Patricio no dijo nada más, ingresaron ya que abrirían la sucursal en unos minutos.
—Si vuelve a suceder, no te lo calles.
Pidió mientras pasaban la revisión de seguridad. Julia asintió con una sonrisa.
Pasó la mañana concentrada en el trabajo. En hora de almuerzo salió con Patricio y otros de sus compañeros. Fueron al restaurante dónde siempre solían ir.
Patricio pasó su brazo por el hombro de Julia, se acercó y le susurró algo al oído. Esta le miró y sonrió. La cercanía de sus rostros parecía como si se estuvieran besando mientras caminaban.
Del otro lado de la calle, Julio los contemplaba. Aquellos ojos negros se oscurecieron, su puño se apretó contra el volante y la sangre se elevó de temperatura calentando su cuerpo.
Inhalando profundo aplacó la ira, no era el tipo de hombre que armaba espectáculos en la calle, menos realizaba escenas de celos, sus problemas los solucionaba en casa.
Había ido a buscar a Julia, para invitarla al almuerzo y tratar ese tema. Tenían que sentarse hablar y solucionar cualquier inconveniente que la abrumara como dos personas civilizadas. Sin embargo, después de lo que había visto le quedaba claro porque Julia le pidió el divorcio.
Ella estaba con alguien más, alguien de su mismo trabajo. Ahora comprendía que, no siempre fue la ausencia de Cal la que la mantenía lejos de ellos, era ese hombre.
Julio manejó en dirección al bar de su hermano. Era un bar restaurant, atendían día y noche. De vez en cuando se acercaba, pero no para beber, pues él era un profesor de una distinguida universidad, y estaba prohibido emborracharse, tampoco es que le gustara hacerlo. El alcohol no despertaba interés en él.
Parqueó el auto frente al local, bajó y a trote subió los cuatro escalones, llegó a la barra y se sentó en uno de los taburetes. La joven que lo atendió era la sobrina de Julia.
—¿Y este milagro? El tío más guapo que tengo ha venido a visitarnos —mordió el labio mientras contemplaba esa figura, alta, fornida y varonil.
—¿Está Lorenzo? —ignoró los halagos de Katy.
—Si—, dijo inclinándose en la barra y hablándole muy de cerca. Julio giró el rostro y posó la mirada en la puerta de la oficina de su hermano.
—¿Está ocupado? —Katy deslizó sus dedos en la corbata de Julio, y dijo.
—Si. Tiene un inconveniente con su esposa y amante —hizo muecas mientras acariciaba la corbata de Julio.
Este le quitó las manos de sobre su corbata y se levantó.
—¿Ya te vas? ¿Tan pronto? ¿Por qué no te quedas un momento más y nos deslumbras con tu belleza? —dijo saliendo de entre la barra.
La puerta de la oficina de Lorenzo se abrió, la esposa de este salió limpiando las mejillas, forzó una sonrisa y saludó con un beso en la mejilla a Julio, seguido se marchó.
Mientras Julio contemplaba a su cuñada marcharse, Katy posó ambas manos en el hombro derecho y afirmó su rostro en el brazo de Julio. Este la miró incrédulo.
—Pobre —Julio volvió a apartarla— ¡Ay! Parece que te molesta mi cercanía.
Julio no dijo nada, solo se dirigió a la oficina de su hermano. Este se encontraba sentado tras su escritorio con una mujer sobre sus piernas.
—¿Puedo?
—El licenciado de alta gama por aquí. Esto sí que es sorprendente —Julio miró con desdén a la mujer sentada sobre el regazo de su hermano. Bastó la mirada de su hermano para que Lorenzo levantara la mujer de sus piernas y le pidiera que se marchara. Mientras la mujer salía, le palmó una nalgada—. Nos vemos mañana mi reina.
Una vez que la mujer salió, Julio se sentó.
—¿Cómo puedes hacerle eso a Andrea? Está embarazada ¿No tienes remordimiento al estar con tu amante frente a ella?
