Recostada sobre el pecho de Julio, Katy tomaba fotografías. Cuando este se removió, dejó el teléfono a un lado, regresó a él, deslizó su mano por debajo de las sábanas y envolvió sus dedos alrededor del m*****o de Julio.
Al sentir ese contacto, Julio abrió los ojos. Sentía un dolor fuerte en su cabeza, la cual parecía estar partida en varias partes, incluso la sentía pesada como si fuera una piedra.
—¡Buenos días, querido tío!
Cuando abrió bien los ojos y escuchó esa voz, Julio se asustó.
—¿Qué diablos haces…? —Miró alrededor, volvió la mirada a Katy, al verla desnuda frunció el ceño, seguido se miró él. Al verse desnudo, Julio cerró los ojos, llevó la mano a su cabeza, apretó y replicó.
—¡¿Qué pasó!?
—Pasó lo que quisiste que pasara —dijo mientras se acercaba—. Hicimos el amor —musitó mientras rodaba su mano por el abdomen de Julio. Este le sostuvo la mano y la apartó, por consiguiente, se sentó.
—No pudo haber pasado eso. No lo recuerdo así.
—Como vas a recordarlo, si estabas de más de borracho —dijo al arrodillarse y apegarse a la espalda de Julio. Este agarró sus pantalones que se encontraban en el suelo, se levantó y cubriendo su intimidad la miró.
—Eres la sobrina de Julia. ¡Cómo fue que no detuviste esto!
Completamente desnuda, Katy se levantó. Para ella, que Julio la viera de esa forma, era un privilegio. Sin embargo, Julio giró el rostro posando la mirada en la ventana.
—Como iba a rechazar al hombre que desde que empecé a sentirme mujer me encantaba —susurró tocando los hombros de Julio—. Anoche fue la noche más feliz de mi vida.
Julio la regresó a ver, la fulminó con la mirada y le apartó las manos.
—Esto no debió pasar. Estoy casado, y mi esposa es tu tía. ¿Por qué no pensaste en eso?
—Pero pasó y eso es algo que no lo podrás cambiar. En cuanto a lo otro, sé que te divorciarás. Así que, podemos repetirlo cuando quieras —intentó besarlo mientras él sostenía sus manos. Katy bajó la mirada y sonriendo observó el m*****o de Julio. Este la empujó tirándola en la cama, agarrando sus demás prendas se introdujo en el baño.
Estando dentro, mientras el agua rodaba por su cuerpo, golpeó su cabeza contra la pared. Se maldijo así mismo por haber sido débil y dejarse convencer de su padre, por haberse emborrachado y terminar en la cama de la sobrina de Julia. Todavía la sobrina, ni siquiera fue otra mujer, fue la sobrina de su esposa.
Ahora cómo iba a recuperarla. Cómo podría pararse frente a Julia y pedirle que lo pensara, que lo intentaran de nuevo.
No podía. Con lo sucedido, su matrimonio terminaría definitivamente, porque si había una mínima oportunidad para recuperar a Julia, ahora mismo la había perdido, ya que, cuando Julia se enterará, jamás se lo perdonaría.
Mientras Julio se bañaba, Katy revisaba las fotografías tomadas. Mordió su labio al ver lo maravilloso que se veían Juntos. Julio era el hombre con el que siempre soñó. Ahora que lo tenía en sus manos, no descansaría hasta que fuera suyo por completo.
Esas fotografías servían de mucho. En caso de que se retractaran en el divorcio, con esa prueba, Julia no lo perdonaría.
Soltando un suspiro, dejó caer su cuerpo en la cama, posó las manos sobre la cabeza e hizo una mueca de desagrado al recordar lo que pasó en la noche. No debió permitir que se excediera mucho en la bebida, quizás sí no lo dejaba beber mucho, habría podido responder. Sin embargo, Julio estaba tan borracho que se quedó dormido, y tal parecía que cuando dormía lo hacía como un palo, ya que no había poder humano que lo despertara. Se las ingenió de una y mil formas para despertarlo, no obstante, Julio no despertó hasta el día siguiente.
En casa de los Peralta, Val observaba por la ventana. Estaba afligida porque su padre había quedado de ir por ella el día anterior, sin embargo, nunca llegó, menos contestó su celular.
Esperaba verlo aparecer por la mañana, pero ya era pasadas las nueve y Julio no aparecía.
—Mi pequeña, tu padre debe estar en el trabajo —dijo la mayor al ingresar y posar la mesa del desayuno en la cama.
—Dijo que tendría vacaciones —informó la pequeña al girarse en dirección a la abuela—. Y que nos iremos a pasear los dos juntos.
—Tal vez está ocupado y por eso no ha podido venir.
—Pero tampoco contesta las llamadas —dijo al caer en la cama y fruncir los labios decepcionada—. ¿Así será siempre, Abu? ¿Mi padre no llegará cuando dice, si no cuando pueda? —la mayor suspiró—. No quiero que papá se olvide de mí.
La mayor se sentó a su lado.
—Tú padre jamás se olvidará de ti. Eres su rayo de luz.
—Y si tiene otro rayo de luz, así como el papá de mi amiga Triana.
