Ya no te amo.

2967 Words
Rascando su cabeza por el parlamento que Bethany le dio, Julia aseguró: —No le dejaré todo. Solo me quedaré hasta que se solucione lo del divorcio —apartando la mirada de su hermana, preguntó—: ¿Ya cenaron? —Su madre asintió. —Prepararé algo para ti y Val —se levantó, fue hasta la cocina junto a Julia. —Mamá, no trates de convencerla como la vez anterior —gritó Bethany desde la sala. La mayor hizo caso omiso ante el pedido de Beth. Al ingresar a la cocina, mientras preparaba algo para Julia y su nieta, preguntó: —¿Qué fue lo que pasó? —Nada. —¿Cómo que nada? ¿Por nada estás aquí? —¡Mamá! —suspiró—. A Julio le dio por inventarme amantes. Y ya me cansé de esto. Estoy aburrida, agotada con esta relación. No doy más. —¿Amante? ¿Y por qué Julio diría algo así? —Porque me vio abrazada a un compañero del trabajo. —Pero Ju, ¿por qué te abrazas con un hombre que no es tu esposo? —Es mi amigo, no tiene nada de malo abrazar a un amigo. Me estaba felicitando… ¿Es que vas a ponerte de parte de Julio? —negó. —Solo te pregunto: ¿Estás segura de separarte? —Bethany se paró en la puerta de la cocina—. ¿Por qué no te lo piensas un poco más? Antes de que Julia hablara, Beth respondió: —Ya se lo ha pensado demasiado. Cuántas veces no ha venido a esta casa dispuesta a divorciarse y siempre la has hecho cambiar de opinión. Es visto que Ju no quiere estar más con ese aprovechado. Toda la vida ha tenido que trabajar para pagar préstamos que Julio realiza para su familia. Déjala que se divorcie, porque es preferible que esté sola, que seguir al lado de ese hombre, que no hace otra cosa que exprimirle el sueldo. —No digas eso, Bethany —reprochó la mayor—. Julio es un buen muchacho. Es trabajador y un caballero. Muy diferente a los hombres con los que acostumbras a salir. —Sí, sí, sí. Todo lo que tú digas, mamá. Solo lo defiendes porque es el hijo de tu amiga. Durante estos nueve años no te has dado cuenta de que tu hija se ha sacado la madre trabajando para pagar deudas ajenas. Ese hombre es una porquería, no sirve, está bien que te divorcies, Ju. —No siempre ha sido así, ¿verdad, cariño? —No quiero hablar de mi relación con Julio, solo quiero cenar y descansar. Tampoco quiero que continúen discutiendo por mi relación —suspiró y dijo—: Me ascendieron en el trabajo. —¿En serio? ¡Felicidades! —Su madre la abrazó. Julia sonrió. —Por eso me quedé un poco más en el trabajo. Luego salí con mis compañeros a celebrar y al llegar a casa, me tacharon de infiel. —Seguro él te la está haciendo, y por eso te lo inventa. Porque así son los hombres, ellos hacen las cosas, y luego te acusan a ti de hacerlo. Julia no podía afirmar que su esposo fuera esa clase de hombres ya que, en todos los años que llevaban juntos, jamás le había encontrado algo que la hiciera sospechar, sobre todo, Julio ni salía de casa, más cuando iba donde su madre y siempre llevaba a Val. Conocía muy bien a ese hombre, la mayor parte de sus vidas la pasaron juntos, y sabía que Julio nunca llevaría a Val mientras se reuniera con otra mujer. —Llamaré a Val —Julia fue a la habitación de su hija. Mientras ella se marchaba, su madre y hermana continuaban con el tema. —No debes echar leña al fuego. Lo que Ju necesita son buenos consejos, algo que la aliente y ayude a superar su crisis matrimonial. —Mamá, ya no hay nada que superar en esa relación. En los dos últimos años, Ju ha querido divorciarse y tú siempre se lo has cohibido hablándole de moralidad y tantas cosas. Entiende que ya no estamos en los tiempos que se aguantaba todo lo que los hombres hacían. Las cosas han cambiado, no estamos en tu siglo. —Hablas como si vivieras con ellos y supieras todo sobre su relación. En cualquier siglo, el matrimonio es sagrado. Uno debe casarse para toda la