidad para negar las acusaciones de Katy, fueron más elocuentes que cualquier confesión verbal. En ese momento, Julia sintió como si el Julio al que ella defendía, ya no existiera.
Katy soltó una carcajada.
—Eso es lo que crees, que él jamás te engañaría. Pues bien, te mostraré que es verdad —cuando Katy sacó el celular, Julio musitó.
—No hagas esto... Aquí.
La súplica desesperada de Julio fue la confirmación final que Julia necesitaba. Ya no podía negar la realidad que se presentaba ante ella. La traición, esa palabra que nunca creyó asociar con su matrimonio, ahora se cernía sobre ella como una sombra ineludible.
—¿Qué pasa Julio? ¿Por qué estas así? Si esto es un invento de Katy —está volvió a soltar una carcajada.
Julia se aferró a un último vestigio de esperanza, buscando en los ojos de Julio una negación, una explicación, cualquier cosa que pudiera desmentir lo que estaba escuchando. Pero solo encontró culpa y miedo en su mirada, una confesión silenciosa que destrozó las últimas barreras de su incredulidad.
—Invento mío. Veamos que dices cuando veas estas fotografías de Julio y mi persona, en la cama y completamente desnudos —se lo puso en frente. Julio intentó agarrar el móvil para ver qué era lo que le mostraba a Julia, pero Katy movió la mano impidiendo que le quitara el celular— ¿Lo ves, tía?
El mundo de Julia se detuvo en el momento en que vio las fotografías. Cada imagen era como un puñal que se clavaba en su corazón, destrozando la confianza y el amor que, a pesar de todo, aún albergaba por Julio. La intimidad capturada en esas imágenes, la familiaridad con la que su esposo y su sobrina se relacionaban, todo ello era una prueba irrefutable de una traición que iba más allá de lo imaginable.
Los ojos de Julia volvieron a enrojecer. El agua cristalina nubló su iris dejando la visión opaca. Parpadeó para que su visión se aclarara, una vez clara, le quitó el móvil a Katy y observó más a detalle las fotografías. Llevó su mano libre a la boca y sintió asco.
El dolor y la repugnancia se mezclaron en su interior, creando una tormenta emocional que amenazaba con consumirla. Cada detalle que observaba en las fotografías era como un nuevo golpe, recordándole la magnitud de la traición y la profundidad de la herida que le habían infligido.
—Ju, no pasó...
Las palabras de Julio sonaron huecas y patéticas frente a la evidencia irrefutable que Julia tenía ante sus ojos. La negación desesperada de su esposo solo sirvió para aumentar su ira y su dolor.
La mano izquierda de Julia se estampó en la cara de Julio.
—¡No trates de verme la cara de estúpida! —Dijo con los dientes apretados. Líneas gruesas de lágrimas humedecieron sus mejillas, su corazón estaba más que destrozado. Si bien era cierto que quería divorciarse porque creía no amar a Julio, bastaron tres días sin él a su lado para extrañarlo y descubrir que ese amor, aún estaba dentro, solo necesitaba incentivarlo para que volviera a resplandecer— ¿¡Por qué con ella!? —Hablaba tan despacio como para que los ahí presente no escucharan. Pero ya todos tenían conocimiento de lo que sucedía. Con el grito anterior de Katy, supieron que era una discusión de: amante, esposa y esposo—. Esto jamás voy a perdonarte.
La bofetada fue más que un acto físico; fue la manifestación de toda la rabia, el dolor y la traición que Julia sentía en ese momento. Cada palabra que pronunció estaba cargada de una emoción tan intensa que parecía que podría destrozarla desde adentro. La ironía cruel de descubrir que aún amaba a Julio, justo en el momento en que se enteraba de su infidelidad, era como una burla del destino.
Los ojos iluminados de Julio suplicaban perdón.
—No recuerdo que haya sucedido —explicó, pero a Julia le bastaba ver las fotografías para saber que, Julio mentía.
La patética excusa de Julio solo sirvió para aumentar la ira de Julia. La idea de que él pudiera intentar negar algo tan evidente, de que pudiera pensar que ella era tan ingenua como para creer semejante mentira, era un insulto adicional a la herida ya abierta.
—Claro que pasó —intervino Katy. Fue ignorada por las dos personas frente a ella que se retaban con la mirada.
La intervención de Katy fue como echar sal en la herida. Su tono triunfante, su falta de remordimiento, todo ello solo servía para intensificar el dolor y la humillación que Julia estaba experimentando.
—Ju, esas fotografías...
Julia se le acercó más, mirándole fijamente dijo.
—No voy a quedarme a escuchar tus excusas baratas. Si querías cogerte a alguien ¿por qué no buscaste a alguien más? ¡¿por qué tuvo que ser mi sobrina?! —Recriminó con dolor.
La pregunta de Julia estaba cargada de toda la incredulidad y el dolor que sentía. No era solo la infidelidad lo que la destrozaba, sino la elección de Julio de traicionarla con alguien tan cercano, alguien de su propia familia. Era una violación no solo de su matrimonio, sino de la confianza familiar, una traición en múltiples niveles que parecía imposible de superar.
—Yo no la busqué, tienes que dejar que te explique...
—¡No! —Levantó la voz. Volvió a bajar cuando dijo—. Si existía una mínima oportunidad de volver, con esto —golpeó el pecho de julio con el celular—. Con esto, muere esa oportunidad, Julio —seguido lanzó el móvil—. No me busques, no me llames, de ahora en adelante mi abogado se encargará de todo —el celular de Katy se estrelló en la mesa. Julia salió dejando en claro que, jamás perdonaría esa traición.
Las palabras finales de Julia resonaron con una finalidad devastadora. Cada sílaba era como un clavo en el ataúd de su matrimonio, cerrando definitivamente cualquier posibilidad de reconciliación. El acto de lanzar el teléfono fue simbólico, un gesto físico que representaba el fin de toda comunicación, de toda esperanza.
Las piernas de Julio no respondieron, a pesar de que todo su ser deseaba seguirla, sus piernas parecían estar sembradas en el suelo, incluso sus rodillas flaquearon y para no caer, se sostuvo de la mesa. Sintió una opresión en el pecho, era como si un gorila apretase su corazón dejándole sin aire. Quería llorar fuerte, tirarse al suelo y descargar su llanto, hacer rabietas hasta que Julia volviera, tal cual un niño llamando la atención de su madre.
El colapso físico y emocional de Julio era un espectáculo patético y desgarrador. La realización de lo que había perdido, de la magnitud de su error, parecía golpearlo con toda su fuerza en ese momento. Su incapacidad para moverse, para seguir a Julia, era un reflejo de su impotencia frente a las consecuencias de sus acciones.
Katy por su parte, agarró su teléfono, sacudió su cabello, y con una sonrisa de victoria salió.
La actitud triunfante de Katy contrastaba cruelmente con la devastación de Julio. Su sonrisa de victoria, su despreocupación al salir, todo ello pintaba la imagen de alguien que no solo no se arrepentía de sus acciones, sino que disfrutaba del caos que había creado.
Los ahí presenten contemplaron con lástima a Julio. Los infieles, que ya habían pasado por una situación similar no lo Juzgaban, pero las esposas traicionadas, se sentían identificadas con Julia y repudiaban al hombre destrozado frente a sus ojos.
Nadie podía imaginar el dolor que Julio estaba sintiendo, todos lo acusaban, pero ninguno tenía conocimiento de lo que en verdad había sucedido.