—Ella sabe de mis andadas. Si viene a este lugar sabiendo que aquí paso con mis amantes, es su problema. Si se mantuviera en casa y no viniera a husmear lo que no debe, no tendría que pasar por esto —Julio negó.
—¿Qué te trae por aquí hermanito? ¿Vienes a cobrarme? O déjame adivinar, te peleaste con la bruja de mujer que tienes —Julio levantó sus espesas pestañas y fulminó a su hermano con la mirada —Ok. No volveré a decirle así.
—Si, vine a cobrarte. Necesito el dinero que te presté.
—Hubieras avisado con tiempo. No tengo el dinero.
—Loren, ya llevas mucho tiempo que no me pagas el préstamo que te hice.
—Lo siento, pero las ventas están muy bajas. Cómo vez, está el local vacío.
—Necesito ese dinero.
—Como es que necesitas dinero, si tú mujer trabaja en uno de los mejores bancos del país, y tú sueldo es muy bueno en esa universidad.
—¿Y por eso no me devolverás el favor que te hice?
—No he dicho que no te lo devolveré, solo que por ahora no tengo.
—¡No tienes porque prefieres gastártelo con ese tipo de mujeres!
—Oye, no vas a venir a mi local a gritarme. Si peleaste con la bruja de tu mujer, no vas a venir a desquitarte conmigo. Te conozco muy bien. Cada que discutes con ella vienes aquí a cobrarme.
Julio se levantó.
—No debería ni cobrarte. Es tu responsabilidad pagar un dinero que se te prestó.
—Te lo pagaré.
—Llevas un año diciéndome lo mismo —arregló su bolso y salió.
—Ve si te buscas otra mujer que te quite esa amargura en la que te tiene la bruja de mi cuñada.
Julio salió dejando un torbellino tras de él. Ni siquiera se detuvo al llamado de la sobrina de Julia. Subió al auto y fue hasta la casa de su madre. En esta vez no ingresó, solo esperó que Val saliera y una vez que la niña subió, se dirigió a casa.
—¿Hiciste la tarea? —negó.
—Esperaba que llegaras para que me ayudaras.
—Debes empezar a realizar las tareas sola. No siempre estaré para ayudarte.
—¿Por qué dices eso?
—Porque sí, Val.
—¡Tú prometiste que siempre estarías!
Julio suspiró profundo y recordó a Julia con aquel hombre. Su esposa salía con alguien más, seguramente estaba enamorada, y eso impedía que él pudiera reconquistarla, pero era algo que no le diría a su hija. Sin decir más continuó manejando, parqueó el auto frente a su casa.
—No todas las promesas llegan a cumplirse, Val.
—¡Creí que siempre las cumplirías!
La pequeña bajó del coche con los ojos llenos de lágrimas. Corrió a la casa, esperó en la puerta que su padre abriera para ingresar, cuando lo hizo subió corriendo las gradas.
—Descansa un momento, luego realizamos las tareas.
Valeria se encerró en su habitación, cayó en la cama, llorando por lo que su padre dijo, se quedó dormida. Ella no entendía porque los niños no podían tener a sus padres juntos. En la escuela tenía muchos amigos que vivían con padres separados, aunque a unos les parecía divertido tener dos casas, para ella no lo era, pues no había nada mejor que tener a ambos juntos.
Julio por su parte se encerró en el estudio, preparando su clase para el siguiente día. El tiempo se pasó de prisa, sin darse cuenta la noche ya había caído.
Miró la hora en su reloj de mano, cerró el libro y salió del estudio, se paró en la ventana y observó hacia a fuera, el auto de Julia no estaba, lo que significaba que no había llagado.
—Val, cariño —la pequeña abrió los ojos—. Son las siete. Baja al comedor, te ayudaré a realizar la tarea mientras preparo la cena ¿Sí?
Después que la pequeña se levantara y se dirigiera al baño, Julio bajó, se dirigió a la cocina y empezó a preparar la cena. Cuando Valeria se sentó en la isla, se acercó.