vida. Ju y Julio se casaron llenos de amor. Eran una pareja muy hermosa, pero todo cambió a raíz de aquel fatídico hecho. —Bien dices. Eran. Ahora ya no. Me alegro de que Julia quiera salir de esa relación tóxica, y abandone a ese idiota de esposo que se carga. No intentes hacerla cambiar de opinión. Ya, déjala que tome las riendas de su vida y que salga de esa relación enferma. No hay nada mejor que la soltería. —Quieres que Ju ande como tú, saltando de cama en cama. —Oye, me ofendes —la mayor continuó preparando la cena para su hija y nieta. —Era la única con un matrimonio sólido que parecía jamás colapsarse. Adoro verlos juntos, no puedo imaginarlos con alguien más. Yo nunca podré aceptar otro hombre en esta casa que no sea Julio. —Más bien era la única tonta que pasó diez años aguantando al aprovechado ese. —No es tonta, es muy inteligente, por eso se casó con Julio, un excelente muchacho que supo llevarla al altar, darle su lugar como esposa y no tenerla solo por una noche. —Me voy, porque cuando sales con estos temas no hay quien te aguante. … Julia se dirigió a la habitación, antes de ingresar escuchó a su hija hablar: —¿Vienes por mí mañana? —al otro lado, Julio se encontraba en las gradas, su cabeza colgaba hacia adelante, con una mano sostenía el celular, y con la otra apretaba sus ojos. —Sí. Mañana voy por ti, cariño. Pórtate bien con la abuela, no hagas que la tía Bethany se enoje. —Me portaré bien, lo prometo papi —sorbió la nariz y sollozó—. Te amo, papá. No quiero que estés lejos de mí, quiero ir a casa. —Yo también te amo cariño, pronto estarás aquí, no te preocupes. Julia se quedó recostada en la pared, escuchando la conversación que tenía su hija con Julio. Sintió el corazón apretarse por el sufrimiento de su pequeña, pero no iba a dar su brazo a torcer, iba a divorciarse de Julio, porque lo dicho por Patricio era cierto. Así se empezaban las relaciones tóxicas, en unas semanas podría estar en el hospital golpeada o herida por su esposo, antes de que sucediera eso, prefería alejarse. Julio había cambiado, no era el hombre del cual se enamoró. Ahora sus reacciones eran violentas, y no podía seguir a su lado. —Val —dijo al rato—. Baja a comer algo. —No tengo hambre. —No has cenado nada. Debes comer algo, porque no es bueno acostarse con el estómago vacío. —No quiero comer nada… —La abuela preparó macarrones, son tus favoritos —le acarició el cabello. —No quiero, mamá —se abrigó más y cerró los ojos. Julia se levantó, no continuó insistiendo, esperaba que cuando Valeria tuviera hambre la levantara. Bajó y se sentó en la mesa, comió algo con la mente perdida en la nada. Su madre la contemplaba y la trajo de los nulos pensamientos, con la pregunta que le hizo: —¿Ya no lo amas? —Julio ha cambiado mucho —inconscientemente llevó la mano a su brazo—. Se ha vuelto agresivo. —¿Te lastimó? —Preguntó su padre al acomodarse en uno de los taburetes. —No me ha golpeado. Pero su forma de reaccionar es… es violenta. —Hablaré con él mañana. —No —dijo mirándole—. No quiero que hablen con Julio. Déjenme sola resolverlo, ¿vale? —¿Divorciándote, Ju? No es la mejor solución —el hombre suspiró—. Sé que no soy el más indicado para dar consejos. Porque de joven me comporté muy mal con tu madre, pero cuando ella se marchó, cuando se alejó de mí, reaccioné. Me di cuenta del mal que estaba haciendo. Pensé en ustedes y en ella, en la vida que le estaba dando. ¿Tú te has detenido a pensar en Valeria? —Val lo superará. —Sí. Es cierto. En unos meses, o años se acostumbrará. Pero será un cambio muy brusco, y pueda que deje secuelas en ella. —Las superaremos juntas. —¿Cómo? ¿De la misma forma que superaste la muerte de Car? —¿Qué tiene que ver la muerte de Car en esto? —Todo. No te has dado cuenta de que dejaste