Eran respuestas que no podía dar, ya que no sabía lo que pasaría en el futuro. Solo podía aferrase a la idea de que, su hija recapacitara y desistiera del divorcio.
—Desayuna, peque. Esperemos tu padre llegue en las siguientes horas.
—No quiero comer.
La mayor frunció el ceño e hizo unas muecas.
—¿Por qué no quieres comer?
—Porque quiero a mi papá. Quiero estar con él.
—Ya ha de llegar. Mientras tanto, te daré de comer —agarró el cereal y lo rocío sobre el plato de leche—. Vamos a comer —Val negó—. Si no comes. Y si enfermas no podrás salir con papá, sobre todo, lo pondrías muy triste. ¿Quieres eso? —negó.
—Papá ya está muy triste porque mamá lo abandonó por el amante que tiene en el trabajo. Y no quiero que entristezca más por mí.
—¿De dónde sacaste que tú mamá tiene un amante?
—Yo lo escuché. Papá se lo reclamó, y por eso se enojaron.
La mayor se quedó en silencio. En ese momento, el auto de Julio llegó, Val se levantó y bajó corriendo las gradas.
—¡Oye tú! —rugió Bethany— Esto no es pista de carreras para que corras como caballo sin freno —ignorando lo que su tía decía, Val continuó hacia la puerta—. Hass, muchachita grosera. Pero yo la pondré en cintura —repicó.
Val se lanzó a los brazos de Julio, envolvió sus piernas y manos. Estaba tan emocionada por ver a su padre que, parecía que hace mucho tiempo no lo veía.
—¿Por qué no viniste ayer? Estuve esperando hasta muy noche.
—Lo siento cariño, me surgió un inconveniente —pensar en eso lo afligía. Levantó la mirada, al ver a su suegra suspiró— ¿Quieres pasar? —esa señora siempre lo recibía bien. En otro momento hubiera pasado, sin embargo, ya no era parte de esa familia, así que, no se sentía a gusto ingresando.
Desistió más cuando Katy llegó.
—Tío hermoso, me hubieras dicho que vendrías a mi casa y me vendría contigo —se enganchó del brazo de Julio, inhaló del aroma de este y sonrió.
—¡No seas confianzuda! —Bramó la mayor.
—Ay, Abu. A mí tío no le molesta, ¿verdad? —ante aquellas palabras, Julio se alejó, aclaró la garganta y dijo.
—Me llevaré a Val.
—Aún no ha desayunado.
Julio agradeció y se dirigió al auto junto a Val —Chao. Cuando te sientas afligido, no dudes en ir al bar. Yo te ayudo a consolar y quitar las penas, tío querido.
Una vez que Julio se fue. La mayor agarró de las orejas a su nieta.
—Qué es eso de estarte colgando del brazo del esposo de tu tía, sobre todo, hablarle de consuelo.
—¡Ay! —se quejó al sentir el tirón de orejas— ¡Ya déjame! —Se soltó del agarre, el cual dejó su oreja ardiendo.
—¿Qué pasa? ¿Por qué maltratas a mi bebé? —intervino Bethany.
—Tu bebé es una irrespetuosa. Ve si le enseñas a ocupar su lugar y no ser muy confianzuda —dicho eso la mayor ingresó, dejando sola a Bethany y su hija.
—¿Qué fue lo que hiciste?
—Nada, ya sabes cómo es de loca —replicó mientras tocaba su oreja la cual ardía.
Julia se concentraba en el trabajo. Terminó de colgar la llamada y estaba por realizar otra, cuando Kevin se sentó frente a ella.
—¿Tienes con quién almorzar? —Ju lo miró con una sonrisa radiante.
—No.
—¿Quieres almorzar conmigo? —miró la hora, y asintió.
—Claro —Kevin tenía más tiempo en el área de ejecutivo, podrían hablar del trabajo y aprender mucho de él.
Cuando Julia bajo, encontró a su grupo de amigos esperando, entre ellos Patricio.
—Hoy no comeré con ustedes —dijo y fue al auto se Kevin.
Patricio se quedó contemplando a la pareja marchar. Luego miró a los demás.
—Vamos, ella ya no será parte de nuestros almuerzos.
De camino al restaurante, Julia miraba hacia fuera, una sonrisa se dibujaba en su rostro mientras dialogaba con Kevin.
Estando en el restaurante, Kevin observó fijamente la mano de Julia.
—¿Cuántos años tienen de casado? —Julia miró el anillo en su dedo, forzando una sonrisa bajó la mano y la escondió debajo de la mesa.
—Diez. Teníamos diez años.
—¿Tenías? —asintió.
—Estoy en planes de divorcio.
—Ah, entiendo —la miró a los ojos y cuestionó— ¿No quieres divorciarte?
—Claro que sí.
—Entonces, ¿por qué no te quitas el anillo? —Julia se quedó pensando. No había tomado en cuenta aquello— Dame tu mano —solicitó Kevin.
—¿Para qué? —Inquirió sonriente. La mirada persuadida de Kevin la obligó a levantar la mano. Una vez que la dejó sobre la mesa. Kevin le retiró el anillo, y en ese momento, Julia sintió que le quitaba una parte de ella, una parte que había estado durante diez años. Sentía su dedo desnudo, incluso su corazón se sintió desnudo.