—¿Qué te enviaron? —mirándole con los brazos cruzados, Valeria indicó el cuaderno.
Estaba enojada porque su padre no iba a cumplir con lo que le había dicho. Ellos se divorciarían, él se iría de casa y no lo volvería a ver.
Julio ignoró el berrinche de su hija y leyó lo que decía en el cuaderno, le dio indicaciones y fue a mirar la olla. Desde ahí le decía que hacer, y como hacerlo.
Los minutos pasaron, la cena estaba casi lista, Val ya estaba por terminar, cuando el coche de Julia se parqueó frente a casa. Julio dirigió la mirada al reloj de pared, iban a ser las siete y media, y su esposa recién llegaba, cuando la salida de su trabajo era a las cuatro, y por mucho tráfico que hubiera, siempre llegaba a las cinco o antes de esta hora.
Julia ingresó, dejó el juego de llaves en el colgante y se dirigió a la cocina, encontró a su hija escribiendo, le dio un beso en la cabeza y cuestionó.
—¿Aun realizando la tarea? —Julia posó la mirada en Julio que estaba de espaldas, lavando los pocos trastes que había ocupado.
—Si —dijo Valeria expresando frialdad en sus palabras.
—Val, ve a realizar tu tarea a la habitación —recomendó Julio.
La pequeña quiso reprochar, pero Julio no la dejó.
—Revisa la clase que la maestra te dio, ahí debe estar la explicación.
Valeria agarró su cuaderno y se marchó. Subió unos cuantos escalones y se detuvo a escuchar la discusión de sus padres. Una grande lágrima rodó por su mejilla.
—¿Por qué llegas a esta hora?
Julia llenó un vaso de agua, lo bebió, enjuagó y respondió.
—Tuve que quedarme unas horas más en el trabajo.
Se giró para mirarlo, estaba de brazos cruzados observándola con enojo. No comprendía porqué estaba así, incluso Val estaba enojada. Pensó que ocurrió algo en la escuela, y ambos se habían enojado.
—¿Y crees que voy a creerte?
Julia enarcó una ceja.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué replicas así? ¿Pasó algo en la escuela con Val? ¿Se portó mal?
—Esto no tiene nada que ver con la escuela o con Val.
—¿Entonces? ¿Tuviste problemas en la universidad? Si es así, no estoy para aguantarte.
—No es eso. Fui a buscarte a tu trabajo en hora del almuerzo. Quería hablar sobre lo de anoche, y resulta que te veo salir abrazada con tu amante —ante aquella acusación, Julia se sintió indignada.
—¿De qué amante hablas? ¿Acaso te volviste loco?
—No te hagas, porque yo te vi… ¿Es por eso que quieres divorciarte? ¿Por el amante que tienes?
—¡No me levantes falsos, Julio! —la discusión iba subiendo de tono— ¿Por quién me tomas?
—No te hagas la ofendida ¡Porque yo te vi! —apretó los dientes— Nadie me lo contó, yo lo vi con mis propios ojos. Vi cómo te abrazabas y besabas con él —Julia sonrió no creyendo lo que escuchaba. Ante esa sonrisa, Julio se acercó más— ¿Es con el que te gastas el dinero? ¿Tú pagas los hoteles? —la palma derecha de Julia se estrelló en el rostro de Julio.
—¡Esto sí que no! ¡No toleraré que me acuses de algo que no he hecho! —la reacción de Julio fue inmediata. Tomó a Julia de ambos brazos y la sacudió con furia.
—¿¡Cómo te atreves a golpearme!? —sus ojos negros parecían destellar fuego.
—¿¡Es por los falsos que me levantas!? —reprochó con lágrimas en los ojos, al mismo tiempo que le agarraba de la camisa y formaba puños— ¡Idiota! ¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¡Cómo? —Al verla así, julio la soltó, dio dos pasos hacia atrás y giró el rostro hacia un costado.
—Val —musitó cuando sus ojos captaron la presencia de su hija.