de lado a tu esposo, incluso te olvidaste de Val. —¡Eso no es cierto! —Lo es, Ju. Dime, ¿quién ha estado pendiente de sus tareas estos últimos dos años? ¿Quién ha asistido a las reuniones, eventos en los cuales precisaban de los padres? ¿Quién la ha llevado al médico? ¿Quién ha estado pendiente de cada cosa en todo este tiempo? —Julio lo hace porque tiene más tiempo. Siempre fue así. —Pero siempre sacabas tiempo para asistir a los programas del instituto. No había fin de semana que salieran en familia. Estabas al pendiente de tu esposo. Recuérdame la última vez que le enviaste un mensaje o le llamaste para ver cómo iba en su trabajo. —Él tampoco lo hace. ¿Por qué debería hacerlo yo? —vociferó y se levantó—. Me voy a dormir. El fin de semana buscaré un lugar donde quedarme. Creo que desean que no esté aquí, porque insisten en que me piense lo de Julio, que regrese con él, y eso es algo que no haré. —No es eso Julia, solo es para que te des cuenta del hombre que tienes a tu lado. Julia salió de la cocina abandonando la discusión con sus padres. Ambos la persuadían, como si estuviera perdiendo al mejor hombre del mundo, cuando ella sabía que sí, tenía un maravilloso hombre a su lado, pero que había cambiado al transcurrir los años, y que ahora parecía otro. Le molestaba que sus padres no entendieran lo que ella estaba pasando. ¿Qué esperaban? ¿Que llegara a casa sangrando para que tomaran en cuenta lo que les decía? Ellos más parecían los padres de Julio, que de ella. Hablaban de él como si fuera todo lo bueno del mundo, y no era así, Julio también tenía sus defectos, ella más que nadie los conocía. Llegó a la habitación, se recostó en la cama, abrazó a Val y cerró los ojos, esperando conciliar el sueño enseguida. A la mañana siguiente, Julia se levantó muy temprano, no desayunó en casa de sus padres, se reunió con su amiga de toda la vida, una importante abogada, madre y esposa abnegada. —Quiero que tramites mi divorcio. —¿Vas a divorciarte de Julio? —¿Tengo algún otro esposo? Sandra, era amiga de Julio también, por lo tanto, la solicitud de Julia la dejó en trance. —Yo… no puedo hacer eso. —Lo sabía. Pero quise consultártelo para que luego no dijeras que no te tomé en cuenta. —¿Puedo saber cuál es el motivo? —Me acusa de tener un amante. Quiere que pague sus deudas y tras de eso usa más fuerza de lo que debería usar en una mujer. —¿Me estás hablando de Julio Montiel? Porque del hombre que me hablas no se parece en nada al Julio que yo conozco. —El mismo —miró la hora y se levantó—. Hablamos otro día. Ahora debo pasar por casa y luego ir al trabajo —dejó un beso en la mejilla de su amiga y se retiró. Esta sacó su móvil y llamó de inmediato a Julio—. Pásate por casa en la noche —tras asentir, Sandra cortó la llamada. Cuando Julia llegó a su casa, vio el auto de Julio parqueado afuera. Eso significaba que aún estaba ahí. Antes de ingresar inhaló profundo, abrió la puerta y no soltó las llaves de la mano. —Ju… —Vine por algo de ropa —se dirigió a la escalera. Subió a toda prisa, sacó una maleta y empezó a empacar. —¿Podemos hablar? —pidió desde la puerta. —¿Sobre qué? ¿Sobre el amante que me inventaste? —agarró sus prendas y las aplastó en la maleta—. No quiero hablar de tus películas absurdas que te formas en la cabeza. —Lo siento. No debí actuar de esa forma. Debí hablarlo, preguntarte quién era y por qué ibas abrazada a él. Julia dejó las manos sobre la maleta, suspiró y lo miró—. Qué poco me conoces, Julio. Llevamos diez años juntos, más los que compartimos antes de casarnos, ¿y en serio piensas que soy capaz de salir con alguien más estando casada contigo? —Yo… te vi abrazada a él, se acercó a darte un beso. —Sí, iba abrazada a Patricio. Mi amigo. No me dio un beso, porque solo es mi amigo, está casado al igual que yo. —Ju. Yo también fui tu amigo. —Es distinto. Yo te amaba en secreto. Ni siquiera tenía novio, menos estaba casada. ¿Crees que me metería con todos mis amigos? —negó y continuó guardando la ropa—. En serio que cada día logras decepcionarme más. —Perdón. Me equivoqué, no debí desconfiar de ti. Pero no hagas esto Ju, piensa en Val. Piensa en los cambios que tendrá su vida. —Val estará bien. Ya tiene nueve años. Ella comprenderá que no podemos seguir casados porque… porque ya no nos entendemos —se dio la vuelta, agarró unos zapatos y lo regresó a ver—. ¿En serio quieres seguir viviendo en esto? Ya no sé ni cómo se llama porque desde hace mucho que no somos una pareja. Mira, si es por la hipoteca, no te preocupes que la seguiré pagando. —¿En serio crees que es por la hipoteca o dinero, Ju? —se acercó. Ella dio dos pasos hacia atrás—. No volveré a lastimarte, Ju. Pero debo aclararte que deseo salvar esto como lo llamas, porque tenemos una hija, porque te quiero… —Vuelvo y te lo repito. Val estará bien. No tenemos que seguir atados solo por ella. —No, no lo estará… —Créeme que estará mejor viéndonos separados que discutiendo cada día. —Las discusiones vienen por ti, Ju —esta ladeó la cabeza y suspiró—. Te dejas lavar la cabeza por tu familia, o mejor dicho por Bethany. —No puedo creer que sigas echándome la culpa de todo a mí. Además, lo que Beth ha dicho es cierto, desde que nos casamos solo hemos trabajado para pagar tus deudas, deudas en las que te metes por tu familia. Le hiciste un préstamo a tu hermano, otro a tu hermana y ninguno de los dos ha respondido. Mes a mes realizas compras para la casa de tu madre, prácticamente estás manteniendo a toda tu familia. —Tienes razón en lo de mis hermanos, pero esa deuda la cubro yo, no tú, Ju. En cuanto a mi madre. Soy su hijo, mi obligación es ayudarla. —Sí. Verdad, tienes que ayudarla, pero tus hermanos también. No solo tú tienes que hacerlo. La gran parte de tu dinero se va en eso, en pagar deudas de tu familia, y ayudar a tu madre. —Soy el que tiene una mejor profesión. Mis hermanos no ganan lo suficiente como para ayudarla. Nina no trabaja, sobrevive con lo poco que su esposo gana. No puedo dejar de ayudar a mi madre porque los demás no lo hacen. —Pero sí pueden ingresar a la casa de tu madre y gastarse lo que compras. Llega la esposa de Lorenzo con sus hijos a comer. Tu hermana pasa metida ahí, y tras de eso se va llevando los productos a manos llenas. Tus hermanos son unos abusivos, que no les importa gastar lo que le das a tu madre, y ella no hace nada para detenerlos. Es una calidad de persona conmigo, pero se deja demasiado de sus hijos. Por eso siempre estarás así, endeudado por ellos, y de paso manteniéndolos. Cerró la maleta, fue hasta la habitación de Valeria, bajó la maleta y empezó a empacar. —Las deudas no son solo por mi familia, Ju. Recuerda que deseabas tener una casa en la playa, porque a ti te encanta el mar. Y fue lo primero que compré, y fue para ti. —¿Ahora me sacarás en cara lo que me has comprado? —sonrió y ladeó la cabeza. —No te estoy sacando en cara nada. Solo quiero que te des cuenta de que se ha invertido en nosotros también —Julia continuó guardando las cosas de Val. Julio le sostuvo la mano para que se detuviera, ella lo miró sintiendo temor porque volviera a reaccionar agresivo—. ¡Por favor! Podemos mejorar todo eso malo que tenemos, todo está en hacerlo saber. Ju, piensa, razona, date cuenta. Por lo feliz que un día fuimos, por Val, piénsalo. ¿Es que no te importa cómo se siente ella? Tiró del agarre y zafándose dijo—: Claro que me importa, es mi hija. En cuanto a pensármelo, no tengo nada que pensar, Julio. Esto debe terminar, porque yo… ya no te amo.
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