Lágrimas gruesas rodaron por las mejillas de la pequeña, y Julio no tuvo reacción hasta que, Julia limpió las lágrimas, fue hasta Val, le limpió las mejillas y pidió.
—Ve por un abrigo. Iremos a casa de la abuela.
—No te llevarás a mi hija.
Se acercó violentamente, a impedir que Julia sacara a Val de la casa. Julia agarró un adorno de fierro que se encontraba en la isla y con eso lo amenazó.
—¡No te acerques!
Julio se detuvo, se dio cuenta de lo mal que estaba haciendo frente a su hija, y decidió bajar las revoluciones, porque eso era un mal ejemplo para Val.
Había tratado de que su hija no presenciara escenas como él las presenció, aunque aquí no había habido golpes de por medio como con sus padres, igual estaba dándole una mala imagen en medio de esa discusión.
—Ju…
No pudo decir nada, porque Julia se dio la vuelta y arrastró a Val hacia la salida. La pequeña miró hacia atrás con las pupilas empañadas. Julio no hizo por seguirla, porque no quería seguir dando un espectáculo ante Val, era mejor dejar que se fueran y después hablar.
—Mami, no quiero que dejes a papi —lloró abrazada a su cuaderno.
Julia encendió el coche y salió en dirección a casa de sus padres, ignorando las súplicas de su hija. Ella no iba a quedarse en esa casa con un hombre que ya no conocía, ni por Valeria, ni por nadie.
La pequeña no paró de llorar en todo el camino.
—¡Puedes dejar de llorar! —bufó molesta.
—¡Quiero ir a casa! ¡Quiero estar con papá!
—¿No quieres estar conmigo?
—Quiero estar con los dos, mami. Con papi y contigo.
—¡No se puede! Debes entender que tu padre y yo no podremos estar juntos. Vamos a divorciarnos, nos separaremos y tú te quedarás conmigo —la niña ocultó su rostro en el cuaderno y sollozó fuerte.
Al llegar, le pidió dejara de llorar e ingresara en lo que ella parqueaba el coche.
Val bajó, pero no entró, se sentó en las gradas de la entrada de la puerta, abrazó su cuaderno y pensó en su papá, en lo triste que estaría porque lo habían dejado solo.
Fue sorprendente para la familia de Julia que apareciera a esa hora. No era normal en Julia visitarles un día de semana, menos a esa hora de la noche. Las visitas eran seguras un sábado por la tarde, o un domingo, aunque en los últimos dos años, ya no sabían si visitaría o no.
Todos se encontraban en la sala, viendo una serie que a todos les gustaba.
—¿Y por qué llora? —preguntó Bethany, hermana mayor de Julia.
Ignorando la pregunta de su hermana, Julia se dirigió a su padre. Con algo de vergüenza pidió, más bien, aseguró.
—Me quedaré unos días aquí.
—No me digas ¿Te vas a separar del aprovechado de Julio?
—¡Mi papá no es ningún aprovechado! —Reprochó Valeria—. No hablé mal de mi papá…
Bethany le miró con desdén, aunque Val era su sobrina, a ella no le agradaba esa niña, porque era muy quisquillosa y respondona.
—¡Grosera! —Val le torció los ojos, seguido se dirigió a las escaleras y subió corriendo las gradas, llegó a la habitación que solía tener su mamá en casa de sus padres y se lanzó en la cama—. Tienes muy mal educada a tu hija —recriminó a Julia.
—Puedes quedarte el tiempo que quieras, Ju.
—¿Y vas a dejarle la casa al aprovechado ese? —volvió a meter su cuchara Bethany—. Tanto que has pagado por esa casa y se la dejarás servida para que lleve a otra ahí. No seas tonta Ju. El que debería salir de ahí, es él, no tú.
El padre de Julia pidió a Bethany guardara silencio, pero está siguió haciéndole ver a Julia que, haber abandonado la casa, era el peor error que había cometido, incluso le ofreció acompañarla para juntas sacar a Julio.